Inicie mi militancia en partidos políticos en octubre de 1967. A lo
largo de estos muchos años he participado en actuaciones de las que después me
he arrepentido. He sufrido también decisiones que no me han gustado nada. No
suelo compartir bastantes cosas de lo que dicen mis dirigentes ni una parte de
la línea política del partido. Pero todo ello es secundario. Sin partidos y sin
participación en los partidos no hay democracia que valga.
En estos mismos días se han hecho públicas diversas propuestas de lo que
debe ser la regeneración de los partidos políticos. Aunque muchos cosas de las
que se proponen se pueden compartir, llama la atención que bastantes de los
proponentes nunca han militado en un partido. Como también sorprende que entre
sus propuestas no se incluya un llamamiento a integrarse en los partidos. Somos
un país con sólidas raíces arbitristas. Nos gusta organizar con todo lujo de
detalles la vida a los demás y ello se nota de manera muy especial en algunas
de las propuestas que se hacen que podrían paralizar la vida de los partidos,
incluso burocratizarlas o abrirlas a personas que no se integrarían a currar en
las organizaciones pero podrían estar dando la vara desde fuera.
En este contexto de desprestigio de la política, de los políticos, de los
partidos, hay que ser muy cuidadoso con lo que se dice al respecto, sobre todo
teniendo en cuenta el impacto que puede tener entre millones de jóvenes que por
un lado no conocieron la dictadura y por otro tienen la imagen real, pero
parcial, de lo que en los últimos años están reflejando los medios de
comunicación y en los que la conclusión podría llegar a ser que estaríamos
mejor sin partidos. Y hay que tener clara una cosa, Botin para sus negocios no
necesita partidos, la mayoría de la gente los necesita sí quiere influir en la
defensa y mejora de sus condiciones de vida.
No voy a cuestionar que los partidos, unos mas que otros desde luego,
necesitan profundos cambios en su diseño y funcionamiento y en su relación con
la ciudadanía. Pero hoy, otra vez, quiero defender no a los partidos políticos
en general o en abstracto, sino a ESTOS PARTIDOS POLITICOS QUE HOY TENEMOS EN
ESPAÑA, diferenciando eso si, lo que son
los partidos de lo que son las políticas que cada uno propugna.
Por mi militancia y también por mi trabajo, he tenido la oportunidad de
conocer y relacionarme con muchos cientos de políticos, de militantes y
dirigentes partidarios. De todo el espectro político y de todos los ámbitos de
las Administraciones Publicas. Y lo
primero que tengo que decir es que, en general, siempre hay excepciones,
son gente que le dedica muchas, pero que muchas horas, al trabajo publico.
Algunos, como la exvicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, hasta poner en
serio riesgo su salud debido a las muchas horas, incluidos fines de semana y
vacaciones. No son unos vagos, ni unos diletantes.
En segundo lugar es gente que aborda los problemas desde el estudio y
el conocimiento. En general no son frívolos ni indocumentados. Leen papeles e
informes a punta de pala. No son autómatas ni brazos de madera. Se hacen
preguntas y reflexionan. Cuestión distinta es las conclusiones que puedan sacar
al respecto con las que se puede coincidir o no.
En tercer lugar los políticos y sobre todo los cargos públicos están
mal pagados. No me cansare de decirlo y quien diga lo contrario hace pura
demagogia. Un diputado, un alcalde, un ministro, un presidente, gana menos, pero que mucho menos, que la
inmensa mayoría de los notarios, los jueces, los registradores de la propiedad,
los médicos especialistas, los abogados,
arquitectos y economistas de los
gabinetes o equipos consolidados, los dentistas, los asesores fiscales, los autónomos
que funcionan sin IVA…. Todo ello por no hablar de los deportistas de elite,
los presentadores de radio y televisión de programas con audiencia. Y por
supuesto no admiten comparación alguna con los gestores de empresas grandes o
medianas o los socios, accionistas o dueños de este tipo de empresas. La relación
salario con responsabilidad gestora es bien barata en términos de mercado.
Es verdad que hay políticos y cargos públicos corruptos, pero si
comparamos su numero con las cifras que algunos han barajado de lo que se llama
“clase política”, entre 150.000 y 300.000 (¡vaya pasada de estimación!), las
manzanas podridas como mucho estarían entre el 1% y el 2%, por supuesto
inadmisible pero no creo que se aleje de lo que existe en otros ámbitos, mas
bien todo lo contrario.
Es cierto que las estructuras partidarias adolecen de limitaciones,
claro que sí. Pero a lo largo de mi vida he visto cosas tan impensables en
otras estructuras privadas o empresariales, como echar al que más manda, el
Secretario General y a todo su equipo y santas pascuas. Las bases, cuando no están
de acuerdo, terminan por imponer sus criterios de una u otra forma. Bien que me
gustaría que la Junta de Accionistas del Banco de Santander, por poner un
ejemplo, tuviera la décima parte del poder que un Congreso de un partido, por
poner otro ejemplo, como IU. O siguiendo con esos mismos ejemplos, ojala se
conociera con el mismo detalle el funcionamiento presupuestario de ambas
entidades.
En este debate de la regeneración democrática por supuesto que tienen
que entrar los partidos, también los sindicatos, las patronales y las ONGs,
pero no solo ni prioritariamente. Las grandes corporaciones empresariales, los
grandes medios de comunicación, los colegios profesionales, los clubes
deportivos, deben también ser sujetos de las propuestas de regeneración. Sin
hablar de nuestra excelsa Casa Real y por supuesto de la Conferencia Episcopal
y de unas confesiones religiosas que sin ir mas lejos excluyen nada menos que
al 51% de sus fieles de poder asumir funciones de responsabilidad y que como
discrepes mucho de la línea oficial no solo te dejan sin capacidad de
participación sino que encima te excomulgan.
Así que menos atacar a los partidos y más fijarse en otros aspectos de
la vida pública y privada de nuestra sociedad.
En definitiva regeneración sí, pero para todos. Y desde luego la mejor
manera de impulsar esa regeneración no es ver los toros desde la cómoda barrera
pontifical, ¿verdad Muñoz Molina?, sino desde la militancia.
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