Si en 1978, en su momento de más
influencia política y mayor poder orgánico, Santiago Carrillo, de manera
personal y unilateral, hubiera cesado al Secretario de Organización del PCE, se
hubiera montado un impresionante lío por parte de los militantes y cuadros
comunistas. Por ello sorprende la nula reacción de las bases de PODEMOS, ante
el cese fulminante de Sergio Pascual.
Esta sorprendente actuación, ha sido
para muchas personas la gota que ha colmado el vaso del “desencanto” con
PODEMOS, que se había ido gestando en las últimas semanas con el frustrado
proceso de investidura. Cada día es mas frecuente escuchar “yo les vote, pero
si se repiten las elecciones, no pienso volver a hacerlo”.
Aunque las actuales encuestas son solo
indicativas de tendencias, sí parece que se esta produciendo un cierto descenso
de la intención de voto, que pudiera ser más intenso si no se consiguiera repetir la formula empleada en las elecciones del 20
de diciembre, de acuerdos amplios en Cataluña, Galicia y Comunidad Valenciana.
Ante esas tendencias de voto, que insisto deben tomarse con muchísima precaución,
y con la suma de tensiones organizativas y políticas en PODEMOS, ya hay quienes
se frotan la manos ante lo que consideran pudiera ser el desinfle de esta organización.
Sin infravalorar los problemas y
contradicciones de diversa índole que afectan a PODEMOS, creo que hay que hacer
un esfuerzo de rigor a la hora de considerar las razones de esa situación y las
posibles consecuencias.
Lo que ha logrado PODEMOS, muy en especial su equipo impulsor y dirigente,
en tan solo dos años es impresionante. Construir, desde un sentimiento de
profundo malestar político y social, un partido que ha llegado a convertirse en el tercero (o
cuarto) de España, sin contar apenas con cuadros experimentados, sin respaldo
financiero, sin ayudas internacionales de cierta entidad y con fuerte oposición
en la mayoría de los grandes medios de comunicación, es algo inédito en nuestra
historia democrática.
En segundo lugar, resulta impensable que,
con sus orígenes y sus limitaciones, en tan corto espacio de tiempo hubieran
logrado una homogeneidad política e ideológica. Por no hablar de los partidos
de la derecha, en el PSOE durante muchos años y en especial en tiempos tan
decisivos como la II Republica y la Guerra Civil, convivieron prácticamente dos
partidos con posiciones bien divergentes. El PCE tardó casi 15 años, desde su fundación
hasta el giro hacia la política del Frente Popular en 1935, en construir una
estrategia política sólida y coherente. Y sin olvidar los frecuentes conflictos políticos
y organizativos del PSOE y del PCE en su historia más reciente. ¿Y queremos que
PODEMOS en dos años sea una balsa de aceite, en unos momentos tan convulsos política,
económica, socialmente, como los que a nivel de nuestro país y de nuestro
entorno internacional estamos atravesando?
En tercer lugar, no podemos obviar, que
a diferencia de los otros grandes partidos de nuestra democracia, socialistas,
comunistas y conservadores, que tuvieron y han tenido referencias ideológicas
claras en su nacimiento y desarrollo, PODEMOS nació como la plasmación política
de un rechazo primario al statu quo, con un genérico posicionamiento
progresista y poco más. En sus filas convivían y conviven, militantes
trotskistas de larga trayectoria, luchadores sociales, la mayoría sin adscripción
política, desencantados de IU y del PSOE, militantes ecologistas, sindicalistas
críticos y politólogos influidos de alguna forma por experiencias
transformadoras de países latinoamericanos. Por tanto no había ninguna argamasa
ideológica y tan solo un sentimiento “anti”. La resistencia inicial a ser
considerados de izquierdas es muy elocuente al respecto.
En ese variadísimo crisol han tenido que
navegar sus dirigentes. Quien piense que
era una tarea fácil, no tiene ni idea de lo que es construir un proyecto político.
Y por si fuera poco, se han visto en la necesidad de diseñar a toda velocidad los
programas políticos de los sucesivos procesos electorales y encima hacer
diversos reajustes de los mismos, en algún
caso de evidente importancia. Además han tenido que bajar al terreno de
las alianzas políticas, de afrontar decisiones de apoyo a gobiernos de partidos
hasta hace poco considerados como la despreciada casta. Es decir, han hecho política
y me supongo que habrán tenido serias tensiones internas, ante algunas
votaciones en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
Por supuesto que no se trata ni de
ignorar o justificar los errores, las contradicciones, las exigencias de líneas
rojas, los ataques desorbitados a otros partidos o políticos, algunas malas
formas, las tentaciones personalistas de algunos de sus dirigentes o las
decisiones orgánicas de tinte autoritario. Pero sí de contextualizarlas en un complejísimo
proceso de crecimiento y consolidación.
PODEMOS es un partido imprescindible
para la democracia de nuestro país. Y necesitamos que sea un partido fuerte, sólido,
coherente, progresista. Son la referencia política para millones de personas,
especialmente jóvenes, que están muy alejados de la vida política y desconfían
profundamente de las instituciones democráticas. PODEMOS ha sido decisivo para
que el malestar social no cristalizara en nuestro país en organizaciones de
extrema derecha, racistas y xenófobas. Aunque solo fuera por eso, ya merecería
la pena valorar positivamente el papel que están jugando.
No esperemos milagros a corto plazo de
que las posiciones políticas de PODEMOS vayan a satisfacernos al resto de las
fuerzas progresistas, al menos en la medida que nos gustaría. Los procesos de
desarrollo y consolidación llevaran su tiempo y serán inevitables nuevas y
fuertes crisis y conflictos en sus equipos dirigentes y organizaciones de base,
hasta que se vaya decantando su perfil ideológico, su estrategia política y su
modelo organizativo.
Los que no estamos en sus filas, debemos
facilitar ese proceso, aunque sea desde posiciones políticas divergentes o incluso
muy divergentes. (Y lo mismo en lo que se refiere a CIUDADANOS).
Esperemos que en ese camino de
crecimiento acierten en la próxima y decisiva decisión de posibilitar un
gobierno de progreso, encabezado por Pedro Sánchez, que desplace al PP y nos
evite la repetición de las elecciones.
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