domingo, 8 de diciembre de 2013

DONIZETTI EN LA PLAYA DE LA MALVARROSA DE VALENCIA




En este largo y relajante fin de semana, Gredos estaba espectacular. Ya terminando el otoño pero aun con suficientes hojas en los árboles, todo una inmensa gama de marrones, ocres, tabaco, siena tostada y todavía algunos verdes y amarillos. La verdad es que Gredos es bonito todas las estaciones del año, pero el final del otoño es la mejor época.

Así que no quiero romper el encanto escribiendo un post político. Voy a despresurizarme un poco, con opera. Con una de las operas mejores y mas divertidas de Gaetano Donizetti: “L´elisir d´amore”, que acabo de ver en el Teatro Real el pasado martes.

Ya he comentado en algún otro post que no me suelen entusiasmar los montajes excesivamente modernos de las operas clásicas. Esta temporada llevamos una especie de ballet-opera del siglo XX, “La conquista de México” de W. Rihm;  una del barroco inicial, “The Indian Queen” de Purcell; una clásica, “El barbero de Sevilla” de Rossini y la ya citada “L´elisir d´amore”. Me han gustado las cuatro, aunque la de Rihm, es algo excesivo definirla como opera, incluso en los parámetros de las operas contemporáneas y la de Purcell, es una obra inacabada por el autor, cuya versión y adaptación era absolutamente vanguardista, lo que provocó bastantes fugas del público de gustos mas tradicionales. La de Rossini, aunque con una escenografía muy impactante, tenía un montaje razonablemente equilibrado entre lo moderno y lo clásico.

Y en estos días la de Donizetti. Se trata de una opera compuesta a los 35 años en solo dos semanas y es tan deliciosa, tan dinámica, tan entretenida, tan fresca, con una música tan bella, que es difícil no disfrutar viéndola y oyéndola. En este caso se trata de una producción del Teatro Real de Madrid y de El Palau de les Arts de Valencia y el montaje derrocha “mediterráneo” por todos sus poros.

Cuando se alza el telón aparece un escenario playero, lleno de color, lleno de luz, lleno de bañistas y con un chiringuito con luces de neón. Me siento trasladado a la renovada y magnifica Playa de La Malvarrosa de Valencia. Una estética mezcla de arte pop, sabor mediterráneo y unos toques de cultura gay. Muy, muy valenciano. Y en ese escenario al que en el segundo acto se añade unos imponentes toboganes de “aquapark”, juegan, se duchan, se mojan, ríen, hacen gimnasia, ligan, utilizan los portátiles o los móviles, se empapan de espuma, llega una camioneta con flotadores y otros objetos playeros, pasean dos perros policías….y sobre todo cantan.

Comprendo que a mucha gente (los aplausos finales fueron cordiales pero no entusiastas), incluido el desconcertante critico musical de El País, este montaje por unas u otras razones no les guste. (Al critico de El País tampoco le gustó la versión de “El barbero de Sevilla, aunque le encantó la de Purcell). Pero esta versión y este montaje aparentemente tan heterodoxo, encaja perfectamente con la temática y la música de “L´elisir d´amore” y es muy posible que si Donizetti hubiera vivido hoy, hubiera realizado un montaje similar o al menos este le hubiera gustado.

El montaje es tan atractivo y seductor y  la  música es tan genial, que nos hace obviar la relativa calidad de los principales intérpretes, aunque hay que reconocer que van cogiendo impulso a medida que avanza la opera. Los coros me gustaron y la Orquesta, pues es la del Teatro Real, digna pero no deslumbrante y en mi opinión le faltó un poquito de brío, de colorido y sabor mediterráneo. Y cuando llega “Una furtiva lagrima”, inevitablemente no podemos olvidar las inconmensurables versiones de esta aria inmortal, desde Caruso, Tito Schipa y Beniamino Gigli hasta Pavarotti o Kraus o en la actualidad Roberto Alagna o Rolando Villazon y lo que escuchamos en el Real, inevitablemente se sitúa en otra dimensión.

A pesar de esas lógicas limitaciones de orquesta e interpretes, la música prevalece y merece la pena no perderse esta opera. Y siempre queda el recurso, mucho mas barato, claro esta, de comprarse el doble cd y oírlo en casa, con los ojos cerrados, imaginándonos la Playa de la Malvarrosa.









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