jueves, 25 de febrero de 2016

GRAN BRETAÑA EN LA UNION EUROPEA: UN NECESARIO MAL ACUERDO


Desde su ingreso en 1973 en la entonces Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña ha sido un socio incómodo y perturbador. Es algo conocido y que obedece a causas que tienen hondísimas raíces en la tradición  política de ese estado y que se pueden entender a poco que se conozca la historia. Los británicos, con una larga trayectoria imperialista, sin embargo han sufrido notables y repetidos acosos desde la Europa Continental. Todas sus grandes potencias, España, Francia, Alemania, han pretendido invadir y dominar las Islas Británicas y en la historia de Europa han sido frecuentes las alianzas políticas contra Gran Bretaña, como también es una realidad que en las dos guerras mundiales del siglo XX, Gran Bretaña recibió la mayor ayuda de los Estados Unidos..

Es por ello que en la sociedad  británica coexisten tres sentimientos diferenciados: quienes apuestan por el aislamiento y la plena autosuficiencia, quienes consideran su mejor e incluso único aliado a los Estados Unidos y los que comparten la necesidad de estar vinculados con el resto de Europa. Los sucesivos gobiernos británicos, más los conservadores que los laboristas, se han caracterizado a menudo por poner dificultades a cada propuesta o tratado de la Unión que suponía un avance en la integración económica, social y política y de hecho en determinadas cuestiones consiguieron un trato especial para Gran Bretaña. El dato más significativo fue el rechazo a su inclusión en el euro y por tanto su no supeditación a los acuerdos de la política monetaria de la llamada “eurozona”.

Si la desconfianza británica hacia el continente está muy arraigada, tampoco se quedan cortos los sentimientos en sentido contrario. No podemos olvidar que el General De Gaulle vetó durante largos años la entrada de Gran Bretaña en la Comunidad Económica Europea y hasta que no dejó el poder no se pudo desbloquear la solicitud inglesa de integración.

Por tanto el famoso “Brexit” o salida de Gran Bretaña de la Unión Europea no es producto de un malestar coyuntural ni un reflejo del proamericanismo exacerbado del Partido Conservador y de hecho hay sectores de este partido marcadamente europeistas, como también hay laboristas reticentes a la presencia en la Unión Europea. A todo ello se añaden los estrechos lazos del capitalismo ingles con el norteamericano, que nunca ha sido muy favorable a la Unión Europea, sobre todo al proceso de transformación de un mero Mercado Común a un proyecto de unidad política mucho más ambicioso, que podría competir seriamente y en mejores condiciones con la hegemonía norteamericana. Así que las cosas son más complejas de lo que a primera vista pueden parecer. 

A la hora de analizar las negociaciones entre el gobierno de Cameron y la Comisión Europea y el Consejo de Jefes de Gobierno, lo primero que deberíamos tener presente es la enorme importancia política y económica de Gran Bretaña y las consecuencias nefastas que tendría para la construcción del proyecto de la Unión Europea la salida de los ingleses. Europa sin Gran Bretaña sería mucho más frágil política y económicamente frente a Estados Unidos, Rusia o China. Ello explica como en el pasado la Unión Europa accedió, de una u otra forma, a las diversas presiones británicas para ralentizar el proceso de integración de la Unión Europea.

Por tanto, ¿cómo valorar el acuerdo al que se ha llegado? No es un buen acuerdo, ya que supone un paso atrás en el camino de la construcción política de la Unión Europea; supone un trato privilegiado a Gran Bretaña y de nuevo sienta un mal precedente de cara a otras posibles exigencias de otros estados de la Unión. Pero si la consecuencia de ese acuerdo y ese trato privilegiado es que en el próximo referéndum gana el sí a la permanencia en la Unión, habrá merecido la pena el peaje pagado. Por el contrario, una ruptura entre la Unión Europea y Gran Bretaña, habría debilitado política y económicamente a la Unión Europea, habría alentado las crecientes tendencias nacionalistas y antieuropeístas que existen en bastantes países de la Unión y habría reforzado el polo anglonorteamericano, en un momento muy delicado en el que se esta negociando el TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión), que es una apuesta de enorme trascendencia para el futuro de Europa.
 
Ha habido analistas en España y fuera de nuestro país que han puesto el grito en el cielo, por lo que consideran graves concesiones al gobierno de Cameron y utilizan expresiones dramáticas sobre el futuro de la Unión Europea. Me da la impresión de que algunos reducen la historia de Europa a lo que ellos han vivido desde que tienen uso de razón (algo parecido a lo que sucede con algunas visiones críticas de nuestra transición política).

Lo he escrito muchas veces y no me cansare de hacerlo. Revertir al menos diez siglos de enfrentamientos nacionales, económicos, religiosos, étnicos, en tan solo unas pocas décadas, es una hazaña titánica, impensable hace tan solo 70 años. Creer que por arte de magia se iban a disolver intereses contradictorios, resentimientos, hostilidades, odios, generados y en muchos casos cultivados durante cientos de años, es desconocer las identidades culturales sobre las que se han ido creando las naciones de Europa. Afortunadamente tuvimos en el pasado líderes europeos que supieron mirar al futuro, negociar y pactar, superando los millones de muertos muy recientes que les separaban.

Pero la grandeza y la visión de aquellos dirigentes, de derechas y de izquierda, y su intenso voluntarismo, no siempre fue seguido, al menos a la misma velocidad, por sus conciudadanos. La construcción Europea es un proyecto complejísimo (no hay más que ver la que tenemos liada en España con las tensiones independentistas, tras bastantes siglos de convivencia), que llevará su tiempo, que no se puede forzar inadecuadamente, y que lógicamente cuanto más se avance en políticas de integración, mayores serán las resistencias, explicitas o implícitas de gobiernos, fuerzas políticas y sectores sociales.  

Como diría Lenin, confío en que la Unión Europea con este acuerdo con Gran Bretaña hoy haya dado un paso atrás para mañana dar dos pasos adelante. Esperemos que los europeistas británicos, y en especial los laboristas y los sindicatos, actúen inteligentemente ante el referéndum y ganen la permanencia.



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