Dos años después de la irrupción del 15-M en la vida de nuestro país,
se multiplican los artículos y reportajes a menudo, desde posiciones
diametralmente opuestas. Desde quienes lo consideran un bluf fracasado, hasta
quienes lo equiparán al nacimiento de un nuevo periodo constituyente en España
o quienes lo asimilan a grupos antisistema de dudosa voluntad democrática o
desde otra óptica sugieren que están manipulados por la derecha para debilitar
la recuperación de la izquierda tradicional.
Qué duda cabe que el 15-M no esta muerto, ni ha sido una anécdota,
espectacular aunque pasajera, en nuestras
calles y plazas.
A estas alturas nadie en su sano juicio puede negar el terremoto que ha
supuesto, si se quiere no tanto como una alternativa organizada sino como
reflejo de que la política y la sociedad no pueden seguir así. Han movido las
aguas del estanque y ninguno podemos ignorarlo.
Es verdad que no hay un 15-M consolidado, ni tampoco un 15-M definido. Ni
por supuesto un solo 15-M. Hay una gran diversidad de experiencias y realidades
alrededor del 15-M. Por eso yo me atrevería a hablar del efecto 15-M o del
revulsivo 15-M, que esta suponiendo un cuestionamiento de las formas
tradicionales de hacer política y de participación democrática en la sociedad
española...
Como todo movimiento plural y poco estructurado, sus mensajes son a
menudo de brocha gorda: “no nos representan”, “que se vayan todos los políticos”,
“acabar con el sistema instaurado en 1977 y abrir un proceso constituyente”,
“dejemos de pagar la deuda”…. y junto a las criticas merecidas a la corrupción,
a la manipulación, al poder de las minorías oligárquicas, se introducen otros
mensajes hartamente peligrosos: “La transición fue una claudicación de la
izquierda”, “todos los políticos son iguales”, “los partidos no sirven”, “los
sindicatos están vendidos”…
Es cierto que no todos dicen o
piensan lo mismo. Hay muchos militantes de partidos de izquierda y de
sindicatos de clase entre los que participan asiduamente en las convocatorias e
iniciativas vinculadas al 15-M.
Lo importante es que el 15-M ha revalorizado la necesidad de la
participación ciudadana, que estaba bajo mínimos y casi limitada a las
movilizaciones que periódicamente hacían los sindicatos. Y de hecho lo que ha
surgido después, las mareas blancas, verdes, azules, naranjas, negras, o la
propia Plataforma de Afectados por la Hipoteca son una confluencia de las
experiencias del 15-M y de las tradicionales movilizaciones sindicales, de las
organizaciones pacifistas o de solidaridad o de la izquierda política. El salir
o estar en la calle no lo inventó el 15-M, por no hablar de luchas políticas o
sindicales, muchos recordamos el impacto que tuvo la acampada del 0’7% en el
Paseo de la Castellana. Y por ello buena parte del soporte activo de las mareas
y Plataformas o del 15-M en sentido estricto lo están dando los sindicatos en los centros
de trabajo o los partidos y ONGs en los barrios y pueblos.
Dos años después de su nacimiento creo que se pueden avanzar algunas conclusiones.
La primera es que el 15-M no es patrimonio de nadie, sino de muchos y es
positivo que ni la izquierda alternativa ni los sindicatos hayan tenido
tentaciones de utilización o capitalización. También es positivo que aunque una
parte importante de la izquierda política y sindical no compartimos ni
objetivos ni formas de movilización de determinadas actuaciones del 15-M, sin
embargo estamos plenamente interesados en que las iniciativas del 15-M no
fracasen, porque ello sería un triunfo de los que quieren que nada cambie. A su
vez desde algunos sectores del 15-M también
se esta abriendo la reflexión de que mantener la lucha no es tan fácil como parecía,
que las cosas no son blanco o negro y que se necesitan aliados y apoyos incluidos
los de los sindicatos y de los partidos de izquierda.
Porque en una parte del 15-M y en esa conjunción de organizaciones que
se esta configurando como las mareas ciudadanas, cada vez se percibe mas
claramente que esto va para largo, que combatir la crisis económica con alternativas
progresistas requiere mucha fuerza y esfuerzo muy continuado, que a los
gobiernos no se les cambia con manifestaciones y concentraciones por muy
amplias que sean, que la democracia no se puede revitalizar contra los partidos
ni contra los ciudadanos que se identifican con ellos y menos aun contra las
reglas de juego democráticas y que en
definitiva hay que ganar a una amplia mayoría social en las calles, en las
casas, en las ideas, y en los procesos electorales. Algo que Antonio Gramsci,
dirigente comunista italiano, explico muy bien desde la cárcel hace 80 años.
Que duda cabe que el 15-M ha sido positivo y ahora el reto es
transformar esa energía en cambio real de la sociedad española.
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