sábado, 23 de diciembre de 2017

CATALUÑA PARTIDA POR LA MITAD Y LA IRRESPONSABILIDAD DE LAS ELITES GOBERNANTES


Por mucho que se empeñen Puigdemont y Rajoy, Cataluña es lo que es: una sociedad partida en dos mitades, hoy por hoy férreamente cristalizadas.

A pesar del muy elevado nivel de participación, de la suma de errores e incumplimientos de los dirigentes independentistas, de las consecuencias económicas y sociales que esta produciendo el “proces”, el espejismo de los políticos de la derecha española, secundados por numerosos medios de comunicación, de que se iba a dar un vuelco a la situación, se ha demostrado que tan solo era una ilusión producto del desconocimiento de la realidad de Cataluña.

A pesar de las groseras manipulaciones sobre la democracia española, de la utilización victimista de lo que han llamado presos políticos o gobierno en el exilio, de un penoso balance de desgobierno en la anterior legislatura, todo ello ayudado por actitudes provocativas del gobierno del PP y por inoportunas actuaciones de la administración de justicia y encima un arcaico y discriminatorio sistema electoral, lo cierto es que los independentistas siguen sin tener la mayoría en Cataluña, más distantes del 50% que en las anteriores elecciones.

Puigdemont hizo un discurso en la noche electoral de tintes fascistas, inaceptable en una Europa democrática, arrogándose un mandato mayoritario de la ciudadanía catalana que no tiene. Desgraciadamente a las mismas horas en que se estaba votando, la judicatura echaba mas leña al fuego con imputaciones a políticos independentistas, en un terrible juego de retroalimentación del sectarismo y de la ceguera política.

Arrimadas, la indiscutible ganadora de las elecciones, tuvo una intervención medida, mucho mas moderada que el propio Rivera. Por el contrario, García Albiol hizo una valoración reincidiendo en todos los tópicos agresivos de su campaña, que afortunadamente contrasta con el tono mucho mas sosegado del propio Rajoy, sin duda más consciente del varapalo recibido y el difícil bloqueo en que está inmersa la política catalana.

La cara de Iceta lo decía todo, aunque intentaba buscar algunos elementos positivos, era evidente que su opción no frentista y dialogante sigue sin tener espacio hoy por hoy. Xavier Doménech dio la talla de político serio, en el marco del desastre de su partido, al que no es ajeno la marginación de Iniciativa per Catalunya, empezando por Joan Coscubiela su dirigente más valorado, que ya veremos qué consecuencias tiene para Podemos en el conjunto de España.

Y así están las cosas y previsiblemente irán a peor, si hay nuevas detenciones, si se mantiene en prisión incondicional a los hoy encarcelados, si la judicatura se empeña en dar un escarmiento, como todo hace pensar y si la elite independentista sigue empeñada en llevar a sus seguidores a un callejón sin salida arengándoles con falsas promesas.

 La fractura de la sociedad catalana tiene difícil solución a corto plazo mientras los dirigentes independentistas y la derecha estatal sigan sin revisar a fondo su estrategia. Y puede llegar a enquistarse años y años en una escalada de despropósitos. Pero también es posible un cambio de rumbo. En el País Vasco, aunque con características muy diferentes, la dinámica de bloques esta en trance de ir superándose poco a poco y eso que había muchos muertos por medio; claro que el PNV tuvo que echar a Ibarreche y promocionar a Urkullu.

Abrir un clima de dialogo, de distensión, quizás no sea posible mientras sigan al frente de los dos gobiernos unos políticos irresponsables cuya actuación ha sido un fracaso sin paliativos. Estoy convencido de que, si Pedro Sánchez y el PSOE estuviera hoy gobernando nuestro país, con el apoyo más o menos estable de Podemos y Ciudadanos, no habríamos llegado a esta situación ni mucho menos. Y lo mismo digo en el bloque nacionalista, si los moderados de CIU no hubieran sido defenestrados con el consentimiento de Artur Mas.

Pero tenemos lo que tenemos y con esos mimbres hay que trabajar.

El gobierno tiene que promover unas propuestas razonables que contribuyan a desgajar el sector nacionalista moderado del enloquecimiento de Puigdemont. La Comisión del Congreso de los diputados tiene que acelerar sus trabajos y presentar unas conclusiones de reforma constitucional. Rajoy tiene que proponer una modificación del sistema de financiación autonómico más equilibrado; nombrar un Fiscal General del Estado moderado y con sentido común para ir desactivando y archivando en la medida de lo posible los actuales procedimientos judiciales contra los dirigentes independentistas; cambiar cuanto antes al Secretario General del PP de Cataluña por una persona de perfil moderado y dialogante.

Hay que hacer gestos de manera urgente. Y los tiene que hacer el gobierno de Rajoy con el estimulo y apoyo del resto de las fuerzas parlamentarias estatales. Por su parte Arrimadas, como presumible líder de la oposición, debería contribuir a tender puentes y a no acentuar aún más las diferencias.

Está claro que ganar por goleada al independentismo es un objetivo imposible, pero al menos diseñemos una política que conduzca a su notable reducción en los próximos años.


 Por último, pero no menos importante, la izquierda de toda España debemos comprender que en estas elecciones la izquierda ha retrocedido en Cataluña. Aun considerando a ERC de izquierdas (que no es poco) y considerando a Ciudadanos de derecha (a pesar de que han tenido mucho voto de clase obrera), la relación derecha e izquierda se sitúa en la actualidad en 74 a 61; algo que debería hacernos pensar y en especial al sindicalismo de clase catalán.

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