Es cierto que tras las elecciones del 26
J, en términos estrictos la legitimidad inicial para formar un nuevo gobierno
le correspondía al PP y por ello puede ser
comprensible que el PSOE diera un paso atrás y reclamara a Rajoy que
buscara alianzas suficientes para lograr su investidura.
Transcurridos mes y medio, a la vista de
lo que esta pasando, o mejor dicho de lo que no esta pasando, ese gesto de “cortesía
constitucional” por parte de los socialistas, ha dejado de tener sentido. Por
ello llama la atención la parálisis de Pedro Sánchez, sin duda influido por las
tremendas presiones de sectores influyentes de su partido. Sánchez no se ha
movido hacia ningún lado, ni hacia su derecha, Ciudadanos, ni hacia su
izquierda, PODEMOS; tan solo hizo alguna declaración amistosa hacia los
nacionalistas.
La recientes seis propuestas de Albert
Rivera, demuestran además de la recuperación política y ágil cintura de este
dirigente, que sí que había y hay margen para negociar un gobierno alternativo
al de Rajoy. Las propuestas de Ciudadanos no solo son asumibles por la
izquierda, sino que son claramente positivas y se pueden considerar de una u
otra forma contenidas en los programas del PSOE y de PODEMOS.
¿Tan difícil era haber abierto una
negociación con Ciudadanos por parte de la izquierda? sobre todo tras los
avances logrados con el acuerdo en la
anterior frustrada legislatura. Es cierto que en el pacto Ciudadanos-PSOE había
puntos difícilmente asumibles por PODEMOS, que requerían cambios o supresiones
y había silencios y omisiones que era necesario incluir. Pero para eso están las negociaciones.
Si Pedro Sánchez ha estado bloqueado,
Pablo Iglesias ha estado en buena medida desaparecido. En las primeras semanas
tras el 26-J realizó diversas declaraciones y ofrecimientos al PSOE para
diseñar un gobierno de progreso, pero ante el reiterado rechazo de los
socialistas, da la impresión de haber desistido, retirándose por el momento de
la batalla política.
A nadie se le oculta la dificultad de
“cuadrar” un pacto PSOE, Ciudadanos, PODEMOS, por las cruzadas animadversiones
existentes. Pero como quedó demostrado en las negociaciones tras las elecciones
autonómicas y municipales, sí es posible llegar a acuerdos, al menos de
investidura, entre fuerzas dispares del centro y de la izquierda.
Y ante las propuestas de Ciudadanos,
¿pueden el PSOE y PODEMOS rechazarlas o
no darse por aludidos sin despertar la sorpresa, incomprensión e indignación de
la ciudadanía progresista de nuestro país?
Y viceversa, ante la eventualidad de que PODEMOS aceptara las propuestas
de Ciudadanos, ¿podrían estos últimos seguir con la cerrazón de no querer saber
nada con PODEMOS? Al menos habría que intentarlo. ¿Por qué esa suicida actitud
de echar a Ciudadanos en brazos de la derecha?
La clave de un gobierno de progreso
sigue estando en el PSOE. Si se presenta Pedro Sánchez en el Congreso aceptando
las propuestas de Rivera, y su voluntad de retocar en mayor o menor medida el
pasado pacto (con lo ya mencionado de realizar algunas supresiones, incorporaciones
y cambios), veríamos la reacción de Ciudadanos y de PODEMOS. Lo tendrían muy,
muy difícil, para oponerse a la investidura de Pedro Sánchez.
En definitiva no se encuentra
explicación razonable para ese enrocamiento de la izquierda, salvo que se piense
que tampoco es tan grave que haya un nuevo gobierno de Rajoy, que sería mucho más débil política y parlamentariamente
y podría sufrir un rápido desgaste, que en unas futuras elecciones ayudarían a
la recuperación de la izquierda.
La otra explicación, sin duda impresentable,
podría encontrarse en que “es mejor dejar a la derecha que siga haciendo
ajustes del déficit y que no sea la izquierda quien asuma desde el gobierno ese
papelón”; una cínica conclusión tras haber escarmentado en la cabeza de Syriza
y Tsipras.
Frente a esos dos posibles argumentos,
algunas reflexiones.
Desde posiciones de la izquierda no es
admisible aceptar cómodamente que la derecha siga haciendo recortes que
perjudican a la mayoría de la población y contentarnos con oponernos con
manifestaciones y huelgas. Si realmente creemos que hay políticas alternativas
para superar la crisis, tenemos que confiar en ser capaces de llevarlas a cabo.
En segundo lugar volvería a recordar las
clarividentes palabras del político italiano Giulio Andreotti, de que desgasta
mucho más la oposición que el gobierno, como hemos tenido ocasión de comprobar
en la legislatura 2011-2015.
No debemos ser tan ilusos de creer que
una nueva legislatura de Rajoy será corta y después volverá la izquierda triunfante.
No descartemos que tras nuevos ajustes y la consolidación de la recuperación económica,
tengamos PP para mucho tiempo. ¿O es que ya hemos olvidado los larguísimos años
de Margaret Tatcher en Reino Unido y los destrozos, muchos de ellos
irreparables, que causó a la sociedad inglesa y a su estado de bienestar
social?
La sociedad española se juega demasiado
y no es admisible que la falta de flexibilidad y de capacidad política de los
partidos progresistas nos condene a seguir siendo gobernados por el PP.
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