La situación de los desplazados de
Oriente Medio sigue sin resolverse y el Acuerdo que se esta negociando en la Unión
Europea, mas allá de violaciones de la legalidad internacional, en el mejor de
los casos puede taponar una brecha y sin embargo abrir otras a corto o medio
plazo. Se sigue persistiendo en el error de mezclar distintas realidades,
refugiados, desplazados y emigrantes económicos, que si bien tienen causas en
buena medida comunes (pobreza, guerras, dictaduras, conflictos étnicos y
religiosos, etc.), el tratamiento necesario tiene que ser diferenciado.
Por otra parte resultan un tanto superficiales
las reacciones de bastantes comentaristas, organizaciones, personalidades y
partidos, ante las posibles respuestas a esta dramática situación. Resulta muy cómodo,
desde Madrid, desde España, criticar o pontificar cuando la realidad es que
nosotros aun no hemos acogido prácticamente a nadie de los desplazados. Y lo
que es peor, hoy por hoy no estamos en condiciones reales de acoger de forma
digna a las 17.000 personas, a las que
inicialmente se comprometió España. Mientras tanto, la sociedad alemana lleva
acogidos en torno a un millón de personas. No quiero ni pensar que sucedería en
nuestro país si recibiéramos al 10% de lo que ha hecho Alemania o en menor
medida, pero con cifras igualmente elevadas, otros estados del centro y norte
de Europa.
Así que deberíamos dejar de un lado la fácil
demagogia, porque desgraciadamente acoger a miles de desplazados no tiene nada
que ver con poner pancartas de bienvenida en las fachadas de edificios
institucionales o hacer pronunciamientos
públicos de solidaridad. Hay que disponer de una red de profesionales de
atención, de centros y lugares de acogida, de medios diversos de apoyo, todo
ello inserto en programas de actuación que no se improvisan de la noche a la
mañana. Y quien diga lo contrario sencillamente esta engañándose. España, a
diferencia de otros estados europeos, ha carecido y carece de una política de atención
a refugiados digna de ese nombre. Es una de las tantas carencias que tenemos en
nuestro modelo de bienestar social. ¿Qué haríamos si en los próximos meses tuviéramos
que recibir a esas 17.000 personas del cupo que nos corresponde?
Lo he comentado en otras ocasiones.
Nuestras experiencias de atención a refugiados en los años 80 y 90, fueron
posibles porque acogimos a unos pocos centenares (de la exYugoeslavia, de Cuba,
de Guinea, de algún otros país asiático o africano). El IMSERSO se volcó en
esas actuaciones, con la colaboración de algunas ONGs especializadas y nos
costó bastante lograr la colaboración sostenida,
más allá de ayudas iniciales, de
Ayuntamientos y Gobiernos Autonómicos, aunque hubo algunas notables
excepciones.
¿Quiere esto decir, que no hay nada que
hacer y que lo mejor es no meterse en este lío? ¡No, en absoluto! Sí se puede y
se debe participar en programas europeos de acogida.
Eso sí debemos ser mínimamente serios,
preguntarnos y responder ¿Cuántos desplazados estamos dispuestos a acoger? ¿Por
cuánto tiempo? ¿Con que tipo de actuaciones? Y lo mas importante ¿Quién y como
lo va a pagar? Todo ello sin gobierno, sin presupuestos específicos, sin
centros ni programas especializados y con la mayoría de las Comunidades Autónomas
inmersas en déficits presupuestarios.
Hay una segunda cuestión que quizás en
España no sea tan urgente, pero que no conviene soslayar y se refiere a los
efectos de la presencia de millones de desplazados, la mayoría con perfil de
emigrantes económicos, en unas sociedades sometidas a fuertes tensiones por
causas diversas: crisis económica, aumento del paro y la desigualdad,
incomprensión ante las contradicciones del proceso de construcción de la Unión
Europea, cambios profundos en los modelos familiares, envejecimiento de la población…Todo
ello esta generando el resurgimiento del nacionalismo, el antieuropeismo, el
populismo y lo que es peor la xenofobia, el racismo, la LGTBfobia, etc.
El avance de la extrema derecha, que
todavía se esta conteniendo gracias a las peculiaridades de algunos sistemas
electorales como los de Gran Bretaña y Francia, no parece ser pasajero ni
limitado. Los gobiernos de Polonia y Hungría cada día recuerdan más a las
dictaduras en esos mismos países en los años 30 del siglo XX. Y no olvidemos el
dato del carácter obrero de la mayoría del voto de la extrema derecha. Como
tampoco podemos desvincular el crecimiento de los riesgos de terrorismo
yihadista con las malas condiciones de integración de las segundas y terceras
generaciones de inmigrantes.
La respuesta no puede ser el “contentar”,
“apaciguar” o “contemporizar” con la extrema derecha, eso se hizo en Europa
entre 1925 y 1940 y ya sabemos cómo acabó. La reacción no puede ser una Europa
de puertas cerradas. Pero sí ser conscientes que la política de acogida de
inmigrantes y desplazados tiene que ir acompañada de actuaciones en profundidad
a corto, medio y largo plazo y eso se llama en gran medida fortalecer y
desarrollar más el Estado de Bienestar Social y por tanto las políticas
fiscales progresivas.
No es posible atender las nuevas demandas
de los millones de desplazados con el mismo gasto social y fiscal, porque
inevitablemente saldrán perjudicados sectores populares que verán recortados
sus derechos, alimentando así la xenofobia. Y desde luego no pensemos que una política
de acogida e integración equivale o se limita a prestaciones económicas. Tiene
que haber una política educativa, de vivienda y urbanismo, de atención a la
salud, etc. que fomente y haga posible la integración de la primera y de las
siguientes generaciones.
No es fácil, ni rápido, pero no
imposible, si hay voluntad política y consenso social.
Y mientras tanto es indispensable
atender las inhumanas condiciones en las que se encuentran decenas de miles de
personas en zonas fronterizas. Esa sí es una tarea urgente que debe afrontar la
Unión Europea.
Un último apunte. En las negociaciones
para el control de los desplazados, se contienen diversas “contrapartidas” a Turquía. Aunque
comparto que en un futuro sería bueno que Turquía formara parte de la Unión
Europea, no deberíamos caer en los mismos
errores cometidos con la mayoría de los países del Este, cuya
integración se precipitó demasiado y ahora algunos de ellos son una grave rémora
para avanzar en la construcción europea. A este respecto recomiendo ver la
excelente película turca “MUSTANG”, un buen reflejo de las tensiones regresivas
que asolan la sociedad turca y que el actual gobierno esta propiciando.
En definitiva, abordemos el grave
conflicto de los desplazados, con rigor, sin chapuzas y desde posiciones de
solidaridad consciente y eficaz. En todo caso España debería plantearse con
urgencia el diseño y puesta en marcha de una política de acogida a refugiados y
desplazados como desde hace muchos años tienen los estados más avanzados y
solidarios de Europa.
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