Tuve ocasión de conocer
a Ignacio González en febrero del año 2000. Él era Secretario de Estado de
Administraciones Públicas y yo Director General del IMSERSO. En los primeros días
de ese mes se habían producido unos terribles disturbios xenófobos y racistas
en El Ejido (Almería), contra la numerosísima población inmigrante. El motivo fue
la reacción ante el asesinato de una chica española por parte de un inmigrante.
Hubo incendios, apaleamientos y bastantes heridos entre la población inmigrante,
que obligó a desplazar nada menos que 500 policías y guardias civiles a esa
localidad.
Pronto quedaron de
manifiesto las indignas condiciones de vida y trabajo de la inmensa mayoría de
los miles de inmigrantes que allí estaban. La población española y las
autoridades locales exigieron la marcha o al menos una reducción muy sensible
de la inmigración (lo decían por cierto con la boca pequeña, pues a ver quienes
iban a trabajar en los invernaderos sino era la población inmigrante). El
gobierno de Aznar decidió intervenir para bajar la tensión y nos encargó al
IMSERSO, a Cruz Roja, Andalucía Acoge y alguna otra ONG que buscáramos
soluciones.
Nos pusimos a ello de
forma inmediata y prioritaria. Como Aznar ya no se fiaba del Ministro de
Trabajo, Manuel Pimentel, (de quien dependía el IMSERSO), nos colocó de
comisario político a Ignacio González. Esta designación no solo puenteaba a
Pimentel, sino también a la Secretaria de Asuntos Sociales, Amalia Gómez, medio
sevillana medio murciana, que conocía muy bien la problemática inmigratoria del
poniente almeriense, con una clara sensibilidad social y una probada buena relación
con las ONGs del ámbito de la inmigración.
Ignacio González
desembarcó en la comisión de trabajo que habíamos montado como un elefante en
una cacharrería, exigiendo soluciones inmediatas y eso sí sin poner una financiación
complementaria. El personal del IMSERSO dando muestras, una vez más, de sus
profesionalidad y calidad humana, se volcaron para gestionar una respuesta inmediata
habitacional y de mejora de las condiciones de vida. Cruz Roja, con su gran
experiencia creó un operativo eficaz y diseñó una serie de medidas de intervención
rápida.
Al principio nos reuníamos
todas las tardes para hacer un seguimiento puntual de todas las actuaciones. González
se comportaba de manera autoritaria, exigiendo que se solucionaran en días problemas
que se venían arrastrando desde hacía años. Incluso en su burdo desconocimiento
de las cosas nos propuso trasladar inmigrantes desde El Ejido a Huelva o a Jaén,
para tener en lugar de uno, dos o tres focos de tensión. Su trato con Cruz Roja
y las ONGS era igualmente de ordeno y mando, mientras Amalia Gómez y yo intentábamos
calmar el creciente malestar de estas, que en más de una ocasión estuvieron a
punto de mandar a paseo al irresponsable gubernamental.
Ignacio solo quería resultados
para capitalizarlos políticamente en su curriculum y en en el de su ministro Ángel
Acebes, sin duda más educado, pero también con rasgos autoritarios en cuanto
las cosas no salían como él quería o a la velocidad que había imaginado. Poco a
poco se fueron encauzando los problemas gracias al trabajo ímprobo del personal
del IMSERSO y de Cruz Roja, Andalucía Acoge…
Durante meses las
frecuentes reuniones con Ignacio González fueron una cruz, que afortunadamente
terminó cuando en junio de ese año Amalia Gómez y yo, presentamos nuestra dimisión
al nuevo gobierno de Aznar. Para más
inri Aznar premio a González nombrándole en el año 2002 nada menos que Delegado
del Gobierno para la Extranjería e Inmigración, cuyo desempeño seguro que aún
recuerdan con pavor el movimiento asociativo de los inmigrantes y de las ONGS
españolas de trabajo solidario.
Por eso y aun
admitiendo la presunción de inocencia a la que todos tienen derecho, me cuesta
mucho no creerme lo que está surgiendo en estos días en relación a Ignacio
Gonzalez. Y para empezar me resulta sorprendente que una empresa pública de
actividad muy vinculada a la prestación de un servicio a la población de un
territorio, como es el Canal de Isabel II, se dedicara a hacer negocios en
otros países, con compras de empresas y otras inversiones al menos oscuras.
¿Pero qué concepto tienen estos personajes de lo que debe ser una empresa de
servicios públicos?
Y aun más sorprendente
es lo que está diciendo Esperanza Aguirre de que ella no sabía nada de lo que
estaban haciendo sus diversos y sucesivos hombres de confianza. ¿A quién quiere
engañar Aguirre? Cualquiera que haya tenido un puesto de cierta responsabilidad
en el sector privado y mucho más aun en las administraciones públicas sabe de
sobra y lo ha experimentado en su propia piel, que al poco de tomar posesión de
un cargo hay numerosas fórmulas de enterarse de lo que se cuece a su alrededor.
Formulas ordinarias (inspección, intervención del Estado, abogacía del Estado,
informes periódicos de gestión, evaluación de resultados…etc.) y también mecanismos
“peculiares”, como son lo que vienen a contarte unos y otros de fulanito y
menganito, por no hablar de lo que cuentan o denuncian los Sindicatos o los
representantes de los trabajadores.
Al menos en mi caso,
las tres experiencias de responsabilidad pública que he tenido en mi vida, a
las pocas semanas ya estaba al tanto del terreno en el que me movía. Claro que
resulta mucho más cómodo no revolver las cosas y no darse por enterado. También
en mi caso, uno de los problemas más serios, desagradables y tensos que tuve,
fue precisamente por el cese de un responsable que no cumplía adecuadamente con
sus obligaciones gestoras; estuve en un tris de que me llevara por delante.
Así que Esperanza no nos
pongas cara de póker, que tu sabías desde el principio lo que hacían tus manos
derechas y…si no lo sabías todavía peor, porque reflejaría tu absoluta
incapacidad para asumir un puesto de responsabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario