viernes, 26 de agosto de 2016

LA POLITICA, RECUERDOS DEL COLEGIO SAGRADOS CORAZONES (9)


En sexto llegó al Colegio un cura que había estado largo tiempo no recuerdo bien si en Puerto Rico o en la Republica Dominicana, (lamentablemente olvidé su nombre y no he encontrado referencias por ningún lado, así que me referiré a él como “el cura dominicano”). Traía un estilo, como diría yo, un tanto “yankilandia”. De formas y aspecto muy dinámicas y modernas. Su iniciativa estrella fue la de resucitar la Asociación de Alumnos, que en la practica no existía desde hacía tiempo, aunque seguía disponiendo de un local.

Nos indicó que los alumnos de Preu se encontraban ya con un pie fuera del colegio y pensando qué iban a estudiar en la Universidad. Por tanto los llamados a impulsar la Asociación éramos los de quinto y sexto, ya mayores, pero todavía con perspectivas de tener actividades en el Colegio.

Allí que me apunté, con algunos, pocos, más. Tuvimos varias reuniones donde quedó claro que quienes mandaban eran los de Preu y algún reciente antiguo alumno. Curiosamente con uno de ellos, Guillermo Vázquez, que estaba en silla de ruedas, años después tuve relación con al ser un abogado laboralista en el despacho de Paquita Sauquillo y otro Pedro Martín en la transición fue un cuadro medio de Alianza Popular.

Lo cierto es que en la Asociación  no se nos ocurrieron muchas ideas que pudieran gustarnos a nosotros y sobre todo al resto de los alumnos y a la vez ser aprobadas por los curas. Nuestro centro de interés con 14 y 15 años eran, por este orden, las chicas, la música, el deporte (no en mi caso), el cine y las novelas.

Tras algunos meses de reuniones, la Asociación volvió de nuevo a languidecer. Entonces “el cura dominicano” nos hizo la propuesta de publicar una revista y me pidió que me hiciera cargo de la dirección de la misma y acepté encantado.

La periodicidad de la revista era trimestral; aun y así resultó un trabajo ímprobo conseguir colaboraciones, que tenían que ser de alumnos y excepcionalmente alguna entrevista o aportación de un cura o un profesor. Además no se trataba de competir con la publicación oficial del colegio, la revista “Afán”, que ya he comentado en otra entrega que era bastante clásica, a pesar de los esfuerzos que había hecho por renovarse, al menos formalmente.

En conclusión la revista, y sus más o menos 30 paginas, si bien de tamaño medio folio, la hice casi íntegramente yo. Tenía sección de música, de cine, fotos, noticias, alguna entrevista y sobre todo comentarios de la vida colegial. Como era de prever, el primer número despertó cierta curiosidad entre alumnos y profesores. El segundo casi nada y tras el tercero pasó a mejor vida. En su desaparición también tuvo algo que ver el sesgo político que impregnaba algunos artículos, incluyendo una auto entrevista, que en el colmo de la vanidad, me hice a mí mismo.

Era inevitable la presencia de la política. Estábamos en el barrio donde se producían los altercados universitarios. Los jeeps de la policía y el helicóptero tenían su presencia en la zona.  

En el colegio, mas allá de comentarios puntuales y esporádicos, no encontrábamos respuestas a nuestras confusas preguntas políticas. La Congregación había abrazado sin genero de dudas el aperturismo de Juan XXIII y después de Pablo VI; su apuesta por los pobres era evidente, no eran clasistas y creo que buena parte de ellos no se sentían cómodos en una sociedad sin democracia, aunque por muchas razones no estaban dispuestos a manifestarse públicamente, salvo los casos ya comentados del Padre Miguel y en el plano social, el Padre Juan Antonio.

La política, de una u otra manera, siempre había estado muy presente en mi casa. Mis padres, como toda su generación, estaban muy marcados por la guerra civil. Mi abuelo había estado detenido por el Frente Popular de Santander y toda la familia tuvo que exiliarse a Francia. Mi padre, muy cercano a la Falange, se vinculó a la 5ª Columna en el Madrid republicano, siendo detenido, pasando varios meses en una cheka comunista hasta el final de la guerra.

Como tantas otras personas, con el tiempo fueron evolucionando lentamente. Mi padre, en una época colaborador de José Antonio Girón, se distanció posiblemente al no compartir los negocios que el ministro falangista tenía y de los que quiso hacer participe a mi padre. En 1958, mi padre, junto con otros altos funcionarios del Ministerio de Trabajo, estuvo una temporada en Estados Unidos estudiando su  modelo de relaciones laborales y el contacto con la realidad norteamericano también influyó en su evolución. Con anterioridad mi tío José Antonio había recorrido el camino del falangismo a la democracia y se había ido incorporando a los intelectuales antifranquistas. En casa, cuando quedaban los hermanos y cuñadas, había frecuentes debates políticos. Mi madre, por su parte estaba en la línea del Cardenal Herrera Oria y era fiel seguidora del periódico “Ya”, que leía íntegramente todos los días. El Concilio Vaticano II y el Papa Juan XXIII fueron también decisivos para la evolución de mis padres.

En ese contexto fluido, en 1963 mi padre dio el importante paso de hacerse socio fundador de la revista y editorial de “Cuadernos para el Dialogo”. Así fue como desde el primer número llegó esta publicación a mi casa y tengo que decir que quien se la leía de arriba abajo era yo, aunque con 14 años muchas cosas lógicamente no las entendía.

Tenía un enorme batiburrillo en mi cabeza, que se reflejaba muy bien en la decoración de las paredes de mi habitación, a la que por cierto mis padres nunca se opusieron aunque no les entusiasmaba. Allí convivían Francoise Hardy, mi musa incontestable, Ursula Andress, James Dean, The Beatles, The Animals, Raimon, The Rolling Stones, John Kennedy, el Che Guevara, Kruschev con su zapato, Mao-Tse Tung, Fidel Castro,  Juan XXIII…Mis amigos no tenían en aquellos tiempos ese mismo nivel de interés político, pero claramente querían vivir en un país con libertades.

A través de mi primo Fernando, que por sus hermanos y su padre vivía  en un ambiente mucho más relacionado políticamente, conocí a Jorgito Fabra, intimo amigo de Fernando. Un día me habló de las Juventudes Comunistas, de las que formaba parte. Era un mundo no solamente nuevo para mí, sino sobre todo lleno de misterio y de interrogantes. Sentía una gran admiración y respeto por Jorge.

Pero para desesperación de mi primo Fernando, que resignadamente me acompañaba de vez en cuando a las fiestas patronales del colegio, en ese momento todavía no tenía yo ni madurez ni voluntad para dar el paso al compromiso político. Aun recuerdo las caras de Jorge y Fernando cuando les dije que quería ser misionero, Fernando me preguntó a bocajarro “¿pero tu no quieres acostarte con una mujer?” y yo no supe contestarle otra cosa que “y eso que tiene que ver?”.

Encaucé mis deseos de cambio a través de la religión. Tras fracasar el intento de ingresar en el Seminario de los Sagrados Corazones de Miranda de Ebro (como ya he contado en un post de hace meses), me centré en el estudio de la Biblia y de los Evangelios y en el  voluntariado con los Misioneros Combonianos.  



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