viernes, 15 de diciembre de 2017

LA SOLUCION ES MIQUEL ICETA


Nadie sabemos cual puede ser el resultado de las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre. Las encuestas dan una relación muy equilibrada entre lo que se conoce como bloque constitucionalista y los independentistas, a expensas de los efectos que, en el reparto de escaños, tenga un sistema electoral, que al igual que en el resto de España favorece a las provincias de Lleida y Girona, con menos población que Barcelona y Tarragona.

Aunque en absoluto es indiferente qué bloque tenga más votos y más escaños, lo que resulta evidente es que ni uno ni otro podrá decir que “han ganado las elecciones”. Sería un grave error político de nefastas consecuencias pensar que por lograr 2, 3, 4, 5 puntos mas o 2, 3, 4, 5, escaños mas han ganado las elecciones.
  
Hoy por hoy es una preocupante evidencia que la sociedad catalana esta partida por la mitad y ni siquiera una abrumadora participación va a poder ocultar o camuflar esa realidad. Quien quiera gobernar con responsabilidad y viabilidad de futuro, debe partir de ese hecho.

Por ello en mi opinión la presidencia de la Generalitat debe ser asumida por una persona con voluntad transversal, no frentista, dialogante, constructiva, respetuosa de la legalidad constitucional, con experiencia política, con capacidad de interlocución con el conjunto de las fuerzas parlamentarias, sindicales, patronales y sociales de Cataluña y también del conjunto de España.

Sinceramente ese perfil solo lo tiene Miquel Iceta.

Muy posiblemente en el llamado bloque constitucionalista Inés Arrimadas obtenga resultados mejores que Iceta. Es una brillante y valerosa dirigente política, que ha procurado limar las aristas de otros dirigentes de “Ciudadanos”, incluido el propio Albert Rivera, cada día más escorado hacia un neocentralismo. Pero Inés Arrimadas no tiene ese perfil necesario para recomponer a medio y largo plazo la convivencia ciudadana en Cataluña. Porque su programa, diga lo que diga, no es un programa socialmente progresista y porque su partido provoca fuertes rechazos en buena parte de la sociedad catalana. No es una solución pacificadora, sino de volver a un escenario de confrontación, aunque por supuesto con características muy diferentes a las de los independentistas.

Y si Arrimadas no puede jugar ese papel, ¿qué podemos decir del PP que se ha buscado un líder en Cataluña tosco, derechista, sin carisma alguno, con actitudes a menudo provocadoras?

El objetivo de los constitucionalistas debería ser recuperar en los próximos años a ese 25%-30% de la población catalana, que hace diez años no era independentista y que los errores, las torpezas, la inacción y la judicialización, primero del gobierno de Zapatero y sobre todo después los gobiernos del PP, han lanzado en los brazos de un tradicionalmente minoritario sector independentista.

En el lado independentista tampoco hay quien pueda desempeñar una función de mediación política y social. Una vez barridos los representantes de la burguesía tradicional catalana de los puestos de dirección de Junts per Catalunya, como podrían haber sido el exconseller Santi Vila o incluso el diputado estatal Carles Campuzano y una vez destrozada políticamente por la CUP y corroída por la corrupción, la vieja CIU ha quedado en manos de demagogos, insolventes, populistas, mentirosos, que ni siquiera saben gobernar una sociedad moderna y compleja como Cataluña. (La irresponsabilidad y ceguera de la media y alta burguesía catalana es digna de ser estudiada y analizada con rigor).

Lamentablemente Xavier Doménech y “Catalunya en Comu”, han quedado arrinconados en medio de la vorágine de bloques. Las grandes expectativas que en un primer momento tuvo esa nueva fuerza política, se han desplomado, victimas también de sus vaivenes a menudo no comprendidos por buena parte de su potencial electorado y cuyo último episodio fue la inexplicable ruptura del pacto con el PSC en el ayuntamiento de Barcelona. En todo caso la templanza, la experiencia y la sensatez de Doménech, podría jugar un papel positivo en la conformación de una alternativa de gobierno no independentista en Cataluña, si logran convencerse él y los suyos que Iceta es una buena alternativa, aunque vaya en coalición con Arrimadas. La abstención de Catalunya en Comu sería de un gran valor y contribuiría a ir superando las rupturas sociales.

En definitiva lo miremos como lo miremos, la única oportunidad de superar el bucle del proces y evitar unas nuevas elecciones es que Iceta encabezara un gobierno de coalición; con un programa socialmente progresista (que buena falta le hace a las clases trabajadoras de Cataluña), con voluntad y capacidad de dialogo con la derecha gobernante en España, con voluntad y capacidad de dialogo con los gobiernos autonómicos (que van a vivir con evidente suspicacia el inevitable proceso de reforma constitucional) y por supuesto, con voluntad y capacidad de pacto político y social con los sectores mas moderados del independentismo. En definitiva, un programa de progreso, cohesión y modernización de Cataluña, retomando el camino que se detuvo bruscamente con la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut de Cataluña, que degeneró en la deriva independentista de los últimos años.

Además de todo lo dicho, Iceta es un político de sólida formación socialdemócrata, afable, algo de los que no estamos sobrados y un político de orientación gay y ya va siendo hora de que la población LGTBI de nuestro país tenga una merecida oportunidad de demostrar al resto de la población su indudable capacidad de respeto y convivencia.

En definitiva, yo que no soy socialista, si viviera en Cataluña, mi voto sería para Iceta.



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