Por mucho que se
empeñen Puigdemont y Rajoy, Cataluña es lo que es: una sociedad partida en dos
mitades, hoy por hoy férreamente cristalizadas.
A pesar del muy elevado
nivel de participación, de la suma de errores e incumplimientos de los
dirigentes independentistas, de las consecuencias económicas y sociales que
esta produciendo el “proces”, el espejismo de los políticos de la derecha
española, secundados por numerosos medios de comunicación, de que se iba a dar
un vuelco a la situación, se ha demostrado que tan solo era una ilusión
producto del desconocimiento de la realidad de Cataluña.
A pesar de las groseras
manipulaciones sobre la democracia española, de la utilización victimista de lo
que han llamado presos políticos o gobierno en el exilio, de un penoso balance
de desgobierno en la anterior legislatura, todo ello ayudado por actitudes
provocativas del gobierno del PP y por inoportunas actuaciones de la
administración de justicia y encima un arcaico y discriminatorio sistema
electoral, lo cierto es que los independentistas siguen sin tener la mayoría en
Cataluña, más distantes del 50% que en las anteriores elecciones.
Puigdemont hizo un
discurso en la noche electoral de tintes fascistas, inaceptable en una Europa
democrática, arrogándose un mandato mayoritario de la ciudadanía catalana que
no tiene. Desgraciadamente a las mismas horas en que se estaba votando, la
judicatura echaba mas leña al fuego con imputaciones a políticos
independentistas, en un terrible juego de retroalimentación del sectarismo y de
la ceguera política.
Arrimadas, la
indiscutible ganadora de las elecciones, tuvo una intervención medida, mucho
mas moderada que el propio Rivera. Por el contrario, García Albiol hizo una
valoración reincidiendo en todos los tópicos agresivos de su campaña, que
afortunadamente contrasta con el tono mucho mas sosegado del propio Rajoy, sin
duda más consciente del varapalo recibido y el difícil bloqueo en que está
inmersa la política catalana.
La cara de Iceta lo
decía todo, aunque intentaba buscar algunos elementos positivos, era evidente
que su opción no frentista y dialogante sigue sin tener espacio hoy por hoy.
Xavier Doménech dio la talla de político serio, en el marco del desastre de su partido,
al que no es ajeno la marginación de Iniciativa per Catalunya, empezando por
Joan Coscubiela su dirigente más valorado, que ya veremos qué consecuencias
tiene para Podemos en el conjunto de España.
Y así están las cosas y
previsiblemente irán a peor, si hay nuevas detenciones, si se mantiene en
prisión incondicional a los hoy encarcelados, si la judicatura se empeña en dar
un escarmiento, como todo hace pensar y si la elite independentista sigue
empeñada en llevar a sus seguidores a un callejón sin salida arengándoles con
falsas promesas.
La fractura de la sociedad catalana tiene
difícil solución a corto plazo mientras los dirigentes independentistas y la
derecha estatal sigan sin revisar a fondo su estrategia. Y puede llegar a
enquistarse años y años en una escalada de despropósitos. Pero también es
posible un cambio de rumbo. En el País Vasco, aunque con características muy
diferentes, la dinámica de bloques esta en trance de ir superándose poco a poco
y eso que había muchos muertos por medio; claro que el PNV tuvo que echar a
Ibarreche y promocionar a Urkullu.
Abrir un clima de
dialogo, de distensión, quizás no sea posible mientras sigan al frente de los
dos gobiernos unos políticos irresponsables cuya actuación ha sido un fracaso
sin paliativos. Estoy convencido de que, si Pedro Sánchez y el PSOE estuviera
hoy gobernando nuestro país, con el apoyo más o menos estable de Podemos y
Ciudadanos, no habríamos llegado a esta situación ni mucho menos. Y lo mismo
digo en el bloque nacionalista, si los moderados de CIU no hubieran sido
defenestrados con el consentimiento de Artur Mas.
Pero tenemos lo que
tenemos y con esos mimbres hay que trabajar.
El gobierno tiene que promover
unas propuestas razonables que contribuyan a desgajar el sector nacionalista
moderado del enloquecimiento de Puigdemont. La Comisión del Congreso de los
diputados tiene que acelerar sus trabajos y presentar unas conclusiones de
reforma constitucional. Rajoy tiene que proponer una modificación del sistema
de financiación autonómico más equilibrado; nombrar un Fiscal General del
Estado moderado y con sentido común para ir desactivando y archivando en la
medida de lo posible los actuales procedimientos judiciales contra los
dirigentes independentistas; cambiar cuanto antes al Secretario General del PP
de Cataluña por una persona de perfil moderado y dialogante.
Hay que hacer gestos de
manera urgente. Y los tiene que hacer el gobierno de Rajoy con el estimulo y
apoyo del resto de las fuerzas parlamentarias estatales. Por su parte
Arrimadas, como presumible líder de la oposición, debería contribuir a tender
puentes y a no acentuar aún más las diferencias.
Está claro que ganar
por goleada al independentismo es un objetivo imposible, pero al menos
diseñemos una política que conduzca a su notable reducción en los próximos
años.
Por último, pero no menos importante, la izquierda
de toda España debemos comprender que en estas elecciones la izquierda ha retrocedido
en Cataluña. Aun considerando a ERC de izquierdas (que no es poco) y
considerando a Ciudadanos de derecha (a pesar de que han tenido mucho voto de
clase obrera), la relación derecha e izquierda se sitúa en la actualidad en 74
a 61; algo que debería hacernos pensar y en especial al sindicalismo de clase catalán.
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