No me imagino a los viejos dirigentes
comunistas o de CCOO, como Simón Sánchez Montero, José Sandoval, Marcelino
Camacho, Julián Ariza, Macario Barjas o el socialista Luis Gómez Llorente, trajinando
con tarjetas opacas.
Y la pregunta que muchos nos hacemos es
¿cómo es posible que esto haya sucedido? Conozco a un parte de los implicados,
a alguno desde que era un adolescente luchador contra la dictadura y le defendí
en una demanda en Magistratura de Trabajo frente a los desmanes de su empresa.
Con otro he militado largos años en los mismos proyectos políticos y siempre ha
sido una persona ponderada, constructiva, aportadora de ideas.
¿Qué ha pasado?
Desde luego no estoy por la labor de
demonizar a nadie ni pensar que se han pasado al lado malo de la historia, como
le sucedió al Jedi Darth Vader en la Guerra de las galaxias. Además creo que
hay que diferenciar ilegalidades, irregularidades y prácticas éticamente
inadmisibles, porque no es lo mismo. En todo caso me gustaría hacer una reflexión
de fondo al respecto que ayudara a explicar esta situación.
Y en estos días aciagos me ha venido a
la cabeza un comentario que hace ya más de 20 años me hizo mi amigo y camarada
entrañable, ya fallecido, Manolo López,
abogado laboralista y comunista de larga y heroica trayectoria. Estábamos con
nuestras familias en el parque del Retiro un domingo tomándonos una cerveza. Se
acercó una persona pidiendo dinero, él sacó unas monedas, se las dio y me dijo,
“Yo desde que ha caído el Muro de Berlín doy limosna a todos los que me piden
por la calle”. Me quede sorprendido por la frase y desde luego en aquel momento
no entendí la profundidad de la misma.
Manolo tenía toda la razón. Aunque para
los eurocomunistas, y él lo era a fondo, el socialismo real era algo con lo que
habíamos roto hacía mucho tiempo, sin embargo seguíamos teniendo una referencia
ideológica que había comenzado en Octubre de 1917 con la toma del Palacio de
Invierno de San Petersburgo por los bolcheviques.
Y poco a poco nos hemos ido quedando sin
referencias, hasta casi diría que sin esperanzas. Porque ni siquiera ya nos
servía Cuba y para que hablar de China. Algunos de nosotros optaron por lo que
consideraban el mal menor, incorporarse a la socialdemocracia, para al menos
ayudar a hacer cosas concretas para mejorar la vida de la gente trabajadora.
Otros nos mantuvimos a trancas y barrancas en IU y hubo quienes se quedaron en el
limbo a la expectativa.
Pero en definitiva las férreas
convicciones ideológicas que habían configurado nuestro compromiso y activismo político
y sindical se resquebrajaron. En el campo sindical la necesaria independencia orgánica
de nuestros partidos de referencia, al menos en el caso de CCOO, se llevó a tal
extremo paranoico, que nos dejó desnudos en términos ideológicos.
Este terrible proceso coincidió en el
tiempo con la evidente transformación de la sociedad española. Con un notabilísimo
crecimiento económico, que llegó a gran parte de la población y por supuesto a
la clase obrera. Con un cambio de modelos sociales de referencia, que dejaron
de ser los viejos obreros que tenían una concepción de la vida sustentada en
valores de clase “tradicionales”: el trabajo bien hecho, la responsabilidad, la
honradez, la solidaridad, los vínculos colectivos…etc. Todo ello se fue
sustituyendo por otros valores impulsados por el neocapitalismo ultraliberal,
del ascenso social, el consumo desmedido, el triunfo de la imagen, el individualismo.
La izquierda no supimos o no pudimos,
renovar nuestras ideas, y adecuarnos a las nuevas realidades de un mundo en
permanente cambio, y a la vez mantener la esencia de nuestros valores,
defenderlos y confrontarlos con los de los neoliberales.
Nos quedamos sin sistema ideológico y
perdimos la batalla de los valores.
Y unos, los mas honestos y compasivos,
empezaron a dar limosna y a otros les pareció normal que les dieran unas
tarjetas opacas como una especie de sobresueldo.
Junto a ese aspecto del desmoronamiento ideológico
hay otra razón que explicare con una segunda anécdota.
Hace mas de diez años, cuando asumí un
cargo en una administración autonómica,
mi nueva jefa me indicó que tenía que dejar sin ninguna función de
responsabilidad a todos los altos funcionarios del PP, que eran la mayoría, y
poner a gente segura afín a la izquierda. Tomé nota de su indicación y me dediqué a conocer a unos y a otros, comprobando que había
gente de derechas excelentes profesionales y que algunos de los recomendados no
daban la talla ni de lejos. Le trasladé mi opinión a mi superiora y me contestó
tranquilamente: “la derecha lleva mandando aqui desde 1938, ahora por fin nos
toca a nosotros, ¡que ya era hora!”. No la hice caso y a los tres meses dimití.
Y a ese argumento de ¿por qué no vamos a
tener derecho nosotros? se le suma una especie de justificación: ¿qué representan
unas decenas de miles o unos pocos centenares de miles de euros de sobresueldo
opaco en comparación a las indemnizaciones de muchos millones de euros que se
han llevado los grandes directivos, en muchos casos inútiles y con nefasta gestión,
de la Banca, o de las multinacionales, incluyendo la indemnización por despido
que cobró el actual Presidente de Bankia, que fue largado del BBVA con una pensión
anual desde los 55 años de 3 millones de euros/año?
Esa conjunción de factores es el
trasfondo del escándalo de las tarjetas opacas. Luego están, por supuesto, los
matices de cada caso personal, de las cuantías utilizadas, de los tipos de
gasto efectuados o de las actitudes que ha tomado cada cual cuando les han
pillado.
Por eso va a ser tan difícil acabar con
esa intensa y extensa telaraña de las diversas formas de corrupción y
corruptelas. Pero si no hay ideología que al menos aspire a un mundo
medianamente alternativo, ¿qué demonios hacemos la izquierda política y sindical
en las instituciones?
Una ultima anécdota. En estos días he
cenado con un grupo de amigos y amigas. Todos de la izquierda clásica. Todos,
menos otro y yo, dijeron que iban a votar a PODEMOS. ¿qué les podía decir que
sonara convincente?
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