Durante la campaña previa al referéndum
constitucional de diciembre de 1978, se distribuyeron unas pegatinas y unos
carteles tamaño doble cuartilla, con la bandera de España, el nuevo escudo constitucional
y la frase ¡Viva la Constitución! En el portal de mi casa solo pusimos en la
ventana este cartel, nosotros y nuestros amigos Julián y Elisabeth. Se veía
alguno mas en el barrio, pero contados con los dedos de la mano. En el cristal
de atrás de nuestro coche, un Dos Caballos,
pusimos la pegatina. Aparcado delante de la casa, nos pincharon una
rueda dos veces. Sabíamos de sobra quienes eran, salían todos los 20-N
uniformados camino a la Plaza de Oriente. No quitamos la pegatina hasta
bastante tiempo después del referéndum.
Cuento todo esto, porque la falta de
educación en los colegios e institutos, la ignorancia e incluso la deformación
de nuestra historia reciente, no puede hacernos olvidar como estaban las cosas
en nuestro país en aquellos todavía duros tiempos. Todos o casi todos comprendimos
que, aunque era una Constitución de
amplio consenso, representaba el triunfo de las ideas y las propuestas de todos
los que habíamos luchado por la democracia y más aun, los que habíamos luchado
por un país progresista. En otras palabras era, sobre todo, la Constitución de
la izquierda, a la que se había sumado, afortunadamente el centro derecha, UCD
y nacionalistas y una parte, solo una parte, de la derecha pura y dura,
representada por AP.
Por ello, sigo haciendo mía aquella
exclamación de ¡Viva la Constitución! y creo que sigue teniendo amplia
vigencia. Cuestión bien distinta es que su aplicación por los sucesivos
gobiernos y muy en especial por el actual de Rajoy, haya deformado su
interpretación, pero la culpa no es de la Constitución, una de las mas
progresistas del mundo, sino de quienes gobiernan sin sentir especial aprecio
por ella o al menos por la parte mas avanzada de la misma.
x
Esto no quiere decir que la Constitución
sea inmutable.
La situación de crisis política, económica
y social que estamos viviendo, lleva a muchas personas a considerar que esta
insostenible situación requiere una especie de refundación de nuestro sistema
democrático y en definitiva un nuevo proceso constituyente. Abordar el debate de
la reforma constitucional exige rigor, serenidad, mucho dialogo y consenso y
desde luego abandonar el espejismo de que una amplia reforma de la Constitución
de 1978 o incluso una nueva Constitución, resolverían los problemas que tiene
la sociedad española. La Constitución es un marco de convivencia pero no un bebedizo
milagroso. Por ello antes de embarcarse en un proceso de esta trascendencia
conviene tener las ideas claras, no vaya resultar que en lugar de avanzar, retrocedamos, como ha sucedido
con la reforma pactada entre el PSOE y el PP en el año 2011.
Hay que guardar un razonable equilibrio
entre el dejar las cosas como están por temor a las dificultades y
complicaciones o por los riesgos de no llegar a un amplio acuerdo y en el otro
extremo el revisionismo generalizado. Por tanto renovar lo necesario a través
de un amplio pacto constitucional es la condición imprescindible, para que esta
actualización sea comprendida, asumida y defendida por la inmensa mayoría de la
ciudadanía.
Por ello siendo muy importante definir
“el qué se necesita reformar, también es fundamental garantizar “el cómo” se
debe abordar la reforma. Una reforma constitucional, ni se impone, ni se hace
para ser cambiada cuando haya otra mayoría parlamentaria. Debe tener vocación
de permanencia y respeto generalizado. Debe mirar a la situación actual, pero
sobre todo al medio y largo plazo. El proceso de reforma debe articularse con
un amplio y bien estructurado proceso de debate político, social, incluida la participación de los agentes sociales, de las
instituciones e intereses concernidos
En mi opinión habría que centrar la
posible reforma en tres materias.
La redefinición del modelo del Estado, mejorando
el adecuado reconocimiento de los
derechos de los pueblos y territorios que conforman España y delimitando mejor
la distribución de competencias entre las tres administraciones publicas y del
conjunto de ellas con las nuevas competencias de la Unión Europea, inexistentes
cuando aprobamos la Constitución.
En segundo lugar, recoger de alguna
manera la necesidad de mejorar la calidad de las instituciones democráticas, la
potenciación de la participación ciudadana, la transparencia y el acceso a la
información, la lucha contra las diversas formas de corrupción.
En tercer lugar, confirmar la
universalización de los derechos sociales (educación, sanidad, servicios
sociales, desempleo, pobreza y exclusión, dependencia) y el perfeccionamiento
de los derechos individuales, con un mas
efectivo tratamiento de la igualdad de genero y los derechos de las mujeres, así
como de la diversidad de opciones sexuales, la efectiva aconfesionalidad y los
derechos y deberes de la inmigración.
En definitiva, una reforma limitada, muy
concreta, pero de gran trascendencia, que nos permita seguir avanzando en la
consolidación de nuestra democracia en las próximas décadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario