martes, 28 de mayo de 2013

REVUELTAS EN ESTOCOLMO, LONDRES, PARIS: LOS LIMITES DE LA INTEGRACION DE LOS EMIGRANTES






Tres grandes capitales de la Europa rica, se han visto sacudidas por intensas revueltas en la calle: Paris y después otras ciudades francesas en octubre del 2005, Londres en agosto del 2011 y ahora Estocolmo. Barrios con mayoría de población inmigrante, con altos niveles de paro o subempleo, con unas segundas y terceras generaciones nacidas y educadas en la sociedad de acogida y que sin embargo acumulan un gran malestar y lo que es peor, una evidente  falta de integración.

Sus padres o abuelos vinieron huyendo de la miseria. Encontraron un hueco en la Europa rica pero a costa de una intensa explotación y muy baja cualificación: peones en la construcción,  hostelería, limpieza, turnos de noche, trabajos penosos o sin condiciones de seguridad e higiene, horas extras mal pagadas, discriminación salarial. Ese fue el precio para conseguir vivienda, sanidad y educación para sus hijos.

Es cierto que las políticas sociales de los países de acogida tuvieron un papel importante en el acceso al derecho a la salud, a la educación, a la vivienda o a los servicios sociales. Sin ellos su situación hubiera sido terrible. Pero han seguido siendo ciudadanos de segunda. Por un ejemplo o dos,  de ministras o de altos cargos, de diputados o diputadas  procedentes de la inmigración, hay millones viviendo en barrios-ghettos, en edificios-colmenas de mala calidad, sin apenas servicios públicos, deportivos o recreativos,  sin jardines y parques, sospechosos permanentes para la mayoría de las  fuerzas de la policía y de los jueces, hostigados por grupos o individuos racistas y xenófobos, con dificultades en la integración escolar, mal vistos en las salas de espera de centros de salud y hospitales, usuarios habituales de los servicios sociales….¡Lo hemos visto tantas veces en las películas, p.e. en las de Ken Loach!

Y ahora, después de haberles sacado a fondo el jugo a sus padres y abuelos, cuando llega la crisis, aumenta el paro y se reducen los programas de bienestar social, son los primeros que pagan las consecuencias. Hoy, además de molestarnos, nos sobran. Pensamos que deberían marcharse y dejar mas sitio para el empleo, los servicios públicos y las políticas sociales de los autóctonos.

Las limitaciones en los estados de bienestar social, incluso en los más desarrollados o afianzados como es el caso de Suecia, Francia o Gran Bretaña, saltan a la vista. Mientras las cosas fueron bien, empleo para todos e incremento del gasto social, no hubo conflictos. Pero con una crisis prolongada e intensa, las costuras del estado de bienestar han saltado. Sí, sin duda viven mejor que en sus países de origen, pero la promoción social, salvo casos de minorías, no ha sido posible. Y encima muchos de ellos no han querido, sabido o podido integrarse en organizaciones políticas, sindicales o de solidaridad para tener mas y mejor apoyo en la lucha por mejorar sus condiciones de vida.

En nuestro país aun estamos a tiempo de aprender en cabeza ajena. Afortunadamente aun no se han creado ghettos de emigrantes, todavía las actitudes xenófobas y racistas son minoritarias, no hay partidos extremistas contra la emigración y es francamente alentador que una parte muy importante de la segunda generación de inmigrantes se sientan españoles y no perciban actitudes de rechazo de la población.

Pero no debemos confiarnos, porque rápidamente podemos bordear situaciones de riesgo.  Los recortes en políticas de salud, educación o servicios sociales, los desahucios y los déficits en políticas de vivienda pública social, amenazan con romper el proceso de integración de la población inmigrante.

En nuestra memoria colectiva aun esta presente que una parte de los españoles fuimos emigrantes dentro de España o fuera de nuestras fronteras. Eso ha servido para frenar actitudes de rechazo. Pero la larga crisis puede poner en cuestión rápidamente esa convivencia.

Trabajar con la segunda generación de los emigrantes hoy es una prioridad política, que nos garantizará la cohesión social en el futuro. Disponer de recursos que permitan la integración escolar y la promoción social es fundamental. Y por supuesto evitar los recortes sociales para que las clases trabajadoras no se tengan que disputar entre ellas los programas  de protección social.

Podemos evitar que las revueltas de Paris, Londres o Estocolmo lleguen antes o después a nuestras ciudades. Para ello es imprescindible mejorar y reforzar nuestro aun limitado Estado de Bienestar Social. Es una apuesta de futuro que merece la pena.




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