jueves, 8 de enero de 2015

JOAQUIN SOROLLA, SIEMPRE SORPRENDE






Nunca me cansare de mirar y admirar la obra de Joaquín Sorolla. Afortunadamente, como goza de gran popularidad y aprecio de los aficionados madrileños, con relativa frecuencia tenemos la posibilidad de asistir a alguna exposición suya, sin olvidar la oportunidad de visitar su Casa-Museo de la c./ Martínez Campos.

Casi me quedo sin acudir a la excelente exposición montada por la Fundación Mapfre sobre la presencia de Sorolla en Estados Unidos. Una parte de lo expuesto ya había estado presente en otras muestras, otros de los cuadros resultan viejos y admirados conocidos de los amantes de Sorolla. Y luego hay maravillas a las que el público madrileño no había tenido fácil acceso y que resultan un sorprendente y formidable descubrimiento.

La exposición que desgraciadamente, a pesar de la enorme afluencia de visitantes, termina este domingo 11 de enero, es muy variada y permite hacer un recorrido por la obra de madurez de Sorolla, desde los últimos años del siglo XIX hasta la mitad de la segunda década del siglo XX.

Hay preciosos cuadros de la Alhambra, del Alcazar de Sevilla, de las playas del Cantábrico, tan diferentes en su luz y en los vestidos de sus paseantes de las de las playas de Valencia. Hay una soberbia colección de retratos de la alta burguesía norteamericana, vulgares y anodinos los hombres, impresionantes en su poderío y mirada las mujeres, o los retratos de la guapísima Clotilde, mujer de Sorolla. Y dos retratos de la Reina Victoria Eugenia con una seguridad impactante que destaca frente a la pobre presencia en otro retrato de su marido Alfonso XIII, muy poca cosa en comparación con una esplendorosa reina embutida en un espectacular abrigo de armiño con una mirada que echa para atrás.   

Hay, por supuesto, una genial representación de las playas de Valencia, con los niños y niñas jugando y bañándose, los barcos con sus blancas velas hinchadas por el viento, los reflejos de las olas, el mar picado o la luz del sol que obliga a los niños a cubrirse los ojos. No hay palabras para describir la belleza de estos cuadros mediterráneos ni tampoco de los jardines del interior de Valencia, como el fantástico paseo de las adelfas.

Y luego están tres salas, desconocidas hasta ahora para mí. La primera con dibujos de comensales tomados en restaurantes de New York sobre las cartas de menú, que con su abrumadora sencillez demuestran que además de un extraordinario pintor, Sorolla era un gran dibujante. La segunda con vistas desde el hotel Savoy de esa ciudad con el Central Park, la Quinta Avenida, guaches pintados nada menos que sobre los cartones con que traían a los clientes las camisas planchadas, algo espectacular. Por último una colección de apuntes en minicuadritos de no más de un palmo, de una belleza y colorido prodigiosos.

En fin, una exposición memorable, sorprendente, inolvidable y encima gratis.

Por cierto es una buena ocasión para poder relacionar esta exposición  con la película “Mr. Turner”, que el director británico Mike Leigh acaba de estrenar en España y que a pesar de ser un poco larga y en algunos momentos algo reiterativa, es una estupenda ocasión para acercarnos a la personalidad y la obra de ese gran pintor ingles, posiblemente el mejor de su historia a la par que Francis Bacon.

Personalmente me gusta mucho mas Sorolla, no en balde es de mi tierra, pero recuerdo la gran impresión que me causó Turner cuando en 1973 visité la vieja Tate Gallery de Londres y descubrí sus portentosos cuadros marinos, prácticamente desconocidos para la mayoría del publico español en aquella época. Recomiendo ver la película, sin duda polémica pero muy interesante y con una fotografía excelente y unos paisajes preciosos.


Pero sobre todo, aprovechad quienes aun no la hayáis visto, para ir corriendo a la Fundación Mapfre del Paseo de Recoletos de Madrid antes de que se lleven las maravillas de Sorolla.

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