Tras el verano hay montones de “alegres
noticias”: los trenes de alta velocidad viajan a tope; se recupera la compra de
coches y entre ellos los de gran cilindrada; las playas han estado abarrotadas;
en las terrazas, que como setas han crecido en todas las calles de nuestro país,
a veces es difícil encontrar mesas libres; cada vez hay mas adolescentes con móviles…
¡que bien!
Sin embargo, una vez más, Caritas con
sus informes viene a estropearnos el panorama. Peor aun, acaba de irrumpir en
la campaña electoral, fastidiando los discursos triunfalistas de un gobierno y
un partido que considera que el país ha dejado atrás la crisis o al menos lo
peor de ella.
Es cierto que técnicamente hemos
terminado con la recesión económica, es decir el decrecimiento económico;
también es verdad que en las estadísticas se van sucediendo datos positivos de
reducción del paro y de crecimiento del empleo. No se trata de negar esa
evidencia, pero sí dejar al descubierto cuales son las consecuencias de siete
años de profunda crisis, de nefastas reformas e intensos recortes.
Los datos de Caritas son demoledores:
4’3 millones de personas en situación de gran vulnerabilidad han sido atendidas
por los trabajadores y voluntarios de la organización. El 53% son parejas con
hijos; el 19’3% mujeres solas con hijos a cargo; el 73% ciudadanos españoles o
de la Unión Europea, frente al 26’6% emigrantes de países del Tercer Mundo; el
59’2% han acudido antes a los Servicios Sociales públicos (y se entiende que no
les han dado solución alguna); y en definitiva el 33’2% de las personas
atendidas por Caritas están en situación de pobreza moderada y el 24’9% en
pobreza severa y en relación a la exclusión social (algo mas diverso que la
mera pobreza) se encontraban el 68’4%.
Pero quizás lo mas significativo son
unos datos que quienes están en el movimiento sindical conocíamos desde hace
tiempo y que Caritas resalta con rotundidad: el 53% de las personas atendidas
viven en hogares donde uno de sus miembros trabaja y a la vez el 65’8% de los
hogares tienen personas paradas, el 74’2% de las cuales llevan sin empleo mas
de un año y por último, el 62% de las personas atendidas viven en barrios o
zonas con buenas condiciones.
El Secretario General de Caritas,
Sebastian Mora, al resumir el informe utilizaba una frase que parecía sacada de
las intervenciones de los Secretarios Generales de CCOO y UGT: “ni siquiera el
empleo es garantía frente al riesgo de pobreza”.
La explicación de esta realidad es muy
evidente: el deterioro de las condiciones de trabajo y la caída de los salarios
a lo largo de estos años de crisis ha sido de tal magnitud, que si bien todos
los parados aspiran a tener empleo, buena parte de los empleos que se están
creando son de una total precariedad y con unas bajísimas retribuciones. Esto
ha sido el resultado de una reforma laboral que ha triturado la negociación
colectiva, que ha pretendido expulsar por la vía de hecho a los sindicatos de
los centros de trabajo e individualizar las relaciones laborales, como sucedía
en el siglo XIX antes de que la clase obrera se organizara en sindicatos.
Quienes en estos años se han frotado las
manos, o incluso siendo gente progresista han admitido acríticamente la
demonización de los sindicatos, ya saben cuales son las consecuencias: unos
sindicatos débiles, sin derechos y vituperados, son el camino más corto para
extender los bajos salarios y las condiciones de trabajo precarias. Sin fuertes
sindicatos, sin la anulación de la reforma laboral, sin el fortalecimiento de
la negociación colectiva, que nadie espere que la pobreza vaya a retroceder
sustancialmente en España.
Sí, posiblemente habrá menos parados y
más empleo; con absoluta seguridad habrá mucha gente que gane mucho dinero; con
total certeza muchísimas empresas seguirán incrementando sus beneficios; pero
la desigualdad no se reducirá, incluso crecerá
todavía más.
Los sindicatos de clase de nuestro país
sin duda hemos cometido errores, internos y externos, no siempre hemos
reaccionado a tiempo y con la contundencia necesaria, pero sin el trabajo de
decenas de miles de sindicalistas aun serían mucho peores las condiciones de
trabajo de la sociedad española.
Habrá quien diga que ya se sabe que los
de Caritas siempre exageran, o que el informe presentado corresponde al año
2014, y ahora las cosas van mucho mejor. La experiencia de las otras crisis,
mucho más cortas y menos intensas, fue dejar en la cuneta a cientos de miles de
personas, de familias. España ni en los años de mayor crecimiento bajo del
16%-18% su población en riesgo de pobreza y/o exclusión social. En esta ocasión
las posibilidades de cronificación de la pobreza aun son mayores.
Por ello es imprescindible que haya un
profundo cambio en las políticas económicas, fiscales y sociales. Las próximas
elecciones generales tienen que ser la oportunidad para conseguirlo.
Hay que agradecer, otra vez, a Caritas
que con total claridad y sin demagogia, haya recordado a la sociedad y a los políticos
españoles, que es inadmisible una salida de la crisis a costa de un incremento
o un mantenimiento de la desigualdad social.
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