Conocí a Montserrat Avilés en 1972, junto con su marido Albert Fina.
Albert murió en 1997 y Montserrat el pasado día 30 de agosto. Fueron dos
formidables referencias para la clase obrera y la izquierda catalana y de toda
España.
Sería pretencioso por mi parte hacer una semblanza de Montserrat, una
mujer que asumió el compromiso político con la izquierda en 1960 integrándose
en el Frente de Liberación Popular, más tarde en el PSUC y hasta el año 2013,
con 77 años, mantuvo activo su despacho laboralista.
La primera vez que oí hablar de Montserrat y Albert fue a Manuela
Carmena, que había estado unos meses trabajando en su despacho. Manuela los
admiraba en el plano personal, profesional y político.
Cuando en el año 1972 se pusieron en marcha los despachos laboralistas de
Españoleto 13 y Atocha 49, nos pareció conveniente ir a Barcelona a conocer la
experiencia y el funcionamiento del despacho de Montserrat y Albert.
Los compañeros decidieron que fuéramos Manuela y yo. Lo hicimos en avión,
la primera vez que viajaba así. Nadie se puede imaginar el miedo que pasé en un
viaje de una hora, que según Manuela fue tranquilo.
La visita al despacho fue muy impactante. Ellos estaban a finales del
siglo XX y nosotros todavía en el XIX. Todo perfectamente ordenado, archivado,
mecanizado (aunque aún no había ordenadores), con un funcionamiento muy
estructurado desde que entraba un asunto hasta que se terminaba, con un
seguimiento detallado de todas las gestiones, de manera que cualquier abogado
pudiera tratar el expediente en cualquier momento. No hacía más que tomar notas
de todo lo que estaba viendo y lo que ellos me iban explicando.
Después de la exhaustiva visita fuimos a cenar, junto con la encantadora y
dulce Ascensión Solé, que también trabajaba con ellos. Mas tarde quedamos en un
café de las Ramblas a tomar unas copas con Luis Salvadores, Leopoldo Spuny y Solé
Barbera, casi nada: los mejores abogados antifranquistas de Cataluña.
Esa noche nos deparó dos sorpresas. La cantidad de gente que saludaba con
afecto a Montserrat y a Alberto por la calle, reflejando su gran popularidad.
La otra fue la manera de hablar en el café, con absoluta tranquilidad y
normalidad. Hablábamos en voz normal del PCE, del PSUC, de CCOO, de la lucha de
la oposición antifranquista. Aquello parecía territorio liberado de la dictadura
y eso que Luis Salvadores tenía un vozarrón imponente y gesticulaba muchísimo.
Estuvimos hasta que cerraron y luego paseando y hablando en grupo Ramblas arriba
y Ramblas abajo.
Montserrat y Albert nos habían dicho que nos quedáramos a dormir en su
casa y allí que llegamos a altas horas de la noche, machacados pero felices. Al
día siguiente nos levantaron bien pronto y nos invitaron a desayunar en un café
al lado de su casa. Después los acompañamos a la Magistratura y allí vino la
tercera y la cuarta sorpresa. Según íbamos entrando la inmensa mayoría de los
trabajadores que estaban esperando les saludaban con ese cariño y cercanía que
da el saber “que son de los nuestros y trabajan para nosotros”. Y la cuarta
sorpresa fue el trato que les dispensaban el personal funcionario de las
Magistraturas y los propios Magistrados, respeto, atención, absoluta educación,
poco que ver con lo que en aquellos momentos teníamos en Madrid, salvo honrosas
excepciones. Se lo habían ganado a pulso con su ingente trabajo.
Volví varias veces a encontrarme con Montserrat y Albert en Barcelona,
con motivo de reuniones y actividades del Colegio de Abogados y de los Abogados
Jóvenes y convocatorias de abogados laboralistas de toda España. Siempre me
invitaron a dormir en su casa y a comer y cenar con ellos y a pasear por la
noche. Hablamos muchísimo. Era una delicia escucharlos. Aunque eran bien
distintos, los dos eran afables, profundamente respetuosos en la discusión, irónicos,
vitalistas, cultos, cariñosos. Personas como ellos merecían haber tenido mucho
mayor reconocimiento en el seno de la izquierda y no digamos por el nuevo
sistema democrático.
Cuando la legalización tomamos caminos políticos y sindicales diferentes.
Ellos apostaron siempre por la plena unidad sindical y no por la conversión de
CCOO en un sindicato y por tanto no asumieron que se considerara el suyo un
despacho de CCOO, siempre habían sido muy cuidadosos en defender su
independencia profesional, aunque todo el mundo sabía que eran abogados de
CCOO.
Un día Luis Salvadores me llamó y me dijo que me iba a dar un fuerte
disgusto. Albert y Montserrat habían dejado el PSUC, en desacuerdo con algunos
aspectos de su política. Me quedé congelado, como poco después me volvería a
pasar cuando Manuela me dijo personalmente que dejaba el PCE. ¡Que poco bien lo
hicimos para perder por el camino luchadores como ellos¡
Dejaron la militancia orgánica, pero mantuvieron siempre su doble compromiso
con la izquierda transformadora y con los derechos de la clase obrera.
Nunca más les volví a ver, aunque seguí al tanto de su vida y trabajo. Cuando murió Albert sentí una gran pena y pensé muchísimo en Montserrat.
Montserrat y Albert fueron dos personas estupendas y dos luchadores por
los derechos de los trabajadores como pocos ha habido en nuestro país. Fueron
un ejemplo para muchos y en concreto para los abogados laboralistas de CCOO de
Madrid que tanto aprendimos de ellos. Nunca les vamos a olvidar
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