En las ultimas semanas los medios de
comunicación han prestado mucho más atención a los conflictos internos de
PODEMOS que a sus iniciativas y posicionamientos políticos, motivos no han
faltado. En algún momento pudiera parecer que este partido esta abocado a una
crisis general con resultados imprevisibles.
¿Qué pasa en PODEMOS?
Lo primero que hay que tener en cuenta
para hacer un análisis riguroso de su situación, es que estamos ante un
proyecto político sin ningún antecedente
en la historia de nuestro país y pocos en la historia de las democracias. Los
partidos que podríamos denominar tradicionales experimentaron un proceso de
conformación a partir de una identidad ideológica común muy definida, que
marcaba sus contornos y daba una cierta solidez a su funcionamiento: los
socialistas, los comunistas, las diversas expresiones de la derecha, los
nacionalistas, etc. Nada de eso ha ocurrido en el nacimiento de PODEMOS.
Este jovencísimo partido se ha ido
gestando a partir de un núcleo reducido de politólogos, activistas sociales y
antiguos militantes de la izquierda alternativa; estimulados por la experiencia
del 15-M y las mareas de los años 2012 y 2013 y con una única, aunque
importante argamasa política: su nítida oposición al actual stablishment político
(la casta) y su identificación genérica con los derechos sociales de la ciudadanía.
Como es conocido rápidamente se fueron
sumando muchísimas personas, unas desencantadas con la izquierda tradicional,
incluida IU, y otras ilusionadas ante un movimiento joven e innovador. Entre
los miles y miles de hombres y mujeres que se unieron a PODEMOS, con diversos
niveles de compromiso y actividad, había exmilitantes de IU y del PCE, del
PSOE, de Equo, del nacionalismo de izquierdas, anarquistas, trotskistas, ecologistas,
izquierdistas de diversa procedencia, activistas sociales sin clara adscripción
ideológica y otra muchísima gente sin previa militancia política o social,
incluso personas que podríamos considerar situadas en el centro del espectro político,
hartas de la corrupción de los partidos de la derecha.
Con una base de afiliados o
simpatizantes tan plural, es prácticamente imposible en un breve espacio de 2-3
años lograr una cierta cohesión política y menos aun ideológica. En las
reuniones en las que he participado, que en principio son de personas con un
nivel intelectual y socioeconómico medio-alto, he escuchado todo tipo de
argumentos, desde posiciones socialdemócratas hasta anarquistas, desde
ecologistas a anticomunistas, pasando por una gama muy amplia.
Todo ello hace extremadamente difícil
caminar unidos en una sola dirección, al menos en el corto plazo. Y así en
cuanto PODEMOS ha entrado en la arena política municipal, autonómica y sobre
todo estatal, han comenzado a surgir notables diferencias ante las cuestiones políticas
que iban surgiendo. Lo que esta ocurriendo en los principales ayuntamientos con
presencia de PODEMOS es elocuente: cuesta poner de acuerdo a los propios, para
ir después a confrontar o negociar con la oposición, lo que sin duda ralentiza
bastante la capacidad de actuación de los equipos gobernantes.
No acaban aquí las dificultades. Buena
parte de PODEMOS no es exactamente PODEMOS, sino aliados de las Comunidades Autónomas
con fuerte arraigo del nacionalismo; aliados que a su vez tampoco son homogéneos.
Que duda cabe que la diversidad y pluralidad ideológica y política es un gran valor para un partido innovador como es PODEMOS y es buena cuidarla, pero no es fácil y requiere una gran capacidad de respeto y consenso internos. En este sentido hay un aspecto en el partido que me gustaría resaltar, porque creo que no facilita las cosas. Una parte de la base de PODEMOS son activistas poco dados a la transacción, a la negociación. Luchadores del todo o nada, que no han desarrollado una cultura del pacto con el oponente. Y esa actitud, que podríamos calificar como intransigente, se reproduce también en la vida interna del partido. A menudo algunos y algunas me dejan sorprendido por la dureza de sus criticas a los que en el interno no piensan como ello; me recuerdan a los peores momentos que viví en 1981 en la nefasta crisis del PCE que acabó destrozando este gran partido por la intolerancia que tuvimos unos con otros.
Que duda cabe que la diversidad y pluralidad ideológica y política es un gran valor para un partido innovador como es PODEMOS y es buena cuidarla, pero no es fácil y requiere una gran capacidad de respeto y consenso internos. En este sentido hay un aspecto en el partido que me gustaría resaltar, porque creo que no facilita las cosas. Una parte de la base de PODEMOS son activistas poco dados a la transacción, a la negociación. Luchadores del todo o nada, que no han desarrollado una cultura del pacto con el oponente. Y esa actitud, que podríamos calificar como intransigente, se reproduce también en la vida interna del partido. A menudo algunos y algunas me dejan sorprendido por la dureza de sus criticas a los que en el interno no piensan como ello; me recuerdan a los peores momentos que viví en 1981 en la nefasta crisis del PCE que acabó destrozando este gran partido por la intolerancia que tuvimos unos con otros.
Y hay una última cuestión a tener en
cuenta. La comunicación política interna en PODEMOS es intensísima, pero muy
condicionada al funcionamiento en redes, twitters, telegram, wasap, etc. con lo
que ello supone de condensar mensajes, de no desarrollar las ideas, de saltarse
los matices e ir a la brocha gorda. Inevitablemente estos procedimientos, que
tienen la virtud de la agilidad, transversalidad, participación, etc., en
situaciones de conflicto interno no facilitan el acercamiento sino todo lo
contrario.
Por tanto, no podemos pedir ni esperar
que un proyecto político tan nuevo, tan complejo y diverso se consolide y
funcione como un reloj en 2 o 3 años. Seria irreal. PODEMOS necesita tiempo
para ir fraguando esa amalgama y cuando digo tiempo, digo años.
A partir de esta realidad lograremos
entender mejor las tensiones internas del partido que son de índole política y también
organizativa y que van más de allá de esa simplificación de estar ante sectores
mas moderados o menos, mas o menos proclives a pactar con los socialistas o, en
lo que se refiere al modelo organizativo, quienes son mas favorables hacia un
tipo mas vertical, en la tradición comunista o socialista, y quienes prefieren
un partido mas horizontal y descentralizado.
Lo que es indudable es que hay notables
diferencias que atraviesan toda la organización y no solo la cúspide dirigente,
que han ido surgiendo paulatinamente en la medida en que ha habido que pronunciarse
o actuar en las instituciones políticas. Diferencias que aunque en la
organización de Madrid son mucho más visibles, también afectan a las demás
organizaciones territoriales. Y era previsible que en cuanto PODEMOS se
implicase en políticas concretas, iba a perder afiliados o simpatizantes, para
entendernos, por su derecha y por su izquierda.
La posición ante la propuesta de
investidura de Pedro Sánchez, las negociaciones con los socialistas tras el 26
de junio para intentar formar un gobierno de progreso, los amagos de dejar caer
al PSOE en algunas Comunidades Autónomas en que gobiernan con los votos de
PODEMOS, las divergencias en algunos Ayuntamientos del cambio, el tipo de
relaciones a mantener con IU, determinadas gesticulaciones en el
Congreso de los Diputados, los discursos sobre la relación trabajo
institucional y acción movilizadora…etc. han puesto de manifiesto distintas
posiciones, que se han sintetizando en Iñigo Errejón por un lado y Pablo
Iglesias por otro, con el respaldo interesado a este por parte de la minoría
“Anticapitalista”.
En el terreno organizativo lo que más
llama la atención es la apuesta entre un modelo muy presidencialista, con
formulas electorales para elegir la dirección muy sesgadas hacia el sistema
mayoritario y un modelo mas horizontal, de mayor distribución de poderes
internos y con un sistema electoral estrictamente proporcional, que es lo que
defiende Errejón.
¿Estas diferencias son irreversibles?
¿inasumible? ¿insuperables? En mi opinión, no tendrían que serlo, pero pueden
llegar a serlo y cada día estamos más en el camino de que lo sean. Desde el insólito
cese del Secretario de Organización estatal, Sergio Pascual, por decisión
personal de Pablo Iglesias (algo que, como ya escribí hace meses, jamás se le
hubiera ocurrido al tan criticado Santiago Carrillo), hasta el sistemático
goteo de depuraciones políticas que se esta produciendo del sector identificado
como “errejonista” desde la llegada a la Secretaria de Organización de Pablo
Echenique, que ha terminado, por el momento, con la depuración política del
portavoz parlamentario de Madrid, José Manuel López, persona de prestigio en el
campo de la acción social y con un buen trabajo en la Asamblea de Madrid.
Parece vislumbrarse una estrategia por
parte de Pablo Iglesias de llegar a la Asamblea Congresual conocida como “Vista
Alegre II”, con la mejor correlación de fuerzas posible para él y sus
partidarios, máxime teniendo en cuenta lo muy ajustado de su victoria en el referéndum
sobre el sistema organizativo para la
citada Asamblea.
Estas diferencias políticas y
organizativas, que si hubiera voluntad de negociación y acuerdo podrían
acortarse, están contando con la insistente vocación de agitar las aguas por
parte del antiguo dirigente Juan Carlos Monedero, que viendo los toros desde la
barrera no para de echar leña al fuego, siempre en la misma dirección, contra
Errejón.
Como he indicado las tensiones en la
base son crecientes, ya hay un cuestionamiento abierto del propio Pablo
Iglesias por parte de muchos seguidores de Errejón y viceversa, una
animadversión hacia Errejón por los seguidores de Iglesias. Y por experiencia
sé que estas heridas son difíciles de cicatrizar. Mientras tanto son miles los
que están abandonando la organización, desilusionados o confusos, como bien
demuestra la limitada participación en el ultimo referéndum y como se esta
constatando día a día en las reuniones de bastantes círculos de base.
Desconozco si será posible una
negociación entre las dos grandes corrientes que existen en PODEMOS, que evite
la ruptura o la explosión del partido. Sería necesario, mas aun, sería
imprescindible.
Nos estamos jugando el futuro de una opción
política renovadora, creativa, progresista, atractiva para los jóvenes, aglutinadora
de mucha ilusión y esperanza, valladar del crecimiento de la extrema derecha,
aliciente para la recuperación del PSOE y la posibilidad de gobiernos de
progreso. Si PODEMOS se destruye o se rompe, tendremos gobiernos de la derecha
por mucho tiempo.
Estamos a tiempo de evitarlo.
Mi miedo es que con estos mimbres, vacíos de ideario y simple seguimiento de las protestas ciudadanas, Podemos termine convirtiéndose en un peronismo más. El reciente brote de debates personalistas nos obliga a una reflexión positiva pero crítica.
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