Soy socio de Intermón
Oxfam desde hace bastantes años y muy probablemente lo seguiré siendo. Cuando
me apunté a esta ONG, hubo quien me dijo que cómo lo hacía, siendo una
organización mas o menos vinculada a la Iglesia Católica y en concreto a los
Jesuitas. A pesar de que desde hace mucho tiempo es una organización laica e
independiente, ni me importaba antes ni me importa ahora.
El terrible escándalo
sexual que han protagonizado algunos de sus miembros y dirigentes, de características
parecidas a otras que tuvieron como artífices a militares en misión de paz o a
cooperantes civiles, es una vergüenza y hasta un delito que debe ser castigado
con absoluto rigor, además de que Intermón
Oxfam tome las medidas oportunas para que nunca más se vuelva a repetir.
Pero también resulta
vergonzoso que aprovechando esas practicas intolerables y la hasta cierto punto
tardía y dubitativa reacción de la dirección de I.O., se ha desatado una
campaña en algunos países y muy en especial en España, atacando a esta ONG y
cuestionando su actividad. El escandalo les ha venido de perlas a quienes
llevan mucho tiempo molestos por sus informes, o siendo señalados por su
responsabilidad en la falta de apoyo a la cooperación internacional con el
hambre y la miseria en el Tercer Mundo o con el crecimiento de la pobreza y
exclusión, como consecuencia de las políticas neoliberales frente a la crisis,
caso evidente en lo que se refiere a nuestro país.
Intermón Oxfam es una
ONG incomoda, porque no tiene pelos en la lengua, porque es rigurosa en sus
denuncias y en sus propuestas, y porque no se limita a dar la vara, sino que
desde hace mucho realiza programas de cooperación en numerosos países del mundo
con resultados muy positivos bien contrastados.
Es cierto que muchas
ONGS levantan suspicacias tanto en el ámbito de la izquierda como en la
derecha, por razones, claro está, muy distintas. La derecha quisiera que se
limitaran a ejercer su trabajo sin meterse en más líos de denuncias políticas,
económicas o sociales, no hablar de causas ni de responsables. Y en la
izquierda hay quienes consideran que las ONGS hacen caridad, ponen parches a la
explotación capitalista y viven de unas subvenciones o ayudas que estarían
mucho mejor empleadas por parte de la gestión pública.
Admito que, en mi caso,
procedente de una ortodoxa tradición política y sindical, pensaba algo
parecido. Tuve la oportunidad como Director General del IMSERSO de conocer la
realidad de las ONGS. De la cantidad de papeletas que nos resolvían a las
administraciones públicas, fuera por la insuficiencia de nuestros recursos,
centros, programas, etc. o por las dificultades de tramitación urgente y
diversificada de las posibles soluciones.
Por no citar más que
unas pocas, recuerdo con admiración la gestión de Caritas, Cruz Roja o Andalucía
Acoge, cuando el tremendo conflicto de El Ejido (Almería) y los campamentos
infrahumanos de inmigrantes en Ceuta y Melilla. O el apoyo recibido del MPDL en
la guerra de los Balcanes. O la colaboración en numerosos proyectos de
accesibilidad, empleo especial, integración social, etc. de personas con
discapacidad por parte del CERMI. O la respuesta inmediata de las ordenes
religiosas integradas en LARES, ante la demanda no cubierta de plazas
residenciales para mayores gravemente dependientes. La presencia constante de
Mensajeros por la Paz para resolver problemas urgentes no suficientemente
contemplados en el ámbito de actuación del IMSERSO……
También conocí algunas
ONGS, contadas con los dedos de la mano, que eran ineficaces, que abusaban de
sus relaciones o presiones políticas, o que no tenían una gestión clara. Pero
eran una ínfima minoría, de las que el propio movimiento asociativo se
desmarcaba. Y es verdad p.e. que en los años 90 Cruz Roja padeció una mala
gestión en su cúpula política, pero la organización remontó pronto y bien y fue
decisiva en la atención a los inmigrantes sin papeles.
No solo no he vuelto a
ser reticente con las ONGS, incluidas las vinculadas a la Iglesia Católica,
sino que soy firme partidario de poner la X en la casilla del IRPF destinada a
su financiación y así lo he hecho con mi declaración siempre y así lo he
defendido públicamente.
Por último, me parece
una desvergüenza que el ministro Montoro, corresponsable de un gobierno que se
ha caracterizado por eliminar prácticamente las ayudas a la cooperación al
desarrollo y que milita en un partido corroído por la corrupción, se atreva a
criticar a Intermón Oxfam. Una razón más para seguir colaborando con I.O., lo que
no es óbice de una firme exigencia de sanción y erradicación de prácticas como
las que hemos conocido en estos días.
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