Buena parte de los “grandes
temas”, que han estado ocupando los debates en la mayoría de los medios de comunicación
audiovisual en las últimas semanas, han sido de una banalidad indudable: desde el
piso de un cargo público, la misa de los domingos en la 2 de TVE, el boicot al consumo
de Coca Cola en las Cortes, los twists de Casandra, las peripecias amorosas del
rey Juan Carlos, o como rebautizamos a un parque madrileño, etc. todo ello ciñéndonos
a los programas de noticias y debates, olvidándonos de los espacios basura.
Resulta sorprendente
que estas cuestiones ocupen más de 1 minuto en los medios de comunicación.
Sorprendente porque sus destinatarios son los hombres y mujeres de las
generaciones más cultas, mejor formadas e informadas de nuestra historia.
Es cierto que otros
temas de mayor calibre también están presentes, pero de una u otra forma se
contagian del tono banal o superficial, como ocurre en programas punteros de la
Sexta, “Al rojo vivo” o “El objetivo” que dirige Ana Pastor. El único programa
que intenta rehuir de esas coordenadas es el de “La noche en 24 horas” de TVE,
aunque se ve lastrado por el sesgo político de sus intervinientes,
mayoritariamente conservadores. La banalización del periódico “El País”, que ha
ido creciendo en los últimos años de la mano de su progresiva derechización, es
otro claro exponente de ese proceso. Aquella parte de la prensa digital que procura
evitar la banalización y promueve una información seria, sigue siendo muy
minoritaria y a menudo adolece de un fuerte alineamiento político-ideológico,
que dificulta un riguroso debate político y el oportuno contraste de opiniones
diferentes.
Sin embargo, mientras
esto sucede, la sociedad española necesita con urgencia debatir y definir
cuestiones decisivas para su futuro a corto y medio plazo. Estamos saliendo de la crisis y esto parece
suficiente para tranquilizar a la opinión pública, cuando resulta
imprescindible debatir y clarificar al menos dos cuestiones: ¿Cuáles son los
daños económicos y sociales que han causado en el desarrollo de los sistemas básicos
de protección social y de igualdad de oportunidades, de equipamientos e infraestructuras?
Y en consecuencia ¿Cuál es el horizonte temporal para reparar esos daños? Y de
cara al futuro ¿Queremos mantener el mismo modelo productivo o queremos
cambiarlo? Y en el caso de que busquemos cambiarlo ¿Cuáles son las bases de un
nuevo modelo productivo?
El mundo actual y el de
los próximos años se está moviendo a una gran velocidad y tras los cascotes y
ruinas que ha dejado en el sistema capitalista la mayor crisis que este ha
conocido, hay una profunda reestructuración en diversos planos: financiero, de
medios de producción, tecnológico, de comunicación, de energía, de transportes,
etc. con profundas tensiones en la lucha por mejorar la competitividad,
controlar los mercados, las redes comerciales y las materias primas, redistribuir
de otra manera el poder entre las naciones y los bloques…. Está surgiendo un
nuevo capitalismo, donde paradójicamente sus dos grandes protagonistas son una
China con partido único de simbología comunista y unos Estados Unidos convulso por
la aparición de un nuevo proteccionismo. Un nuevo capitalismo en donde la Unión
Europea se encuentra dividida y descolocada, Rusia intenta sacar pecho, los países
emergentes se defienden para no ser arrollados y buena parte de Asia, África y América
Latina buscan las migajas.
Y ¿España qué? ¿Nos
conformamos con el turismo (que no es poca cosa), la recuperación de la construcción
en sus diversas vertientes, un amplísimo minifundio empresarial con un
protagonismo de actividades relacionadas con la hostelería, el ocio y la búsqueda
de la belleza o similares? ¿Nos conformamos con tener en la “marca España” diez
o doce grandes empresas de expansión espectacular en España y en numerosos países
del mundo, pero cuyos empleos, beneficios y desde luego impuestos, cada día están
más alejados de nuestro país, aunque de vez en cuando alguno de esos grandes
patronos tenga un gesto filantrópico hacia sus conciudadanos?
¿Nos hemos preguntado qué
lugar cuantitativo y cualitativo queremos ocupar en la división del trabajo del
nuevo capitalismo? ¿Nos hemos preguntado cómo vamos a impulsar la modernización
de nuestro tejido industrial o la mayor concentración de las pequeñas empresas?
¿Cuál son las exigencias formativas para los y las trabajadoras de ese nuevo
capitalismo? ¿Cuál debe ser el peso de la I+D+I en el conjunto de nuestro gasto
público? ¿Qué modelo energético queremos y necesitamos? ¿Qué vamos a hacer con
la actividad agropecuaria en un país con evidentes posibilidades, pero mal
aprovechadas? ¿Cuál va a ser nuestro papel en el imprescindible relanzamiento político
de la Unión Europea? ¿Cuál nuestra relación con China y la India?
No sé si estas preguntas
se las están haciendo en el gobierno del PP o los tres candidatos a la
Secretaria General del PSOE; y desde luego tengo serias dudas de que Pablo
Iglesias y su equipo actual estén en esa onda de reflexión; en cuanto a
Ciudadanos, da un poco lo mismo, porque ya verán por donde sopla el viento de
la correlación de fuerzas y entonces se posicionaran; y en lo que se refiere a los
nacionalistas, para los catalanes es también irrelevante teniendo metas más
sublimes y milagrosas y posiblemente el PNV sí tiene presente esos retos futuros, al menos eso es lo que suele
transmitir el Lendakari Urkullu.
Lo malo es que todo el
espacio que no ocupemos, como en la física, otros nos lo ocuparán y otros decidirán
por nosotros. Ya sea en Wall Street, en Pekín o en Berlín.
La ciudadanía tenemos
el derecho y el deber de exigir a los medios de comunicación y a nuestros
representantes políticos que se dejen de banalidades y trivialidades y afronten
de una vez los debates sobre las opciones de futuro de nuestro país.
Plenamente de acuerdo contigo Héctor. Por añadir algo, diría que lo que hace falta , desde luego y sin ser una perogrullada, es hacer política, es decir, recordando a N. Bobbio, anaizar los problemas sociales, y buscarles y aplicarles solución. Buscar ventajas, personales, de partido, de grupo o de otro órden, es solo ejercicio de poder, y nada mas que eso. Se les olvida que el poder es un instrumento para la política, no el objetivo.
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