La
decisión de PODEMOS de proponer como candidata a la Alcaldía de Madrid a
Manuela Carmena ha sido un gran acierto y refleja una indudable apertura de
miras por parte de ese partido. Manuela Carmena va a ser una excelente alcaldesa de Madrid.
Cuando
entré en la Facultad de Derecho de la Complutense en septiembre de 1966 aun
estaba muy presente su actuación como dirigente del movimiento estudiantil por
la democracia (junto con Cristina Almeida y Paca Sauquillo).
La
conocí personalmente en junio de 1971 cuando nos reunió a los militantes y
simpatizantes del PCE que estábamos terminando la carrera, para hablarnos de
los despachos laboralistas. Ya tenía una cierta idea de ellos y en aquellos
mismos momentos mis amigos Javier Sauquillo y Lola González Ruiz estaban
montando el suyo en la calle General Oraa. La intervención de Manuela fue tan
deslumbrante, que salí con la idea decidida de ser abogado laboralista como
ella.
La
siguiente vez que la vi fue con motivo del asesinato del obrero de la construcción
y militante comunista, Pedro Patiño, cuya mujer Dolores era la supersecretaria
de su despacho. Manuela estaba destrozada pero con una gran serenidad, al igual
que sucedió seis años mas tarde, cuando en su despacho de
Atocha 55 se produjo la matanza de nuestros compañeros.
Manuela
era adorada por los trabajadores a los que defendía y en especial los de la construcción
de Madrid y sus dirigentes, Macario, Tranquilino y Arcadio, incluso por la
nueva generación de activistas, que no eran nada fáciles. Sus intervenciones en
la Magistratura de Trabajo eran vehementes, razonadas y llenas de sentido común.
Por ello la respetaban Magistrados y Abogados, incluso los de derechas y desde
luego los bedeles que la llamaban cuando llegaba a toda prisa al edificio de Martínez
Campos llena de carpetas, tras aparcar de cualquier forma su pequeño Mini, para
hacerse cargo de cuatro, cinco o seis juicios por día.
También
la adoraban los abogados laboralistas catalanes del PSUC, con los que al
principio había trabajado; Lluis Salvadores la quería como una hija. Recuerdo
los paseos nocturnos por las Ramblas con Lluis, con Albert Fina y Monserrat
Aviles hablando sin cortarnos un pelo de la Assamblea de Catalunya y de los
avances unitarios de la oposición democrática, a diferencia de Madrid donde
todo era más difícil.
No
sé si la adoraban tanto algunos de los
miembros del Comité Provincial del PCE de Madrid, del que formó parte durante
unos años, por elección de la célula de abogados. Algunas noches en su casa de la Calle Lira, mientras
en el tocadiscos sonaban sin parar The Doors, The Gratefuld Dead o The New
Riders of Purple Sage que había comprado su marido Eduardo en California, al
llegar de una reunión me contaba su
malestar por las discusiones entre el minoritario sector renovador del Comité
Provincial y los sectores mas cuadriculados.
Manuela
era una militante y dirigente equilibrada, identificada con la política del
Pacto por la Libertad y con el eurocomunismo, leal pero no devota. Recuerdo la
impresión que nos causó una cena con Alfonso Sastre y Eva Forrest, en el año
1972, cuando ellos estaban rompiendo con el PCE y acercándose a ETA. O la
desolación que nos produjo las charlas en Londres en el verano de 1973 con José
María Elizalde, otro gran líder estudiantil comunista, compañero y gran amigo
de Manuela, que nos comunicó que abandonaba el Partido porque cada vez le convencía menos
y se iba nada menos que con los anarquistas.
Manuela
era valiente. Una tarde estando reunidos en el Despacho de Españoleto nos
llamaron diciendo que la policía tenia rodeada la sede del Sindicato Vertical
en la entonces calle de José Antonio 69 y que iban a detener a militantes muy buscados
que estaban haciendo una asamblea. Allá que nos fuimos Manuela y yo. Al llegar,
en la puerta estaba el Comisario Delso, unos de los peores jefes de la Brigada Político-Social.
La policía tenía agarrados a varios sindicalistas y en especial a Javier, “el
Gitano”. Manuela se puso a discutir con Delso y le dijo textualmente “si se los
llevan detenidos, nos tienen que llevar también a nosotros”. Delso no se lo pensó
dos veces. Tras dos o tres horas en un despacho del primer piso de la BPS en la
Dirección General de Seguridad, apareció nada menos que Saturnino Yague, el
jefe de la BPS y nos dijo “vaya lío que están montando vuestros compañeros
abogados, total para nada, sino estáis detenidos, habéis venido a una mera
formalidad; en cuanto firméis una declaración burocrática os vais” y así fue.
La
capacidad de trabajo de Manuela era asombrosa. Podía salir del despacho a las
once de la noche, coger el Mini (repleto de papeles del despacho, de panfletos y
de juguetes de su hija Evita) y salir para Valencia a una reunión de abogados
laboralistas de toda España, llegar a
las 5 de la madrugada y ponerse a buscar un hostal para echar una cabezada
antes de la reunión. Comía poco y casi no cenaba. Salvo zanahorias crudas, tartas
de vegetales o los sabrosos zumos que se hacia en su maravillosa licuadora, o
que nos tomábamos en una zumeria cerca de la Glorieta de San Bernardo. La única
excepción que hacía era ir de vez en cuando al recién inaugurado Hollywood de
la calle Magallanes.
Manuela
adoraba a su hija Eva, que a veces se quedaba dormida en el despacho hasta que
su madre acababa de despachar o una reunión y adoraba a sus padres y siempre
estaba con la desazón de que con tanto trabajo iba poco a verlos y eso que lo
hacía todas las semanas.
Manuela
era comunista, pero antes que nada era feminista. Su libro de cabecera era “El
cuaderno dorado” de Doris Lessing, que sin duda influyo en su posterior
evolución política. Una vez conseguida la democracia, abandonó el Partido, posiblemente
empujada por lo mal que hicimos las cosas con la territorializacion de los
profesionales y las tensas relaciones entre la dirección de CCOO y los
laboralistas. Llamé a Salvadores para comentarlo, estábamos los dos desolados.
Y tiempo después dio el salto a la Judicatura.
Su
lucha por la democratización y sobre todo por el cambio de la Administración de
Justicia ha sido larga y constante. Sus enfados con muchos colegas progresistas
que no entendían la radicalidad y a la vez racionalidad de sus propuestas han
sido frecuentes. En los últimos tiempos ha desarrollado su idea de “Reinventar
la Justicia”.
Manuela,
jubilada en la judicatura, ha seguido interesándose en como mejorar la vida de
la gente. Hace unos meses me llamó para ver que me parecía la idea de poner en
marcha en Madrid una encuesta a parados realizada en las oficinas del INEM por
los propios parados, que pusiera en evidencia las carencias y limitaciones del
Servicio Publico de Empleo e indagara propuestas de mejora.
Seguro
que Manuela va a ser la próxima
Alcaldesa de Madrid. Su desempeño lo va a tener muy difícil. Tantos años del
PP, han dejada machacada y exhausta la ciudad. Tendrá que “reinventar Madrid”,
echar imaginación, ejercer su voluntad de lograr consensos sociales y políticos
y promover a fondo la participación
ciudadana. Necesitará para ello el apoyo y el concurso sobre todo de muchos
jóvenes en su candidatura de “Ahora Madrid”
y en el gobierno municipal. Y además tiene muy cerca buenos conocedores
de la problemática urbanística de una ciudad tan compleja como Madrid que
siempre la podrán echar una mano.
Será
una gran alcaldesa.
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