Las operas de la segunda mitad del siglo
XX hasta hoy, salvo algunas excepciones, no me gustan, no me emocionan. La
mayor excepción son las del gran
compositor británico Benjamin Britten.
Britten nació en 1913 en un pueblo costero inglés y el mar esta siempre
muy presente en su música. Fue homosexual, pacifista, de izquierdas y en su
juventud sufrió hostilidad en la rígida Gran Bretaña anterior a la Segunda
Guerra Mundial. Murió relativamente joven, en 1976,
Hace unos meses en el Teatro Real de
Madrid programaron “Death in Venice” y en estos mismos días esta en cartel
“Billy Budd”.
Junto con su opera más famosa, “Peter
Grimes” y “War Requiem” (un estremecedor poema sinfónico), “Billy Budd” es la
cima creativa de Britten, que compuso otras operas destacadas, como “A
midsummer night´s dream”, “The rape of Lucretia” o “The turn of the screw”.
Britten se apoyó siempre en textos de
grandes escritores, desde Herman Melville a Shakespeare, de Henry James a
Thomas Mann o Guy de Maupassant. “Billy Budd” esta basada en una novela corta
de Herman Melville (y en bastantes momentos recuerda escenas de su obra maestra
“Moby Dick”). Para su adaptación Britten contó con el gran escritor ingles
E.M.Forster (autor, entre otras, de “Maurice”, “Howard´s End”, “Pasaje a la
India” o “Una habitación con vistas”) y
con el director teatral Eric Crozier.
“Billy Budd” es una muy dramática
historia que transcurre íntegramente en el barco de guerra británico “El
Indomable”, en 1979 en plena guerra con la Republica Francesa. Con una tripulación,
enrolada a la fuerza, con ínfimas condiciones de vida, con un trabajo durísimo
y sometida a la brutal disciplina de unos mandos asustados por los efectos
contagiosos de la Revolución Francesa, que ya había provocado motines en otros
barcos de guerra y que viven todo el tiempo acechando cualquier actitud de
rebelión. Aunque curiosamente la tripulación adora al Capitán Vere, honesto
aunque muy exigente, por sus notables victorias frente al enemigo francés.
En ese contexto, llega al barco Billy
Budd, un joven de gran belleza, notable bondad y probada lealtad, que despierta
rápidamente la simpatía y el apoyo de sus compañeros, las sospechas de los
oficiales (ya que procedía de un barco llamado “Derechos del hombre”) y sobre
todo revuelve la homosexualidad larvada y reprimida del capitán y del oficial
de armas, el primero ganado por las cualidades de Billy, el segundo dispuesto a
destruirlo como sea, la única forma para él de evitar cualquier tentación.
El montaje del Teatro Real es
espectacular, a pesar la aparente sencillez. Nos traslada de forma inmediata a
bordo de un barco de guerra en medio de la niebla del mar Cantábrico. Hay
momentos impresionantes, como la persecución a un barco de guerra francés, que
parece que el público lo esta viviendo, o las conversaciones de la marinería en
las hamacas. El cambio de ambientes y
situaciones se resuelve con gran imaginación, e insisto, de manera muy simple.
Un gran acierto de montaje.
“Billy Budd” es lógicamente una opera
sin personajes y voces femeninas, que sin embargo consigue una gran diversidad
en la sonoridad vocal, por el variado juego de los bajos, tenores y barítonos.
El coro tiene un notable protagonismo, con momentos sobrecogedores, y está
insuperable bajo la habitual dirección de Andrés Maspero; personalmente cada
vez me gusta más el Coro del Teatro Real.
Todo el elenco vocal, sin ser muy
conocidos en España, están magníficos.
La música de “Billy Budd”, es bellísima,
de una gran riqueza sonora, una mezcla de clasicismo (no en balde a Britten se
le considera uno de los herederos de Henry Purcell), modernidad (también es un
compositor influido por Alban Berg) y elementos del folk británico, con
momentos de gran sensibilidad y otros de intenso dramatismo. La Orquesta del
Teatro Real, sin ser de primera magnitud, está muy bien y el director Ivor
Bolton se marca un buen tanto dirigiendo con brío y a la vez con matices esta
compleja opera.
Para quien no pueda asistir a este gran
acontecimiento operístico, hay excelentes versiones en cds (y por supuesto en
la red), siendo la referencia, hasta ahora imbatible, la que dirigió el propio
compositor con la Orquesta Sinfónica de Londres, en una grabación de 1968 de la
discográfica DECCA y con su amante, el extraordinario Peter Pears en el papel del
Capitán Vere.
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