Dos prestigiosos historiadores,
Tony Judt y Josep Fontana, de características e ideología distintas, en sus
libros de referencia, “Postguerra” y “Por el bien del Imperio”, al analizar
algunos de los grandes errores estratégicos de las grandes potencias y de sus máximos
dirigentes desde 1945 hasta nuestros días, coinciden en señalar que estos se
debieron en buena medida en la falta de estudio y conocimiento de las
consecuencias posteriores. En otras palabras, la improvisación, que se
transforma en grave irresponsabilidad. A Fontana y Judt no les cabía en la
cabeza que, con la cantidad de asesores, gabinetes de estudios, estrategas,
analistas, etc. de que disponen habitualmente los grandes líderes políticos,
sean incapaces de tomar en consideración los escenarios previsibles ante la adopción
de medidas de gran importancia.
Estas reflexiones
parecen plenamente aplicables a las conductas de los presidentes Rajoy y
Puigdemont. Están llevando a España y a Cataluña a un callejón sin salida, a
una tensión sin precedentes, poniendo en riesgo lo logrado en la etapa más
larga y fructífera de democracia de la atormentada y dramática historia de
nuestro país.
Uno conduce a la
sociedad catalana hacia un escenario imposible, ilusorio, construido con los
cuentos chinos que han venido contando a sus crecientes seguidores, creyéndose,
o al menos eso aparentan, el oasis en el que iban a vivir una vez lograda la
independencia. No han valorado con un mínimo rigor cuales iban a ser las
reacciones del gran empresariado ni de los aliados del estado español en la Unión
Europea. Se han creído que estábamos en el siglo XIX. Han alimentado espejismos
y ahora tienen muy difícil retroceso. Puigdemont solo puede o seguir en la
huida hacia adelante, hacia el martirio político, o marcharse a su casa entre la
confusión o incluso el oprobio de los suyos. Ya no le queda Plan B.
Rajoy está jugando con
demasiados fuegos. Quiere contentar a la parte de sus bases más centralistas y
derechistas; quiere comerle espacio a Ciudadanos y quiere achicharrar a un PSOE
que estaba en trance de recuperación. Es posible, aunque no seguro, ya veremos cómo
acaba todo, que en este irresponsable órdago el presidente del Gobierno de
España logre hacer olvidar al electorado las facturas de la corrupción y lograr
una mayoría absoluta o casi, consolidando los gobiernos de la derecha en
nuestro país por una larga temporada. Pero las enormes heridas que se están profundizando
en la sociedad catalana no se cerraran en muchos años.
Aún no sabemos cuál será
el siguiente paso en el abismo. ¿Van a detener al gobierno catalán, si no
obedece las ordenes de la aplicación del artículo 155? ¿Han pensado en ese más
que posible escenario? ¿Han pensado en la previsible respuesta social en las calles
de Cataluña en los próximos días? ¿Están valorando las consecuencias de la implicación
del Rey para el futuro de la monarquía? ¿Han tenido en cuenta el disparadero al
que conducen a la izquierda catalana, PSC y En Común, que se están quedando sin
margen de maniobra para tender puentes en una sociedad cada vez más polarizada?
Y lo peor de todo, ¿y
si de las futuras elecciones en Cataluña el independentismo cobra aún más
fuerza, lo que no es nada descartable? ¿Vuelta a empezar el camino de los despropósitos?
¿Pero es que nadie
piensa en estas cosas en La Moncloa y en Ferraz?
Y hay otra pregunta que
cabe hacerse. ¿Si hoy gobernara Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos, hubiera
seguido el mismo camino que Rajoy? Quiero creer que en absoluto, de ahí la
irresponsabilidad histórica de Pablo Iglesias y su equipo al negarle su
respaldo en la primavera del 2016.
El PSOE puede ser
devorado irremediablemente en esta vorágine, en este giro a la derecha que se está
imprimiendo al conjunto de la sociedad española. Es verdad que Pedro Sánchez no
lo tiene nada fácil, entre las presiones de los medios de comunicación, de los
barones y dirigentes históricos y del propio gobierno. Pero a la hora de la
verdad no ha sido capaz de mantener un espacio diferenciado, como parecía haber
dado a entender con su propuesta de Comisión parlamentaria para la reforma
constitucional o incluso cuando defendía poner límites a la aplicación del artículo
155, limites que Rajoy no ha admitido, a pesar de que con un cinismo digno de
mejor causa diga que el autogobierno de Cataluña no se ha suspendido.
No sé qué pensara
Iceta, el político más sensato de la izquierda catalana en esta terrible dinámica,
pero no creo que se encuentre muy a gusto con esta destitución forzada del
gobierno catalán y sus consecuencias. Y algo parecido se puede decir de Joan
Coscubiela.
Y en cuanto a PODEMOS
ni esta ni se le espera. No hemos sido capaces, mas allá de tres o cuatro ideas
genéricas, de elaborar, difundir y defender propuestas concretas para la
reforma constitucional del modelo de estado.
Sí, estamos gobernados
por unos irresponsables y aún no sabemos dónde terminara todo esto, ni tampoco
lo saben ellos. Ni siquiera es probable que ya quepa la posibilidad de una negociación,
que no podría ser con los dos actuales presidentes. El oscuro escenario al que
vamos es a una derechización del país, que seguramente la izquierda fragmentada
y desubicada no va a ser capaz de impedir.
Muy buen análisis Héctor. Las derechas de ambos lados se retroalimentan configurando un "punto de fuga" perceptivo para que la población no centre su atención en las corrupciones de los principales partidos de cada lado, ni en la inequitativa gestión de la crisis con sus graves secuelas de crecimiento de la desigualdad, aumento y cronificación de la exclusión social, etc. Y totalmente de acuerdo, esta jugada maestra de las derechas va a desarbolar a las izquierdas, movimientos y colectivos progresistas por mucho tiempo. Un pena
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