jueves, 5 de noviembre de 2015

¿CUÁNTOS VIEJOS MÁS TIENEN QUE MORIR DRAMÁTICAMENTE EN UNA RESIDENCIA?



Aplastados por el conflicto político en Cataluña y todas sus graves consecuencias, hay otras cosas que están sucediendo que no podemos minusvalorar. Una de ellas ha ocurrido precisamente en Agramunt (Lérida), con la muerte de cuatro ancianas en una residencia cuya planta semisótano en la que se encontraban fue inundada por el desbordamiento de un río cercano. No hubiera estado mal que la Presidenta del Parlament de Cataluña hubiera acudido a Agramunt y que los partidos que tienen tantísimas urgencia para lograr la independencia se preocuparan de pedir una investigación al gobierno de la Generalitat y una comparecencia de los responsables políticos. Pero ya se sabe que los viejos con alzhéimer no votan o votan por ellos, así que ni caso.

El pasado mes de julio fue el incendio en otra residencia de Zaragoza la que se cobró 8 ancianos abrasados. ¿Dónde será el próximo accidente? ¿Cuántos viejos morirán? Alguien podrá pensar que estoy haciendo demagogia, que son decenas de miles las personas que viven en residencias y miles las residencias existentes en nuestro país y que afortunadamente no suele pasar nada. Y es cierto, pero ello no impide la indignación ante hechos que se podían evitar.

A finales de los años 90, con la enorme eclosión de centros residenciales por toda España, eran noticia una semana sí y otra también, sucesos dramáticos en residencias, muchas de ellas en la piratería o rozando la piratería. El trabajo de los sindicatos, de algunas ONGs de mayores e incluso de las propias patronales del sector, fue limitando y reduciendo los casos y condiciones de las residencias piratas y poco a poco dejaron de ser noticia frecuente las muertes de ancianos y ancianas.

Pero los recortes en servicios sociales y muy en especial la muy escasa financiación del Sistema de Atención a la Dependencia, explican que lo sucedido en Zaragoza en julio y en Agramunt esta semana, no sea una desgracia inevitable.

Las residencias con personas gravemente dependientes tienen que tener unas condiciones arquitectónicas, de equipamiento y mobiliario y de personal, adecuadas a las condiciones del perfil de los residentes. Tanto en Zaragoza como en Agramunt da la impresión de que no se reunían esas condiciones y desde luego no había suficiente dotación de personal por la noche, lo que en el caso de Agramunt obligó a pedir ayuda a una persona que pasaba por la calle y hasta el propio alcalde se tuvo que meter en el semisótano inundado para intentar rescatar a los ancianos, por cierto un lugar poco adecuado para tener un dormitorio.

No me hartare de decirlo, las residencias de personas asistidas en sí no pueden ser un negocio, ni siquiera ser rentables, salvo casos muy excepcionales o aquellas que forman parte de una cadena de centros que puedan aprovechar economía de escala o las de algunas Ordenes Religiosas en las que el componente solidario reduce  costes de personal.

Hacer negocio con una residencia privada de personas dependientes solo es posible a costa de escasa, inadecuada y mal pagada plantilla, de hacinamiento, de pocas actividades, de insuficientes cuidados, higiene y alimentación y de obsoletos equipamientos. Puede haber alguna excepción, pero desgraciadamente la regla es la inadecuación. Eso lo saben, todos, todos, todos, los responsables políticos del sector de los servicios sociales (salvo que no hayan pisado en su vida una residencia privada); todos, todos, todos los inspectores, técnicos, gestores públicos y lo que aun es peor, todos, todos, todos, los familiares que se hayan molestado en ir periódicamente a ver a sus ancianos residentes.

Mientras el gasto en dependencia no sea una prioridad social y no supere el 0’5% del PIB y los Servicios Sociales sean la pariente pobrísima de nuestro Estado de Bienestar Social, mientras los poderes públicos deleguen en el sector privado la responsabilidad del cuidado de las personas dependientes, sin ejercer el adecuado y permanente control de calidad, seguiremos encontrándonos con tragedias como la ocurrida ahora en Agramunt.

 Esperemos que en la próxima legislatura se establezca una suficiente financiación al Sistema de Dependencia, que permita en el futuro que situaciones como las vividas en Zaragoza y Lérida no se puedan repetir.


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