lunes, 9 de marzo de 2015

OPERA " EL PÚBLICO": A GARCÍA LORCA LE HUBIERA GUSTADO


No me entusiasman especialmente las operas del siglo XX y menos las del XXI. Hay algunas excepciones, Richard Strauss, Puccini, Stravinsky, Kurt Weil, Prokofiev, Bela Bartok y Benjamin Britten, salvo este último, todos ellos de las primeras décadas de 1900 y en general cuanto más recientes son, menos me interesan. Por ello, reconozco los esfuerzos del anterior responsable del Teatro Real de Madrid, Gerard Mortier, por salir de los caminos trillados y ofrecernos obras impactantes como “Francisco de Asís” o “Brokeback Mountain” y ahora el estreno mundial de la opera “El Público”.

Como todos recordamos, Federico García Lorca fue el autor teatral español más genial del siglo XX. A pesar de su carácter innovador, transgresor, de la influencia recibida de las vanguardias culturales de Francia o Estados Unidos y de las propias vanguardias españolas, en su teatro como en su poesía, siempre buscó las raíces populares de la cultura de nuestro país para crear una obra cercana a la gente. Salvo dos excepciones teatrales: “Así que pasen cinco años” y sobre todo “El Público”.

Nunca llegó a estrenar esta ultima obra, escrita inicialmente en 1930, al parecer reelaborada en años sucesivos, y para la que no encontró ocasión o apoyo para subirla a los escenarios, sin duda por dos razones, el carácter profundamente surrealista de su estructura y la temática de defensa abierta del amor homosexual y mas allá de la libertad en los sentimientos y deseos. Nadie se atrevió a estrenarla hasta 50 años después de su asesinato. Lluis Pascual lo hizo en Madrid en 1987 en el teatro María Guerrero.

Mortier, siempre innovador, le encargo al compositor español Mauricio Sotelo que realizase una Opera basándose en el texto de Lorca. ¡Casi nada! La verdad es que hay que ser muy valiente para convertir una obra de teatro tan compleja como esta en una Opera. Sotelo ha contado con el escritor Andrés Ibáñez para hacer el libreto, adaptando la obra de teatro. Sotelo del que hasta ahora yo no sabía nada, es un compositor español de 54 años, ya con una larga trayectoria artística, discípulo de Luigi Nono, un gran músico italiano, por cierto comunista, pero cuyas obras son difíciles, muy difíciles de asimilar. No oculto que con esos antecedentes, yo iba un poco reticente. ¿Y cual es el resultado de esa colaboración Lorca-Sotelo-Ibáñez?

Un espectáculo fascinante, aunque desde luego nada fácil. No es solo Opera. Hay música contemporánea, ballet, flamenco, hasta cine mudo. Una coreografía rompedora, que en muchos momentos se inspira en los numerosos dibujos que hizo Lorca a lo largo de su vida. Una escenografía que transita desde lo sencillo hasta lo espectacular, con un juego de espejos en el cuarto cuadro de efectos formidables.

En el desarrollo de la opera hay momentos, quizás los mas logrados y desde luego los mas asequibles, de tono flamenco, con la presencia inestimable del gran cantaor Arcángel, de Jesús Méndez, otro gran cantante flamenco, del guitarrista Juan Manuel Cañizares y del percusionista Agustín Diassera. Junto a ellos un excelente equipo de tenores, barítonos y sopranos; unos estupendos bailarines; en el foso el conjunto instrumental “Klangforum Wien”,  24 músicos de diez países, especializados en interpretaciones y creaciones innovadoras y todos ellos dirigidos por el Director de Orquesta Pablo Heras Casado.

La opera, fiel al espíritu y a la letra de la obra de Lorca, es a la vez muy críptica, con escenas profundamente surrealistas y también muy elocuente sobre lo que Lorca quería trasladar. Hay momentos de grandísima belleza, como en el cuadro segundo cuando los dos personajes centrales discuten sobre su conflictiva relación amorosa, mientras una pareja de bailarines la van expresando con su danza. También hay momentos algo más secos, como la actuación en solitario del personaje de Julieta en el tercer cuadro.

Cuando estuvimos viéndola, solo una persona abandonó la sala en medio de la función y algunas más en el entreacto. Los aplausos no fueron apoteósicos ni generalizados, pero mucho mas de lo esperable y  continuados por una parte del público muy entusiasta.

Estoy seguro que a Lorca le hubiera gustado esta opera y este montaje. Aunque por supuesto en los años 30 habría levantado mucha mas incomprensión y rechazo, que en la actualidad. En todo caso, una vez más, hay que reconocer las apuestas tan atrevidas y tan necesarias que realizaba Gerard Mortier, sin cuyo impulso una opera como esta nunca se hubiera realizado y estrenado el Teatro Real.




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