Hacia las 11 de la
noche del 15 de junio de 1977, empezaron a llegar al despacho los primeros
interventores con las actas del escrutinio. Venían desencajados, la mayoría procedían
de los distritos de Chamberí, Arguelles y Centro. Los despachos de abogados del
PCE nos habíamos encargado del apoyo técnico y logístico del desarrollo de las
elecciones, las relaciones con los apoderados e interventores y la recogida de
las actas. Lo primero que nos decían “es imposible, en algunas mesas no hemos
llegado al 10%, y en cambio el PSOE ha tenido más del 20% o del 25%.” Los más
optimistas justificaban estos desalentadores resultados en las características
de esos barrios, gente mayor, acomodada…”Ya veremos cuando empiecen a dar los
resultados de Vallecas, Carabanchel, Getafe, Mostoles, Torrejón, ahí ganaremos
por goleada”. Los más pesimistas no dejaban de repetir que había sido un
pucherazo organizado por la UCD y el PSOE contra los comunistas.
La verdad es que el editorial
de El País, al que hasta ese día todos respetábamos y hasta venerábamos,
desaconsejando abiertamente el voto al PCE y pidiendo el voto al PSOE, había
sido un terrible jarro de agua fría y pudo alimentar en muchos camaradas esa
sospecha de una conjura contra nosotros.
No, no hubo pucherazo.
Lo sabíamos. Durante el día habían sido escasas las llamadas de nuestros interventores y
apoderados y casi todas con los mismos problemas: que en alguna mesa nos habían
tapado las papeletas, o que había pocas papeletas, que si algunas papeletas del
Senado tenían un color distinto, sobre cual era función de la Policía Armada,
que había personas con el DNI caducado…Las votaciones habían discurrido con la
normalidad propia del primer proceso electoral que vivíamos la inmensa mayoría de
la población y la propia composición de las mesas era un garantía de
transparencia.
Algo más tarde
empezaron a saberse los resultados de los barrios obreros y populares. El PCE
remontaba y en algún sitio llegaba hasta el 20%, pero en bastantes quedaba por
detrás del PSOE y a veces muy por detrás. Lo mismo sucedía con los datos que
fuimos conociendo, ya de madrugada, de Vizcaya, Asturias, Sevilla, Valencia…Había
camaradas sentados en los bancos de la sala de espera de Españoleto 13 que
incluso lloraban. Nosotros, que habíamos seguido luchando desde el 1 de abril
de 1939, que llenamos las tumbas y las cárceles, que a pesar de ello habíamos
asumido la reconciliación nacional, que habíamos estado al frente de las luchas
obreras, estudiantiles, de los colegios profesionales, de las asociaciones de
vecinos, que habíamos levantado el movimiento feminista, de los artistas y
gente de la cultura, nosotros que teníamos en dirigentes conocidos (o al menos
eso creíamos) porque se habían dejado la piel luchando años y años, nosotros
que nunca habíamos caído en el revanchismo y el izquierdismo, nosotros que
llevábamos en nuestras candidaturas sacerdotes y militantes católicos de
prestigio…..
No nos lo podíamos
creer, después de una campaña, sí con muchísimos menos medios y apoyo que el
PSOE y la UCD, pero con un despliegue impresionante de militancia, haciendo mítines
hasta en los lugares más remotos de España, (recuerdo uno al que asistí
apoyando a Carlos Sáenz de Santamaría en un pueblecito de Ávila, en que había más
guardias civiles, protegiendo el acto, y acompañantes venidos de Madrid, que
habitantes del pueblo), pegando carteles una noche sí y otra también,
repartiendo propaganda y que como colofón habíamos hecho en Colmenar Viejo el mitin
más numeroso (y más empapado de lluvia) de todos los partidos.
El resultado final, 10%
de votos y 20 diputados, frente a los 118 del PSOE.
Esa noche empezó la
crisis irreversible del PCE, el partido que durante más años había luchado
contra una dictadura en Europa, el partido que había asumido antes su
desenganche del modelo soviético, que había sido más crítico de las prácticas
autoritarias de otros partidos comunistas o revolucionarios, que había apoyado
el dialogo entre marxistas y católicos y que había definido su perfil
renovador, el eurocomunismo, con más entusiasmo y en condiciones de
clandestinidad, que entonces tenía su mérito.
Desgraciadamente los
comunistas no fuimos capaces de analizar a fondo la razón de esos resultados y
en ese craso error nos jugamos el futuro del partido. Hubo numerosas
explicaciones, a veces contrapuestas (como divergentes fueron la crisis de los
renovadores por un lado y la escisión de los prosovieticos por otro). Sin duda
la mayoría de esas razones eran en parte ciertas: el miedo existente en buena
parte de la población a una vuelta a las andadas (es decir a una nueva guerra
civil) si los comunistas salían muy reforzados; la imagen de pertenencia al
pasado de muchos de nuestros dirigentes candidatos frente a la imagen renovada
de muchos candidatos socialistas; la confusión que había originado en parte de
nuestros militantes y simpatizantes algunas decisiones correctas, pero asumidas
a toda marcha (por exigencias del difícil proceso de la transición); la
moderación de algunas de nuestras propuestas frente a la radicalidad del
programa del PSOE….
Pero hasta hoy los
comunistas no hemos sido capaces de asumir que nuestros problemas tienen su
origen en la guerra civil, el trauma mayor de la sociedad española en los
últimos siglos.
El indudable
protagonismo según avanzaba la guerra civil, la coherencia de la mayoría de
nuestras propuestas sosteniendo con lealtad a los gobiernos republicanos, la
voluntad de resistir hasta el último minuto, el abandono de las propuestas más
izquierdistas, etc. nos hubieran podido dar la razón ante la ciudadanía si
hubiéramos ganado la guerra, pero la perdimos y durante 40 años casi todos nos
echaron la culpa de todo, los franquistas de haber provocado la guerra y de
todos los daños ocasionados; los otros ámbitos de la izquierda (socialistas,
anarquistas y trotskistas), de haber actuado a las órdenes de la URSS y de
Stalin.
En segundo lugar,
todavía no hemos sido capaces del significado profundo del fracaso de la II
Republica y del desencadenante de la guerra civil. Aunque la espoleta fue un
alzamiento militar, buscado ya desde 1931, su desarrollo fue un enfrentamiento
civil entre dos Españas, ruptura que se arrastraba desde las primeras décadas
del siglo XIX. No fue solo un ejército golpista, fue una parte muy numerosa de
la población cuyo rechazo a la Republica fue in crescendo y ello le dio un sólido
soporte de masas al franquismo durante la guerra y durante buena parte de la
dictadura. Afortunadamente hoy la inmensa mayoría de la población es demócrata,
ya no existen las dos Españas, pero aún permanece latente entre muchos demócratas
que los comunistas fueron los responsables principales de la quiebra de la
Republica.
Los comunistas no
supimos explicarnos a nosotros mismos y a explicar a la población las razones
de esa quiebra de la Republica y de lo qué hicimos y por qué lo hicimos en los
tres años de guerra civil. Así, mucha gente que valoró nuestra heroica lucha
por la libertad, sin embargo, tenía muy claro que una cosa es luchar y otra muy
distinta es confiarnos el gobierno de la nación, no fuera a repetirse la
trágica historia de nuestro país. Por ello la inmensa mayoría de la ciudadanía
progresista votó al PSOE.
Y hay una tercera
razón, que unos y otros hemos solido despachar con cierta precipitación: la un
tanto esquizofrénica divergencia entre “estar en el PCE, porque era el mejor
por no decir el único instrumento efectivo de lucha contra la dictadura” y “el
ser o no ser comunista”. Parecía como si ser comunista obligara a asumir una
serie de rituales de la tradición comunista, dogmas del pasado o del presente,
uniformidad, etc. y quien no lo asumiera no era “un buen comunista y su sitio
no estaba en el partido”. No supimos crear un partido en el que cupieran los
identificados con el marxismo (incluso el marxismo-leninismo) y los
identificados exclusivamente con el programa del PCE. Y una vez conseguida la
democracia, muchos empezaron a marcharse, incomodos con la etiqueta y exigencias
ideológicas para estar en el PCE.
A esa incapacidad de
hacer un partido eurocomunista coherente hacia afuera y hacia adentro, se
unieron algo más tarde las prisas de unos por intervenir realmente en la
política efectiva cuanto antes y la intransigencia de otros (entre los que me contaba),
por exigir una homogeneidad a prueba de bombas. En definitiva, terminamos
dinamitando el PCE. Si hubiéramos sido capaces de convivir juntos los que ideológicamente
se sentían poco o nada comunistas y los que nos sentíamos comunistas hasta la
medula, habríamos ido remontando los malos resultados del 1977, pero en lugar
de integrar las diversas sensibilidades y opiniones, iniciamos un proceso
centrifugo y centrípeto que nos impidió mejorar sensiblemente en 1979 y nos llevó
al desastre en 1982.
Los combativos
comunistas que la noche del 15 de junio de 1977 llorábamos (abierta o a
escondidas) por lo que considerábamos una ingrata respuesta de la ciudadanía
española, no supimos afrontar la realidad, el pasado, el presente y los retos
de futuro, con suficiente decisión y rigor y otros en cambio sí supieron ganarse
el apoyo de los progresistas. (Algo que nos puede sonar cercano en estos mismos
días).
En cualquier caso, a
pesar de esa tristeza por sus resultados, los comunistas celebramos la
consecución de la democracia, que a la postre convirtió ese 15 de junio en uno
de los días más importantes y felices del siglo XX y de nuestra historia.
Los herederos del franquismo lo hicieron muy bien, la gente todavía no había perdido el miedo, y ellos lo acrecentaron, y si sumamos los 40 años de desinformación y analfabetismo político, ya tenemos la suma del porqué el fracaso hasta nuestros días, el PSOE tuvo ayuda externa desde EEUU y Alemania, no creo que fuera tanto culpa del PC. lo que sí es cierto que después de Anguita, han sido bastante ineptos. En este país hay que hacer mucha pedagogía y mucha información y formación. Saludos.
ResponderEliminarPues a mi lo que me parece que os lastra es vuestro comportamiento en la guerra civil (fusilamientos de miles de personas en Paracuellos, etc.) y vuestro dogmatismo en cosas opinables (que son casi todas).
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