martes, 11 de diciembre de 2012

LA JUSTICIA TIENE SOLUCION




La justicia tiene solución. Ese era el lema del Congreso que a principios de los años 80 realizamos profesionales progresistas del ámbito de la justicia. Han pasado 30 años y todavía sigue siendo una reivindicación pendiente.

La administración de justicia se ha convertido en uno de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos. He compartido esa opinión. Después de casi seis años de intenso ejercicio profesional en el laboralismo, lo deje agotado física y psicológicamente. Claro que era otra justicia, la del ultimo franquismo y de inicio de la democracia, pero también la de una arraigada esperanza de cambio y mientras los abogados de izquierda, contagiados por los colegas italianos, recurríamos a lo que se denominaba “el uso alternativo del derecho”. Más aun, los juristas marxistas, que haberlos los había, hablábamos de la justicia como impostura burguesa, como instrumento de poder de las clases dominantes y por tanto no creíamos en ella.

La consolidación de la democracia cambio algunas de nuestras percepciones, pero desgraciadamente la administración de justicia no experimento los cambios necesarios y desde luego la oportuna modernización. Ningún gobierno ha logrado vencer los poderosos e influyentes intereses corporativos, afrontando las reformas de fondo y de forma y mira que ha habido Ministros vinculados en mayor o menor medida a la izquierda judicial.

Hoy el hijo de uno de los líderes de la derecha abogacil con la que tanto nos peleábamos en el Colegio de Abogados de Madrid y no solo dialécticamente hablando, es el Ministro de Justicia. Un Ministro, que como en las mejores operas que dice tanto le gustan, ha conseguido una sublevación generalizada,  poner en su contra a todos los que se relacionan con el poder judicial, incluidos amplios sectores de probado conservadurismo.

Es evidente que la administración de justicia necesita una reforma muy a fondo. De arriba a abajo. La increíble litigiosidad que como una espesa telaraña la paraliza y asfixia desesperando y sangrando económicamente a cientos de miles de ciudadanos, es un reflejo de un mal funcionamiento de las instituciones civiles de la sociedad democrática, que obliga a estar pleiteando contra patronos, vecinos, parientes, propietarios, competidores, truhanes, mafiosos, cónyuges, y por supuesto y en buena medida contra las administraciones publicas. Nuestro país es el paraíso de los pleitos, que de paso dan de comer, a menudo opíparamente, a abogados, procuradores, notarios, registradores, jueces, fiscales, peritos de diverso tipo……

 Una administración de justicia que a diferencia de la Seguridad Social o de la Agencia Tributaria se mueve como si la revolución informática no fuera con ella. Con lenguajes, procedimientos, tramites e intermediarios anclados aun en el siglo XIX.

La reforma de la administración de justicia requiere actuar en diversos frentes: cambiar a fondo el derecho procesal, en sus vertientes civil y penal; modificar el código civil  y el penal; potenciar los instrumentos de intermediación amistosa en los pleitos de familia, de vivienda, vecindad, consumo, trafico, medioambiente y competencia; fortalecer el papel de la conciliación laboral; informatizar las oficinas judiciales; reformular el papel de procuradores, notarios y registradores; potenciar las funciones inspectoras y fiscalizadoras de las administraciones publicas como garantes del cumplimiento de la legalidad; garantizar la transparencia, rapidez y eficacia  del funcionamiento de las administraciones publicas; incrementar las funciones de la fiscalía; despenalizar conductas no agresivas o peligrosas, sustituyendo las penas por trabajo social….

Todo esto y muchas cosas mas se conocen y se han propuesto desde hace mucho tiempo; sin resultados perceptibles. Y la única ocurrencia de Gallardon es aumentar las tasas judiciales como elemento disuasorio de la híper judicialización de la vida social y hacer trabajar un poco más al personal de la administración judicial. Dos medidas fáciles, no exentas de demagogia, pero que no afrontan los problemas de fondo.

Creo que hay que frenar la híper judicialización e incluso el abuso del recurso a la litigiosidad, pero por vías estructurales y no tan solo por tasas disuasorias. No soy contrario a las tasas judiciales y me escandalizan muchísimo menos que las minutas de abogados, gestorías, asesores, peritos, notarios, etc. El ciudadano se gasta muchísimo, pero muchísimo más, en esas minutas que en las tasas, las antiguas y las nuevas. Efectivamente son disuasorias para las clases trabajadoras, pero lo que realmente disuade es lo que cobran bastantes de los profesionales del sector, que hasta ahora no se habían rajado las vestiduras. Como tampoco se habían preocupado en el cumplimiento de los horarios y de la escasa productividad de bastantes jueces.

En otras palabras, lo inaceptable de la reforma de Gallardon es que es superficial, sesgada,  no va a dar resultados apreciables y encima  va a perjudicar a los de siempre.

La justicia tiene solución. Pero no esta que nos impone el Ministro, como tampoco es admisible el dejar todo como querrían sectores corporativos de la administración de justicia y profesionales del derecho, que por cierto seguro que han votado al PP.      


 

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