El restablecimiento de las relaciones diplomáticas
entre Cuba y los Estados Unidos es un triunfo para la convivencia democrática
entre los países, que muchos llevábamos largos años esperando. Y para las
personas progresistas, más allá de sus simpatías mayores, menores o nulas con
el régimen político de Cuba, tiene que ser un motivo de alegría.
Durante mucho tiempo la finalización del
bloqueo comercial norteamericano a la isla ha sido una exigencia de la
izquierda y aunque explícitamente no se ha acordado el levantamiento, va de
suyo que este se va a producir y de hecho algo se había ido aligerando en los últimos
tiempos.
Por ello resultan sorprendentes algunas
reticencias o advertencias de personas de izquierdas sobre los peligros que a
partir de ahora va a sufrir Cuba con el desembarco pacifico de los Yankees y
sobre todo de sus empresas. ¿En que quedamos?
Da la impresión de que a algunos les gustaría
conservar Cuba en una hornacina de cristal, incorrupta como una virgen y santa,
para poder venerarla y eso sí que se joda la población cubana malviviendo. Tienen
miedo de que la revolución termine como China o Vietnam. Que el Tío Sam la
devore a golpe de Coca-Cola, películas de Hollywood y Burger King.
La izquierda solidaria con Cuba no
podemos cerrar los ojos a la evidencia. El régimen tal y como está configurado
es inviable política y económicamente. La ayuda económica de Venezuela o las
inversiones en condiciones amistosas de otros países no pueden ni mantenerse
indefinidamente ni sustituir el desarrollo económico propio de Cuba.
Y si económicamente el sistema tiene que
evolucionar profundamente, políticamente cada día es más difícil de justificar
ante unas nuevas generaciones que ya no sienten la misma identificación con la revolución
y quieren un sistema democrático.
La clave de la transición cubana es
compatibilizar el mantenimiento de los derechos y avances sociales y la
paulatina y medida implantación de una economía de mercado y a la vez ir
negociando con las fuerzas moderadas de la oposición un calendario de
instauración del pluralismo político. El modelo no tiene porque ser ni China,
ni Vietnam, ni los estados del Este de Europa, carcomidos por el neoliberalismo
más feroz. El modelo puede ser Uruguay o Nueva Zelanda y hasta en un horizonte
mas dilatado, las experiencias socialdemócratas del centro y norte de Europa
tras la segunda guerra mundial. No es inevitable ni la colonización
norteamericana ni la destrucción de las políticas sociales y los niveles de
igualdad. Además la nueva situación puede favorecer medidas de ayuda y de inversión
de la propia Unión Europea.
¿Que el proceso va a ser complejo
difícil? Es más que evidente, pero no hay otro camino.
Una ultima reflexión. Para quienes han
despreciado la figura de Obama y no digamos del Papa Francisco, tendrán que
admitir su positivo papel en la resolución del contencioso y para quienes
consideran que da lo mismo unos que otros, un Papa que otro, o un Presidente
norteamericano que otro, aquí tenemos la prueba. ¿Cuál habría sido la posición de Reagan y Juan
Pablo II? Lo sabemos de sobra, el intervencionismo descarado en Polonia, el
apoyo a Lech Walesa, lo hubieran querido para Cuba. Afortunadamente la actitud
del Papa Francisco y de Obama y el mayor pragmatismo de Raúl Castro, han
favorecido el dialogo y no la imposición.
Todo ello debe ser motivo de alegría y
esperanza para los demócratas y los progresistas.
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