martes, 31 de mayo de 2016

15 DIAS Y MIL KILOMETROS POR LA SICILIA


Siempre habíamos tenido ganas de conocer Sicilia. Después de haber visto la magnífica serie de televisión, “El Comisario Montalbano”, el interés se multiplicó. Y allí que nos hemos ido. Han sido 15 días y más de mil kilómetros.

Todas las expectativas se han colmado al máximo, a pesar del estado de las carreteras, incluidas autopistas recién terminadas, y de que los horarios de los trenes y autobuses son a titulo indicativo.

La primera sorpresa ha sido encontrar una isla muy montañosa (a parte del Etna), muy verde, llena de flores, de vegetación muy diversa, con una primavera exuberante; por tanto una recomendación: hay que ir en estos meses, porque además no hace calor y hay mucho menos turismo.

Lo segundo que llama la atención es que los sicilianos ni en las ciudades ni en las carreteras se rigen por el código de circulación habitual, tienen otro, secreto o no escrito. Adelantan en prohibido, se saltan los stops y ceda el paso, se meten por calles y carriles en dirección prohibida, a menudo no respetan los escasísimos semáforos…..pero aparentemente no pasa nada, no vimos ningún accidente y el caos circulatorio a su manera funciona. Incluso respetan mucho a los innumerables peatones que cruzan las calles por donde les da la gana. Y todo ello se acentúa en el caso de las motos, que aparecen por todas partes. Conducir por Catania o Palermo es una experiencia mucho más intensa que cualquiera de las atracciones peligrosas de los Parques de Atracciones o incluso hacer deporte de alto riesgo.

Lo tercero es la cantidad de puestos de frutas y verduras que hay en las calles de las ciudades y pueblos, con una gran surtido y a unos precios mucho más baratos que en España.

¡Y vaya descubrimientos culinarios que hemos hecho! Para empezar “la caponata”, una especie de pisto a base de berenjena, exquisito. Siempre que podíamos, lo pedíamos. Después, los productos con almendras, granizados y helados,  leche de almendras, dulces, etc.  casi casi tan ricos como el arnadi, la horchata y la leche merengada de Valencia. Y los sensacionales risotos, muchísimo más ricos y que no tienen nada que ver con los que preparan en los restaurantes italianos en España, incluidos los mas afamados. Los calamares, las almejas, los mejillones, la sepia, el pulpo, el pez espada, los preparan de maravilla. ¡Y que tartas y pasteles! Lo único que no nos convenció fueron los “arancini”, quizás porque no probamos los que la hacía su asistenta al Comisario Montalbano.

En definitiva en las comidas, como en otras muchas cosas, se evidencia la riqueza de influencias de los pueblos que han pasado por Sicilia, desde los griegos hasta los árabes, desde los normandos hasta los españoles. Y desde luego los precios de comer son mas baratos que en nuestro país.

Hablar de la belleza de las iglesias, de los palacios, de los monumentos griegos y latinos, es un lugar común, pero apabulla la cantidad de ellos que hay en todas las ciudades. Aunque muchos necesitarían una buena mano de pintura y en general mucho más mantenimiento. De Palermo y de Catania teníamos ya estupendas referencias, tan solo decir que cada día nos dimos paseos de entre 8 y 10 kilómetros sin dejar de disfrutar ni un minuto. Y nos encontramos con dos ciudades impactantes, Siracusa y Ragusa, que recomiendo como imprescindibles.

La cuarta sorpresa han sido el Duomo de Monreale y la Capilla Palatina de Palermo. Las pinturas de estilo bizantino nos impresionaron tanto que hacen palidecer el recuerdo de Santa Sofía de Estambul. Tan solo por ver esas dos Iglesias merece la pena visitar Sicilia.

La quinta sorpresa fue lo vivo que está el sentimiento de la lucha por la independencia y de la resistencia contra el fascismo y los nazis. Además de los monumentos y las calles y plazas, hay numerosas placas en edificios que recuerdan a personalidades y hechos relevantes de esos dos momentos fundamentales en la historia de Italia. También da un poco de envidia comprobar el sentimiento nacional, que al menos tienen los Sicilianos y que en España está hoy tan desdibujado.

La sexta sorpresa fue la cantidad de visitas escolares en los monumentos, que en España es mucho menos frecuente. Es una buena manera de conocer desde la infancia la historia y la cultura. También habíamos gente de la tercera edad y por cierto, salvo en uno, en todos los sitios había carteles avisando que se había anulado la reducción a los mayores de 65 años.

Por supuesto hicimos la peregrinación a Punta Seca donde está la casa del comisario Montalbano. Es un pueblo pequeño, agradable, con una playa muy coqueta, en la que me bañe intentando emular al comisario, con el faro y la casa tal y como sale en la serie. Y después a comer en un restaurante a pie de playa en la Marina de Ragusa (Marinella en la serie), otro playa muy bonita. Lo que no encontramos fue a esas bellísimas sicilianas que en cada capítulo caían perdidamente enamoradas de Montalbano. Tampoco vimos a Catarella, ni al subcomisario Augello, ni a Fazio, estarían de servicio.

Tuvimos tiempo para ir de compras culturales a “La Feltrinelli”, para aprovisionarnos de música y literatura en italiano. Incluso en el hotel pudimos ver, como no podía ser de otra manera, la final de la Champion, sufriendo por la inmerecida derrota del Atleti. Ah, y nos hemos hecho unos expertos en selfies.

Ls septima sorpresa y esta de tinte político. En todos los hoteles nos cobraron la tasa turística, 3 o 4 euros por noche, según la ciudad y no parece haberse resentido la afluencia de turistas, como la patronal mallorquina y catalana habían amenazado cuando la izquierda propuso una tasa de 1 euro en Barcelona y en Baleares.

Los tres únicos incidentes fueron la espera de casi una hora en la parada del autobús a Monreale; cuando el primer día en la autovía a Taormina me metí en el carril de pago automático, recibiendo una sonora pitada de la cola de coches que se formo inmediatamente detrás de mi y a los que no dejábamos pasar; por último el atasco monumental a la entrada en Palermo porque estaba cortada la calle por un cortejo fúnebre.


Sí, Sicilia es maravillosa y los sicilianos y las sicilianas son simpáticos y amables y por lo general hablan mas bajo que la gente española (lo cual es muy de agradecer).

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