Las derechas gobernantes en Madrid y en
Barcelona están decididas a llevarnos a un callejón sin salida. Y mientras el
mundo se mueve y se transforma por días, por horas, nosotros estamos absortos
en una polémica propia del siglo XIX y nos mantenemos al margen de los grandes
debates que se están dando sobre el panorama postcrisis o p.e. sobre el
trascendental y muy complejo acuerdo que se está negociando entre la Unión
Europea y los Estados Unidos, de enorme trascendencia para nuestra economía.
La movilización del 9-N fue muy
importante por dos razones. En primer lugar porque sacar en torno a 2 millones
de personas a la calle no es cualquier cosa, aunque se cuente con un
impresionante y sostenido despliegue de apoyo gubernamental de la Generalitat y
con la ayuda inestimable de la sucesión de torpezas del gobierno de Rajoy; pero
siendo una grandisima movilización que sería un grave error minusvalorar, ha quedado
lejos de ser mayoritaria. En segundo lugar porque pasarnos semanas y semanas
debatiendo sobre qué hacer el 9-N, ha conseguido que ni en España ni en
Cataluña la ciudadanía se entere de los presupuestos para el año 2015 y que el
debate parlamentario sobre los mismos, el tema mas importante de cada año
parlamentario, pase sin pena ni gloria o todo lo mas con las cuchufletas del
Ministro Montoro. Presupuestos que en Cataluña van a tener una reducción de
nada menos que 4.000 millones de euros.
Así que todos los que parten el bacalao
en Madrid y Barcelona están contentos. Los que no deben estar tan contentos son
los millones de parados de nuestro país, cuya situación esta en lista de espera
dentro de las prioridades de los dos gobiernos neoliberales.
Y después del 9-N, Rajoy más de lo mismo
y Artur Mas, ídem; viendo como pueden sacar tajada electoral del desastre que
han provocado.
Tenía la ingenua confianza que el PP iba
a moverse algo. Me había animado el razonable articulo conjunto de los
exministros Josep Piqué (PP) y Jordi Sevilla (PSOE) publicado en El País y también
me había sorprendido gratamente la moderación del portavoz de Societat Civil
Catalana, José Ramón Bosch, al que tuve ocasión de escuchar hace unos días, oponiéndose
a cualquier medida de judicialización de la consulta y llamando a la
negociación política. Vanas ilusiones. Las cada día mayores incertidumbres de
la recuperación económica, mas la ristra de escándalos de corrupción, obligan a Rajoy a seguir poniendo el foco en
el reto independentista.
¿Y la izquierda qué hacemos? Seguimos
sin encontrar nuestro espacio diferenciado de unos y otros. El PSOE esta condicionado
por su ambivalencia: por una parte el respaldo, en exceso legalista, a las
posiciones del gobierno estatal y por otro el apoyo matizado a los socialistas
catalanes. Pedro Sánchez intenta diseñar una posición mas autónoma de la que
tenía Pérez Rubalcaba o a la que sigue teniendo Susana Díaz, pero no termina de
tirar hacia delante. Es cierto que no son nada fáciles los equilibrios de diversa índole
que deben mantener los socialistas, pero tendrían que realizar una campaña mucho
mas capilar y extensa en el conjunto del país, sobre como ven ellos la reforma
constitucional, el modelo federal y el proceso de pronunciamiento de la
sociedad catalana. Y los socialistas deben ser muy firmes en la oposición
tajante a las querellas u otras medidas judiciales contra el gobierno catalán,
eso sí sin caer en algunos excesos como los del expresidente Montilla y su declaración
de amor a Artur Mas.
En cuanto a Izquierda Plural, lo primero
que debería tener en cuenta son los resultados de la famosa consulta en el
cinturón industrial de Barcelona, donde los nacionalistas han patinado cosa
mala. Por mucho que se empeñen una parte de las cúpulas de ICV y de la CONC
(UGT en Cataluña es un caso perdido para la sensatez) la clase obrera catalana
no está por el independentismo y sobre todo no está por hacerle el caldo gordo
al gobierno ultraliberal de Artur Mas. Es verdad que las tensiones internas en
ICV y en la CONC bordean la ruptura interna, pero su ambigua postura no
contribuye a dar la batalla ideológica al nacionalismo neoliberal y tampoco
genera suficientes apoyos entre las clases trabajadoras catalanas,
¿Y que decir de PODEMOS? Seguimos sin
saber cual es su propuesta al respecto, además de nadar y guardar la ropa.
Mientras, crece la desigualdad social en
toda España, incluida Cataluña. Sigue cayendo la protección económica a los
desempleados. La atención a la dependencia sigue atascada. El crédito no llega
a las PYMES, los autónomos y las familias. No hay respuesta a las
recomendaciones de organismos internacionales que nos dicen que hay que reducir
la desigualdad salarial, pero a la baja. Los servicios sociales están desmantelándose.
Los jóvenes de clase media siguen haciendo las maletas camino de la emigración.
Así que sigamos en el laberinto de Rajoy
y Artur Mas, que ya otros decidirán por nosotros (y ahí si que no valen
referéndums de ningún tipo) cual es el futuro que nos espera tras la salida de
la crisis.
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