martes, 22 de septiembre de 2015

ELECCIONES EN CATALUÑA: EL DIA 28 HAY QUE NEGOCIAR


Los resultados de las elecciones del 27 de septiembre en Cataluña van a requerir la apertura de un proceso de reformas y negociación, tanto si ganan como si pierden los partidarios de la lista “Junts per el sí”. Caben algunas consideraciones al respecto de cara al día después de las elecciones.

La primera es reiterar la evidencia de que la sociedad catalana es muy plural y nadie podrá imponer opciones políticas frente a una mitad o incluso a un tercio la población. Sería una situación ingobernable, una fuente sistemática de conflicto social y la legitimidad de quien lo hiciera estaría totalmente cuestionada.

El segundo elemento a tener en cuenta es que una sociedad democrática no se puede saltar las reglas de juego que ella misma se ha dado, lo contrario sería o golpismo o una ruptura revolucionaria. No creo que ninguna de esas dos vías sean asumidas por la inmensa mayoría de la ciudadanía catalana ni del resto de España. En este sentido afortunadamente la Constitución de 1978, una de las mas democráticas del mundo y que fue votada masivamente en Cataluña, contempla mecanismos legales para su reforma y por tanto para cambiar el ordenamiento jurídico vigente desde 1978, sin límite alguno. Otra cosa es que no se quieran utilizar.

En tercer lugar, quienes no quieren o no saben abrir un proceso de negociación real, deben tener muy presente que las instituciones del Estado, desde el Rey Felipe VI hacia abajo, serán considerados con creciente hostilidad por buena parte de la población catalana si se encuentran con una pared como interlocutor de sus demandas.  Y por otra parte, Artur Mas y sus socios independentistas, si inician un proceso de ruptura deben ser conscientes que las instituciones del Estado no pueden permanecer impasibles ante un desafío sin sustento legal, pues de lo contrario este no sería un Estado de Derecho sino una republica bananera sin ninguna autoridad democrática ni dentro ni fuera de España.

Por ultimo, cuanto más tiempo pase sin abordar un proceso de negociación por unos y cuantas mas medidas unilaterales se tomen por otros, mayores serán las dificultades para cambiar las dinámicas intransigentes y mas profundos serán los resquemores en la gente.

En otras palabras, si ganan los independentistas, Artur Mas, tendrá que contar con que seguramente casi la mitad de los votantes lo han hecho por otras opciones, aparte de los muchos cientos de miles que se hayan abstenido. Y aunque el gobierno que forme tenga pleno sustento legal para gobernar en base a una mayoría absoluta, la legitimidad que se necesita para dar un paso tan trascendental y difícilmente reversible como es un proceso que desemboque en la independencia, no es ni mucho menos el conseguir el 51% o el 55% de los diputados o incluso de los votantes.

Y si pierden los independentistas, estos no van a desaparecer por arte de magia, así que nadie y menos que nadie el gobierno se debería frotar las manos y dar por zanjado el tema. Habrá que buscar las formas para que la mayoría de ellos se sientan razonablemente bien conviviendo con el resto de España.

Por tanto no cabe otra que negociar.

Vivimos en un continente cuya historia ha esta marcada durante siglos y siglos por guerras, matanzas, persecuciones, invasiones, desplazamientos de población, cambios de fronteras una y otra vez, etc. etc., pero la democracia ha traído como una de sus mayores virtudes la negociación. Francia y Alemania son un ejemplo elocuente de cómo diferencias que parecían insalvables, asentadas en un mar de sangre, dieron paso al reencuentro entre estos dos  hoy firmes amigos y aliados. Por no hablar de la recuperación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y mucho menos aun del proceso de pacificación en Irlanda del Norte. 

¿Acaso es más difícil un proceso de negociación entre una parte de la sociedad catalana y el conjunto de la sociedad española?, cuando además todas las encuestas hablan de voluntad del pueblo catalán de llegar a soluciones negociadas.

No es una cuestión de mero voluntarismo bien intencionado. A la postre se reduce a tres o cuatro temas muy importantes y complejos pero no imposibles: el reconocimiento constitucional de la condición de nación y algunos aspectos inherentes en materia de lengua, cultura, simbología; el buscar una formula de financiación que sea mínimamente satisfactoria para la sociedad catalana, que no suponga una carga para el resto de España y que puede afrontarse con un periodo transitorio razonable. Una tercera cuestión es la reforma del Senado, como Cámara exclusivamente autonómica, ese cuento de nunca acabar, que todos los gobiernos prometen y ninguna acomete. Y por ultimo un tema que puede parecer secundario, pero que en mi opinión no lo es, como cambiar la configuración del Tribunal Constitucional, que en los últimos quince años ha sido utilizado a menudo como instrumento político contra algunas políticas autonómicas.

Lo más difícil es cambiar el chip mental. Y pongo un ejemplo muy sencillo y a la vez significativo ¿Por qué no van a poder hablar en su idioma natal los diputados de las Cortes españolas que así lo quieran? ¿A quien le puede hacer daño? ¿Por qué se mantiene esa ridícula prohibición?

En definitiva tenemos que asumir la pluralidad nacional con todas sus consecuencias trascendentales y también las cotidianas.

Es cierto que no es un camino fácil, pero mucho más difícil fue la transición y salio adelante con éxito, claro que los políticos de entonces tenían otra talla.

En todo caso lo sensato sería que en la semana siguiente a las elecciones hubiera un debate en las Cortes Generales sobre como abordar el proceso negociador. Aunque mucho me temo que seguramente tendremos que esperar a las elecciones generales del próximo diciembre, a ver si conseguimos un gobierno que se tome en serio la solución del conflicto social en Cataluña con autentica disposición negociadora, que si bien en el peor de los casos no consiguiera llegar a acuerdos por las posiciones intransigentes de Mas y su equipo, podría reducir sustancialmente sus apoyos en Cataluña y con el tiempo cambiar la dinámica de crecimiento del sentimiento independentista.



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