lunes, 25 de enero de 2016

ESPECTACULAR "VERSIÓN POP" DE LA FLAUTA MÁGICA EN EL TEATRO REAL


La Flauta Mágica es posiblemente la opera más deliciosa de Mozart, que es como decir una de las operas más bellas de la historia de la música. Es una obra que, además, se representa con frecuencia y de la que hay numerosas y excelentes versiones discográficas e incluso videográficas. Por ello, el anuncio de que el Teatro Real de Madrid se estrenaba en este mes de enero una versión innovadora de esta opera, despertaba tanto expectativas como temores, teniendo en cuenta los “alardes rupturistas” que algunos directores de escena someten a grandes obras de la música clásica, castigando innecesariamente al sufrido público.

En esta ocasión los temores han quedado plenamente disipados y no es porque las innovaciones hayan sido menores, todo lo contrario. Podríamos resumir esta presentación de La Flauta Mágica como una “versión pop” de la opera de Mozart. El acierto es que esta adaptación es plenamente respetuosa con el espíritu y la letra de la opera y a la vez profundamente novedosa en cuanto a su puesta en escena.

Una puesta en escena basada sobre todo en una influencia diversa que va desde el cine mudo y en especial las películas de Buster Keaton, a las imágenes psicodélicas de finales de los años 60 del siglo XX, pasando por la estética de la carteleria y pintura alemana de los años 20 y también en los dibujos de la literatura infantil mas creativa de mediados del siglo XX. Todo ello a través de la filmación de imágenes, fundamentalmente dibujos animados, que se proyectan de forma permanente sobre el escenario detrás de los intérpretes, mientras se desarrolla la opera. 

La presencia física de los interpretes resulta sorprendente  y con frecuencia hasta se puede dudar sino forman parte de la propia grabación cinematográfica, dada la perfecta integración con las imágenes que se están proyectando. 

La supresión de la narración y los recitativos, sustituidos por el mero acompañamiento del clave y los textos en la pantalla, en clara imitación del cine mudo, son igualmente otra novedad acertada.

Por ello gran parte del merito de esta representación hay que atribuírselo a Barrie Kosky y Suzanne Andrade, directores de escena y al formidable Paul Barrit autor de las imágenes animadas. El vestuario (años 20 y películas del cine mudo) y la oportuna iluminación son otras bazas que realzan la espectacularidad de la representación.

Si a todo ello le añadimos unos buenos intérpretes y una adecuada dirección de la Orquesta titular del Teatro Real, la conclusión es que estamos ante uno de los grandes hitos de la programación de los últimos tiempos, que personalmente será difícil que pueda olvidar.

Y un último comentario. La Flauta Mágica, que ha sido considerada por muchos autores como una muestra de la identificación de Mozart con la pujante masonería de la segunda mitad del siglo XVIII, es también una especie de cuento infantil, con elementos dramáticos (como deben ser todos los buenos cuentos infantiles que se precien) y con este montaje estoy seguro que a los niños y niñas de educación primaria y secundaria les fascinaría y sería una buena vía para adentrarse en el mundo de la Opera y de Mozart en particular. Es una pena que a los responsables educativos de nuestro país y de nuestros gobiernos autonómicos estas cosas ni se les pasen por la cabeza.








No hay comentarios:

Publicar un comentario