Los asesinos terroristas son asesinos
terroristas, sin atenuantes ni justificaciones de ningún tipo. Poco tendría que
añadir ante la masacre de Barcelona y Cambrils a los diversos post que he
escrito en mi muro de Facebook, quizás lo más terrible es que el presunto conductor
es un chico de 17 años. Por eso me voy a limitar a reproducir casi textualmente
a lo que escribí en noviembre del 2015.
“Para desgracia de las sociedades democráticas,
la lucha contra el terrorismo islamista es un camino largo y complejo, que no
se resuelve ni con nuevas intervenciones militares a sumar a las ya realizadas,
ni con cierre de fronteras y menos aun atizando la xenofobia.
El problema de la violencia islamista es
que esta mucho más cerca de una guerra “liquida” o “difusa” que de un activismo
terrorista clásico (de raíces ultranacionalistas o de extremismo político) y
sobre todo que sus integrantes están distribuidos y camuflados por todo el
mundo, gozan de amplios y variados apoyos, unos mas explícitos que otros, no
tienen un ámbito territorial definido y responden a causas muy profundas y de
largo recorrido.
Para empezar, no podemos olvidar las
hondas raíces que la violencia tiene en la lectura y aplicación más fanática
del islam, en la carencia de una evolución democrática del mismo, que no ha
tenido, o al menos no han prevalecido o no les han dejado, los procesos de modernización
que tuvo la civilización europea con la Ilustración del siglo XVIII, las revoluciones
burguesas en el XIX o los cambios socioeconómicos propiciados por el comunismo
y la socialdemocracia en el siglo XX. Esas
transformaciones han ido incidiendo en las raíces católicas y protestantes
occidentales, que al igual que el islam también arrastra una historia de
oscurantismo, fanatismo y violencia, de forma que hoy el extremismo político y
las prácticas violentas con fundamentos religiosos que se auto reclamen del
cristianismo sean afortunadamente muy minoritarios en nuestras sociedades.
Esa carencia, salvo excepciones, de democratización
del islam, es solo una parte del problema, aunque en absoluto menor. Pero a
ello se suman una larga acumulación de decisiones militares, políticas y económicas
de los estados de Occidente, empezando por la arbitraria desmembración del
imperio otomano después de la primera guerra mundial, creando estados
artificiales, sosteniendo dictaduras que facilitaban la presencia y explotación
de los recursos petrolíferos por parte de poderosas multinacionales y a la vez reprimían
los movimientos de liberación de carácter progresista. A ello se añadió el apoyo incondicional a la
creación del Estado de Israel y la absoluta permisividad con su política agresiva,
en especial a partir de la Guerra de los Seis Días y la anexión violenta de
territorios palestinos.
En paralelo se han sucedido todo tipo de
actuaciones para barrer los intentos de modernización política protagonizados
desde los años 50 del siglo XX por gobiernos de corte nacionalista,
moderadamente neutralistas (en los años de guerra fría), con objetivos de
progreso social y de tintes laicos.
Occidente y muy en especial Estados Unidos, Francia e Inglaterra
desestabilizaron o contribuyeron a derrocar gobiernos modernizadores y laicos en
Egipto, Irán, Siria, Irak, Afganistán, Libia, Líbano, Argelia o Indonesia, que,
aunque no fueran un modelo de democracia, sí estaban a años luz del
oscurantismo feudal de las dictaduras árabes “aliadas” de Occidente, facilitadoras
del negocio del petróleo.
Son más de 60 años generando caos político,
miseria económica, humillación social, ausencia de futuro. Un perfecto caldo de
cultivo para el terrorismo.
No se trata, de ninguna forma, de
exculpar o “comprender” las dinámicas del terrorismo islamista, pero sí de
conocer donde hunden sus raíces, porque esa será la única forma de a medio
plazo ir reduciendo su extensión y su fuerza de atracción.
Democracia política, progreso económico,
cohesión social, fin de las practicas neocoloniales y de las intervenciones
militares y reconocimiento del Estado Palestino con la vuelta a las fronteras
de 1967, son las vías para ir poco a poco superando los odios acumulados, la falta
de perspectivas de progreso y dignidad. Por supuesto en ese camino sería absolutamente
imprescindible que el islam conociera procesos de profunda renovación similares
a lo que vivió el catolicismo con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.
No hay otra vía realista y esta llevara
su tiempo, esperemos que pocas décadas.
Todo lo cual no es incompatible, todo lo
contario, con una eficaz persecución policial, con extremar las medidas de
seguridad, con un eficiente trabajo de investigación y una contundente
aplicación de la ley.
Las perspectivas no son halagüeñas,
porque la manipulación del terrible dolor causado por el terrorismo o en el
mejor de los casos los argumentos simplistas, generan reacciones xenófobas,
cierre de fronteras y de mentalidades, gobiernos más a la derecha, rechazo de
la inmigración y desconfianza hacia las minorías étnicas o religiosas ya
presentes en nuestros países.”
Hasta aqui lo escrito hace casi dos años.
En todo caso, toda la solidaridad y
apoyo a las víctimas de los atentados y a sus familias y a la ciudadanía de
Barcelona, ciudad abierta y acogedora como pocas y a Cambrils.
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