Hemos vivido muchos meses escuchando y
leyendo que la realidad de bipartidismo de hecho de nuestro país no
representaba bien la diversidad de la sociedad española. Ahora, cuando esa
pluralidad se expresa en las urnas, nos alarman con la “ingobernabilidad”. ¿En
qué quedamos?
La inmensa mayoría de las democracias
avanzadas tienen gobiernos plurales. ¿Qué cuesta formarlos? Es evidente, pero
no pasa nada. Recomiendo la visión de la serie danesa “Borgen” muy ilustrativa
al respecto. Pero más allá de ese alarmismo, conviene analizar con rigor los
resultados electorales.
Que tras una durísima legislatura, en la
que el gobierno del PP ha tomado severísimas medidas de recorte de derechos y
servicios públicos, en la que han estado salpicados un día sí y otro también de
escándalos de corrupción y que encima han presentado un candidato desgastado y algo
acartonado, hayan obtenido casi 7’5 millones de votos es un buen resultado para
ellos y un tremendo disgusto para los demás, sobre todo para quienes
confundiendo nuestros deseos con la realidad creíamos que 4 años de mareas,
movilizaciones, huelgas, concentraciones, etc. etc. desembocarían en una clara
derrota de la derecha y en una gran victoria progresista. No ha sido así.
Llevo años escribiendo que la derecha de
nuestro país tiene un suelo electoral muy sólido, como ha quedado en evidencia
en todas las elecciones democráticas desde 1931, con la excepción del tsunami
socialista de octubre de 1982. Razones económicas, ideológicas, culturales, de
tradición familiar, religiosas, etc. están detrás de ese voto fiel, pase lo que
pase. Es verdad que han perdido 2 millones y medio de votos, que han ido a
Ciudadanos, pero es que solo faltaba que hubieran vuelto a ganar por goleada
como en el 2011.
Hay otras razones a tener en cuenta en
ese suelo de hierro del PP. La crisis no ha perjudicado a toda la sociedad española, ni mucho menos.
Mas de 10 millones de personas adultas han estado al margen de la crisis o
afectados muy colateralmente, y una parte de ellas, no desdeñable, ha mejorado
posiciones. No hay más que darse una vuelta por los barrios centrales de
nuestras ciudades, por los niveles de consumo, de viajes, etc. Sí, mucha gente
no ha sido maltratada por el gobierno del PP y no se han sentido impulsados a
dejar de votarle.
La segunda razón tiene que ver con la
perdida de la hegemonía ideológica por parte de la izquierda. Daba pavor
escuchar hace unas semanas en el programa de Jordi Evole a trabajadores de la
antigua periferia roja de Madrid como justificaban las políticas de recortes
del PP, utilizando los mismos argumentos que Cristóbal Montoro. La mayoría
electoral del PP en numerosas ciudades dormitorio, con altos niveles de paro,
solo se explica por esa perdida de hegemonía de las ideas progresistas, algo
que ya sucedió en Francia, Inglaterra y otros países del centro y norte de
Europa, donde una parte de la clase obrera dejo de votar a la izquierda y se
pasó a la derecha o a la extrema derecha. Algo no habremos hecho bien.
La tercera razón es el error estratégico
de la campaña socialista, del “y tu mas”, aparcando la presentación y defensa
de propuestas alternativas. Tras el penoso espectáculo de Pedro Sánchez frente
a Rajoy, quedé convencido del batacazo que se iban a llevar los socialistas. Sánchez
ha perdido a las clases medias urbanas e
incluso parece que no se ha molestado en
llegar a ellas. Utilizando tics propios del más rancio “guerrismo”, ha querido
emular a Pablo Iglesias (el joven, claro), cuando tenía que haber emulado a
Willy Brandt o a Olof Palme. A las clases medias urbanas con ideas moderadas,
de centro, solo se les puede ganar con un discurso constructivo y razonado,
como en cierta forma ha hecho Albert Rivera. Sánchez ha hablado para los suyos,
para los convencidos, no para los que dudaban en votar al PSOE, a Ciudadanos o
quedarse en casa. No quiero decir con esto que el PSOE tenía que haberse
escorado más hacia el centro, sino, insisto, haber hecho otro tipo de campaña,
con un formato mucho más didáctico, civilizado y moderno.
Podemos, a pesar de algunas actitudes
prepotentes de Pablo Iglesias, ha hecho una buena campaña y ha tenido
espectaculares resultados, a pesar de que el gobierno y algunos medios de
comunicación, han pretendido camuflarla, repartiendo los escaños, votos y
porcentajes. Llama especialmente la atención el triunfo en solitario en el País
Vasco, donde ha barrido a Bildu y al PSOE y adelantado en votos al PNV (que en
todo caso ha tenido un buen resultado), demostrando que “hay vida” mas allá del
nacionalismo tradicional. El desastre de Bildu es para que abran un profundo
proceso de reflexión de a donde les lleva su inmovilismo político y su ambigua
posición frente a ETA.
Además Podemos, teniendo en contra el
sistema electoral, ha entrado en provincias donde jamás la izquierda alternativa
había tenido diputados, rompiendo en mil pedazos los techos del PCE y de IU,
demostrando que también “hay vida” en la izquierda transformadora y sobre todo
renovadora y con propuestas mínimamente creíbles.
Para Izquierda Unida, a pesar de los titánicos
esfuerzos de Garzón, que ha sufrido un vergonzoso ninguneo de la mayoría de los
medios de comunicación y ha realizado una campaña casi en clave personal con la
desaparición del resto de los dirigentes, sus bajísimos resultados en Andalucía,
Asturias, Comunidad Valenciana, etc. cuestionan la viabilidad eficaz de la
organización. Y dado que la supuesta renovación no ha dado frutos, tendrán que
pensar seriamente en su futuro.
Ciudadanos ha tenido un resultado más
que digno, pero muy lejos de lo que había llegado a soñar su máximo dirigente.
Pero se han puesto de manifiesto las contradicciones ideológicas y programáticas,
los vacíos y bisoñez que aun tienen sus equipos dirigentes y que no es nada fácil
repetir la odisea centrista de Adolfo Suárez en circunstancias muy distintas a
las actuales.
Y por ultimo merece la pena resaltar el nuevo desastre de Artur Mas, cuya
desmesurada y ciega ambición se puede interpretar con ese dicho “de derrota en derrota hasta la
victoria final”. Seria deseable que convergentes sensatos montaran una
conspiración y se libraran de un político iluminado que solo crea problemas por
todas partes, tomando buena nota de la actitud y resultados de Iñigo Urkullu en
el País Vasco.
Así las cosas, con un Congreso sin mayorías
y un Senado en manos del PP (lo cual dicho sea de paso es un serio obstáculo
para afrontar reformas legales de calado), los partidos tendrán que hilar muy
fino. Sin prisas, sin dejarse presionar por las Bolsas o las Agencias
internacionales. Siendo muy conscientes, como sabemos los viejos sindicalistas,
que negociar es un trabajo complejo, difícil, largo, con ordagos y envites, con
recovecos y sobre todo con cesiones, a veces con muy importantes cesiones. Aquí
nadie va a ganar por goleada.
Recomendaría a Pedro Sánchez, a Pablo
Iglesias y hasta a Albert Rivera, que tuvieran unas conversaciones con Ignacio Toxo y Candido
Méndez y que les contaran su larga
experiencia de negociaciones con duros ministros e intransigentes patronales.
En todo caso, calma, que mas vale echar
algo de tiempo en preparar un buen acuerdo de legislatura, que situarse en la
provisionalidad y en la inestabilidad.
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