Estamos ya en plena campaña electoral. Desde muchos ámbitos
se nos insiste en la importancia de las elecciones del 20-D. Es bien cierto y
la razón es muy evidente. En la próxima legislatura, dure lo que dure, se van a
tener que tomar decisiones claves para el futuro de nuestro país, y que yo resumiría
en que esta va a ser la legislatura de “los repartos”.
Estamos saliendo de la crisis en la que
se han tomando medidas que han alterado las bases de nuestro sistema económico,
social y fiscal. El modelo constitucional aprobado por una inmensísima mayoría en 1978 necesita reformas
y actualizaciones para adecuarlo a las nuevas realidades nacionales e
internacionales de hoy. Los cambios demográficos, los procesos migratorios,
hacia fuera y hacia dentro, requieren afrontar nuevos retos. Y los cambios tecnológicos,
los ya producidos, los inmediatos y los que vendrán próximamente, conllevan
nuevas formas de aprendizaje, de consumo, de relaciones, de comunicaciones, en
definitiva de hábitos de vida, que, entre otras cosas, exigen una adecuada
regulación.
Junto a esos profundos, diversos y
numerosos cambios, y muy vinculada con ellos, la otra característica de nuestra
sociedad postcrisis es el incremento de la desigualdad en cuestiones tan
diversas y fundamentales como la desigualdad en el trabajo, en la educación, en
la salud, en la vivienda; desigualdades en la renta, en los niveles de
vida, en los esfuerzos fiscales, en el acceso a las nuevas tecnologías;
desigualdades territoriales y entre el ámbito urbano y el rural; y por supuesto
la sempiterna desigualdad de hombres y mujeres.
Si vemos esa estrecha relación entre el
factor cambio y el factor desigualdad, se refuerza esa idea que antes señalaba
de la “legislatura de los repartos”.
El primer reparto tiene que ver con el
acceso y las condiciones de trabajo. Más y mejor empleo en un país con exceso
de jornadas sin fin (que dicho sea de
paso requeriría una intensa racionalización de los horarios de trabajo), con trabajos
precarios, sueldos elevadísimos y salarios de miseria. En el que derogar la
reforma laboral, recuperar el protagonismo de los convenios colectivos y
fortalecer el papel de los sindicatos son medidas imprescindibles.
El reparto de la educación, para que la
universalidad vaya aparejada a la calidad, desde los 0 años hasta la formación
profesional y universitaria, de forma que pueda alcanzarse el viejo objetivo socialdemócrata
de la igualdad de oportunidades, lo que requiere un mayor protagonismo y más
medios para la enseñanza pública y una renovación a fondo de los programas y
las metodologías educativas, profundizando y actualizando el camino iniciado
por la LOGSE.
El reparto territorial, que tiene varios
componentes, partiendo de una nueva redistribución de competencias y por tanto
de financiación entre las tres administraciones públicas. Ello exige un
reequilibrio que potencie las posibilidades de la administración local hoy
relegadas y maltratadas; una nueva vía de financiación autonómica, que conjugue
la solidaridad con el reconocimiento del principio de ordinalidad de la
contribución de ingresos de cada territorio. El objetivo es conseguir que
España este cohesionada socialmente y que la igualdad de derechos y deberes sea
real, se viva donde se viva.
Un mejor reparto de las cargas fiscales,
entre los diversos impuestos directos e indirectos, entre los impuestos al
trabajo y las cargas de las empresas, profesionales y autónomos; la recuperación
y mejor tratamiento de los impuestos al patrimonio y a los bienes de alto lujo;
la aplicación de impuestos ligados a las actividades contaminantes o de elevada
utilización de la energía. De forma que en base a una progresividad razonable,
se haga realidad el principio democrático que quien más tenga más contribuya,
sin caer en demagogias de tinte confiscatorio o que fomenten la deslocalización,
la fuga de capitales o la “compra” de actuaciones contaminantes.
El reparto de los apoyos a los sectores
productivos, priorizando las actividades con mas empleo estable, de calidad y
no deslocalizable, con mayor valor añadido, con más proyección de futuro, con mejor
capacidad competitiva y de exportación, con sostenibilidad energética; o el fomento del crecimiento del tamaño y
actividad de las pequeñas empresas. Todo ello requiere trazar una política
industrial a largo plazo, de la que hoy
carecemos, un papel impulsor de la iniciativa pública y dar clara prioridad a
la inversión en I+D+I. Es decir acabar, o al menos reducir sustancialmente, el
capitalismo de casino, de privilegios, de prácticas monopolistas, del fraude,
la economía irregular o la información privilegiada.
Un reparto generacional algo más
adecuado en las políticas sociales, hoy muy desequilibrado en las prestaciones
y servicios y por tanto gastos, hacia las personas mayores, en detrimento de
las políticas de apoyo a la infancia, a los jóvenes. El incremento y sobre todo
la optimización del gasto social en los próximos años deben contribuir a la recuperación
de la natalidad y de una mejor formación de los jóvenes. También el reparto más
equilibrado en el acceso a los servicios públicos y a las nuevas tecnologías de los casi 8 mil
pequeños municipios de nuestro país.
Por supuesto el nuevo gobierno tendrá
que influir activamente, con ideas claras, decisión y energía en el reparto de poder político, económico y
fiscal en el ámbito de la Unión Europea, en las reformas que se van a abordar
en los próximos años.
Y por ultimo, pero decisivo, avanzar más
y más deprisa en el reparto de los derechos y deberes de hombres y mujeres, en
la educación, en el empleo, en la prestación de cuidados y en las tareas
domesticas, en el acceso a las responsabilidades profesionales, empresariales y
políticas.
Ante este panorama, surge
inevitablemente la pregunta ¿Qué partido o coalición de partidos pueden
afrontar mejor y más de acuerdo con los intereses de la mayoría de la
población, estos decisivos retos de repartición de derechos y deberes? No soy
de los que creen que Ciudadanos es un peligro, prefiero mil veces ese centro
derecha al PP, pero no creo que su alianza, más o menos explicita, con el PP y
ni siquiera con el PSOE sea la solución. Necesitamos una coalición de la
izquierda, hoy tan fragmentada horizontal y verticalmente, con el PSOE, PODEMOS,
e IU.
A mí ya se me van aclarando algo más las
ideas. Es verdad que no hay “opciones mirlo blanco”, pero tampoco hay que ser
masoquistas y como hay que mojarse, ya diré antes de la jornada de reflexión a
quien voy a votar,
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