No olvidare la emoción que me causo la elección de Barak Obama y lo
mucho que me gusto su primer discurso tras los resultados. Aunque ya lo
tengamos bastante integrado en la normalidad de la vida política internacional,
la elección de Obama fue una profunda ruptura con algunos de los aspectos más
nefastos del pasado de los Estados Unidos. Incluso del presente.
No hay mas que ver las cosas que siguen diciendo de él la derecha y la extrema
derecha de su país.
Su gestión de gobierno a muchos de sus partidarios nos habrá podido
gustar más o menos. Personalmente nunca he creído que Obama fuera un izquierdista, al menos en el sentido que le damos a este termino en la vieja
Europa, aunque es muy posible que en el contexto de la sociedad norteamericana
se pueda considerar un hombre de izquierdas. Nadie que tenga una mínima
información sobre ese país puede ignorar los importantes contrapesos políticos,
económicos, institucionales, jurisdiccionales, mediáticos, religiosos,
militares, etc. que condicionan la política norteamericana y la gestión de un
presidente y desde luego de un presidente moderadamente progresista.
En mi generación tuvimos dos ejemplos. John Kennedy y Lyndon Johnson.
Cuando fue elegido Kennedy frente al derechista Nixon, todos los progresistas
se alegraron; aunque luego vino la crisis de los misiles, el asesinato de
Lumumba en el Congo, el bloqueo de Cuba, la paulatina escalada de la
intervención en Vietnam y la imagen de Kennedy se nos fue resquebrajando. Pero
le asesinaron, y no precisamente la KGB, porque no respondía adecuadamente
a lo que los lobbys anticomunistas y el stablishmente económico-militar le exigían.
Lyndon Johnson por el contrario fue recibido despectivamente por la
izquierda mundial: un hombre del Sur que termino por involucrarse a fondo en la guerra de Vietnam y que permitió
otras actuaciones derechistas como p.e. el golpe de estado de los coroneles en
Grecia, o las políticas
antiinsurrecionales en Latinoamérica (con el asesinato del Che por medio). Por
todo ello fue una bicha negra de la izquierda europea y de los jóvenes rebeldes
norteamericanos. Pero también fue el que aprobó, con terribles resistencias de
republicanos e incluso demócratas, la legislación de derechos civiles que acabo
con siglos de legalidad del racismo y la segregación e impulso unas políticas de
bienestar social de corte socialdemócrata, recuperando y ampliando el legado de
Franklin Roosevelt. En otras palabras, una política exterior ferozmente
anticomunista y una política interior progresista. Así es de complejo el mundo
norteamericano.
Obama ha tenido unos perfiles sin duda de centroizquierda en política
social y de derechos civiles y en cuanto a la política internacional suscribo
lo que ha dicho de el un militar negro, republicano y nada sospechoso de
progresista, Colin Powell, “Obama no nos ha metido en ninguna nueva guerra y nos ha
sacado de una”. No es mal balance en el mundo que vivimos y con la herencia que
le dejo Bush.
Si gana Obama, se consolidara la reforma sanitaria, avanzaran los derechos
de los inmigrantes, la política económica y fiscal será moderada, colaborara en
la consolidación del euro y la Unión Europea y procurara sacar a su país de Afganistán.
Si gana Romney nos podemos ir preparando aquí, en Europa y en Estados Unidos, volverán los terribles
años de los Bush y de Reagan.
Así que no tengo la menor duda, si pudiera, votaría a Barak Obama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario