No
me entusiasman especialmente las operas del siglo XX y menos las del XXI. Hay algunas
excepciones, Richard Strauss, Puccini, Stravinsky, Kurt Weil, Prokofiev, Bela
Bartok y Benjamin Britten, salvo este último, todos ellos de las primeras
décadas de 1900 y en general cuanto más recientes son, menos me interesan. Por
ello, reconozco los esfuerzos del anterior responsable del Teatro Real de
Madrid, Gerard Mortier, por salir de los caminos trillados y ofrecernos obras
impactantes como “Francisco de Asís” o “Brokeback Mountain” y ahora el estreno
mundial de la opera “El Público”.
Como
todos recordamos, Federico García Lorca fue el autor teatral español más genial
del siglo XX. A pesar de su carácter innovador, transgresor, de la influencia
recibida de las vanguardias culturales de Francia o Estados Unidos y de las
propias vanguardias españolas, en su teatro como en su poesía, siempre buscó
las raíces populares de la cultura de nuestro país para crear una obra cercana
a la gente. Salvo dos excepciones teatrales: “Así que pasen cinco años” y sobre
todo “El Público”.
Nunca
llegó a estrenar esta ultima obra, escrita inicialmente en 1930, al parecer
reelaborada en años sucesivos, y para la que no encontró ocasión o apoyo para
subirla a los escenarios, sin duda por dos razones, el carácter profundamente
surrealista de su estructura y la temática de defensa abierta del amor
homosexual y mas allá de la libertad en los sentimientos y deseos. Nadie se atrevió
a estrenarla hasta 50 años después de su asesinato. Lluis Pascual lo hizo en
Madrid en 1987 en el teatro María Guerrero.
Mortier,
siempre innovador, le encargo al compositor español Mauricio Sotelo que
realizase una Opera basándose en el texto de Lorca. ¡Casi nada! La verdad es
que hay que ser muy valiente para convertir una obra de teatro tan compleja
como esta en una Opera. Sotelo ha contado con el escritor Andrés Ibáñez para
hacer el libreto, adaptando la obra de teatro. Sotelo del que hasta ahora yo no
sabía nada, es un compositor español de 54 años, ya con una larga trayectoria
artística, discípulo de Luigi Nono, un gran músico italiano, por cierto
comunista, pero cuyas obras son difíciles, muy difíciles de asimilar. No oculto
que con esos antecedentes, yo iba un poco reticente. ¿Y cual es el resultado de
esa colaboración Lorca-Sotelo-Ibáñez?
Un
espectáculo fascinante, aunque desde luego nada fácil. No es solo Opera. Hay
música contemporánea, ballet, flamenco, hasta cine mudo. Una coreografía
rompedora, que en muchos momentos se inspira en los numerosos dibujos que hizo
Lorca a lo largo de su vida. Una escenografía que transita desde lo sencillo
hasta lo espectacular, con un juego de espejos en el cuarto cuadro de efectos
formidables.
En
el desarrollo de la opera hay momentos, quizás los mas logrados y desde luego
los mas asequibles, de tono flamenco, con la presencia inestimable del gran
cantaor Arcángel, de Jesús Méndez, otro gran cantante flamenco, del guitarrista
Juan Manuel Cañizares y del percusionista Agustín Diassera. Junto a ellos un
excelente equipo de tenores, barítonos y sopranos; unos estupendos bailarines;
en el foso el conjunto instrumental “Klangforum Wien”, 24 músicos de diez países, especializados en
interpretaciones y creaciones innovadoras y todos ellos dirigidos por el
Director de Orquesta Pablo Heras Casado.
La
opera, fiel al espíritu y a la letra de la obra de Lorca, es a la vez muy críptica,
con escenas profundamente surrealistas y también muy elocuente sobre lo que
Lorca quería trasladar. Hay momentos de grandísima belleza, como en el cuadro
segundo cuando los dos personajes centrales discuten sobre su conflictiva relación
amorosa, mientras una pareja de bailarines la van
expresando con su danza. También hay momentos algo más secos, como la actuación
en solitario del personaje de Julieta en el tercer cuadro.
Cuando
estuvimos viéndola, solo una persona abandonó la sala en medio de la función y
algunas más en el entreacto. Los aplausos no fueron apoteósicos ni
generalizados, pero mucho mas de lo esperable y
continuados por una parte del público muy entusiasta.
Estoy
seguro que a Lorca le hubiera gustado esta opera y este montaje. Aunque por supuesto
en los años 30 habría levantado mucha mas incomprensión y rechazo, que en la
actualidad. En todo caso, una vez más, hay que reconocer las apuestas tan
atrevidas y tan necesarias que realizaba Gerard Mortier, sin cuyo impulso una
opera como esta nunca se hubiera realizado y estrenado el Teatro Real.
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