jueves, 5 de diciembre de 2013

¡VIVA LA CONSTITUCION!




Durante la campaña previa al referéndum constitucional de diciembre de 1978, se distribuyeron unas pegatinas y unos carteles tamaño doble cuartilla, con la bandera de España, el nuevo escudo constitucional y la frase ¡Viva la Constitución! En el portal de mi casa solo pusimos en la ventana este cartel, nosotros y nuestros amigos Julián y Elisabeth. Se veía alguno mas en el barrio, pero contados con los dedos de la mano. En el cristal de atrás de nuestro coche, un Dos Caballos,  pusimos la pegatina. Aparcado delante de la casa, nos pincharon una rueda dos veces. Sabíamos de sobra quienes eran, salían todos los 20-N uniformados camino a la Plaza de Oriente. No quitamos la pegatina hasta bastante tiempo después del referéndum.

Cuento todo esto, porque la falta de educación en los colegios e institutos, la ignorancia e incluso la deformación de nuestra historia reciente, no puede hacernos olvidar como estaban las cosas en nuestro país en aquellos todavía duros tiempos. Todos o casi todos comprendimos  que, aunque era una Constitución de amplio consenso, representaba el triunfo de las ideas y las propuestas de todos los que habíamos luchado por la democracia y más aun, los que habíamos luchado por un país progresista. En otras palabras era, sobre todo, la Constitución de la izquierda, a la que se había sumado, afortunadamente el centro derecha, UCD y nacionalistas y una parte, solo una parte, de la derecha pura y dura, representada por AP.

Por ello, sigo haciendo mía aquella exclamación de ¡Viva la Constitución! y creo que sigue teniendo amplia vigencia. Cuestión bien distinta es que su aplicación por los sucesivos gobiernos y muy en especial por el actual de Rajoy, haya deformado su interpretación, pero la culpa no es de la Constitución, una de las mas progresistas del mundo, sino de quienes gobiernan sin sentir especial aprecio por ella o al menos por la parte mas avanzada de la misma.
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Esto no quiere decir que la Constitución sea inmutable.

La situación de crisis política, económica y social que estamos viviendo, lleva a muchas personas a considerar que esta insostenible situación requiere una especie de refundación de nuestro sistema democrático y en definitiva un nuevo proceso constituyente. Abordar el debate de la reforma constitucional exige rigor, serenidad, mucho dialogo y consenso y desde luego abandonar el espejismo de que una amplia reforma de la Constitución de 1978 o incluso una nueva Constitución, resolverían los problemas que tiene la sociedad española. La Constitución es un marco de convivencia pero no un bebedizo milagroso. Por ello antes de embarcarse en un proceso de esta trascendencia conviene tener las ideas claras, no vaya resultar que en lugar  de avanzar, retrocedamos, como ha sucedido con la reforma pactada entre el PSOE y el PP en el año 2011.

Hay que guardar un razonable equilibrio entre el dejar las cosas como están por temor a las dificultades y complicaciones o por los riesgos de no llegar a un amplio acuerdo y en el otro extremo el revisionismo generalizado. Por tanto renovar lo necesario a través de un amplio pacto constitucional es la condición imprescindible, para que esta actualización sea comprendida, asumida y defendida por la inmensa mayoría de la ciudadanía.

Por ello siendo muy importante definir “el qué se necesita reformar, también es fundamental garantizar “el cómo” se debe abordar la reforma. Una reforma constitucional, ni se impone, ni se hace para ser cambiada cuando haya otra mayoría parlamentaria. Debe tener vocación de permanencia y respeto generalizado. Debe mirar a la situación actual, pero sobre todo al medio y largo plazo. El proceso de reforma debe articularse con un amplio y bien estructurado proceso de debate político, social, incluida la  participación de los agentes sociales, de las instituciones e intereses concernidos

En mi opinión habría que centrar la posible reforma en tres materias.  

La redefinición del modelo del Estado, mejorando el  adecuado reconocimiento de los derechos de los pueblos y territorios que conforman España y delimitando mejor la distribución de competencias entre las tres administraciones publicas y del conjunto de ellas con las nuevas competencias de la Unión Europea, inexistentes cuando aprobamos la Constitución.

En segundo lugar, recoger de alguna manera la necesidad de mejorar la calidad de las instituciones democráticas, la potenciación de la participación ciudadana, la transparencia y el acceso a la información, la lucha contra las diversas formas de corrupción.

En tercer lugar, confirmar la universalización de los derechos sociales (educación, sanidad, servicios sociales, desempleo, pobreza y exclusión, dependencia) y el perfeccionamiento de los derechos  individuales, con un mas efectivo tratamiento de la igualdad de genero y los derechos de las mujeres, así como de la diversidad de opciones sexuales, la efectiva aconfesionalidad y los derechos y deberes de la inmigración.

En definitiva, una reforma limitada, muy concreta, pero de gran trascendencia, que nos permita seguir avanzando en la consolidación de nuestra democracia en las próximas décadas.

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