La Unión Europea está buscando a toda
prisa algunos remedios para hacer frente a la presión de inmigrantes y
refugiados que se viene produciendo en algunos de los países fronterizos. Pero
en ningún momento, que sepamos, se han parado a debatir cuáles son las causas
de esas avalanchas y cómo se podría intervenir sobre ellas para a medio y largo
plazo ir reduciendo esa presencia de refugiados e inmigrantes. Que no haya
habido todavía esa discusión resulta increíble, cuando llevamos mas de dos décadas
inmersos en situaciones similares.
Los dos focos de desplazados son en la
actualidad Oriente Próximo y el África subsahariana, que si bien obedecen a
causas diferenciadas, no son muy
distintas: conflictos bélicos, corrupción, intereses económicos, dictaduras... Vamos
por partes.
Frente a lo que muchos creen, el África
subsahariana es una región con enormes riquezas naturales, con grandes
posibilidades de crecimiento económico y desarrollo social. Pero sus procesos
de independencia después de la segunda guerra mundial, no significaron en casi ningún
lado el acceso de sus pueblos al control, dominio y aprovechamiento de sus
bienes. Las empresas multinacionales francesas, inglesas, belgas, alemanas,
norteamericanas y ahora los chinos, han seguido con la explotación de esas
riquezas naturales, incluyendo deforestaciones masivas, con el dominio de las
industrias, del comercio, de las comunicaciones, de la construcción y con la
escandalosa venta de armas.
Ello ha sido posible mediante la
corrupción de sus gobernantes y elites dirigentes, sobornados abiertamente por
las empresas y gobiernos occidentales. Se ha asesinado a dirigentes que pretendían
un proceso de emancipación nacional, como fue el caso de Patricio Lumumba a
principios de 1961; se ha apoyado a dictadores sangrientos que han acumulado
grandes fortunas, que después se han protegido en Suiza y otros paraísos
fiscales; se han fomentado guerras civiles, algunas de ellas durante décadas,
armando sin el menor pudor a menudo a los dos o mas partes contendientes.
Ese es el balance del neocolonialismo
occidental en África. Es lo que explica esas interminables mareas migratorias y
que nos advierte de que no acabaran hasta que no termine la explotación
neocolonial, el apoyo a los dictadores, el tráfico de armas y el fomento o
tolerancia con las guerras civiles.
El segundo foco, en el Oriente Próximo,
tiene dos claras raíces. El conflicto israelí-palestino y el apoyo a las
dictaduras corruptas.
El incumplimiento por Israel y sus
fieles aliados de las sucesivas decisiones de la ONU para la convivencia entre
un Estado Palestino y el Estado de Israel, ha envenenado los sentimientos de
millones de árabes, que no están dispuestos a asumir ese grave infracción del
derecho internacional.
Es evidente que los palestinos y muchos
de sus dirigentes, sobre todo en el pasado, han cometido numerosas torpezas e incluso han
fomentado o tolerado actividades terroristas, pero en la balanza lo que
realmente se impone es la agresividad
sostenida del Estado de Israel desde 1948 y en especial a partir de la guerra
de los seis días en 1967. Israel lleva más de 50 años haciendo la vida
imposible a los palestinos, algo que repercute en el resto de la región y en la
que tienen una primordial responsabilidad los sucesivos gobiernos de Estados
Unidos, demócratas y republicanos, que nunca se han atrevido, p.e., a ejercer
la misma presión sobre Israel que sobre Cuba, siendo infinitamente más
peligrosas y desestabilizadoras las consecuencias de la actitud de los
gobiernos israelíes.
El segundo problema es la apuesta por
las dictaduras árabes. El precio para no tener problemas con el acceso al petróleo
o a zonas estratégicas en el marco de la guerra fría, como el Canal de Suez o
las fronteras con la antigua Unión Soviética, ha sido derrocar o desestabilizar
gobernantes nacionalistas moderadamente progresistas como Nasser en Egipto o
Mossadegh en Irán o apoyando a dictaduras como la del Sha o como las familias
reales de Arabia Saudí y los emiratos árabes. La violación de todos,
absolutamente todos, los derechos humanos en Arabia o en los Emiratos no ha
sido óbice para considerarlos aliados seguros. Y en lugar de fomentar, con el
apoyo de la ONU, procesos de reforma democrática en países como Egipto, Siria,
Libia, Irak, Irán o Afganistán, sin duda difíciles pero no imposibles, optaron
por intervenciones militares, operaciones de la CIA, financiar y armar a grupos
radicales violentos, prefiriendo grupos
fundamentalistas anticomunistas a grupos nacionalistas laicos.
El resultado de todo ello es un Oriente Próximo
ingobernable, que seguirá generando violencia, miseria, desesperación,
terrorismo, fanatismo, oleadas de refugiados, que hoy proceden de Siria, Irak o Libia, pero que en el futuro pueden venir de
cualquier otro país de la zona.
La Unión Europea, Estados Unidos, Rusia
y China, tienen instrumentos políticos y económicos para en un medio plazo
ayudar a cambiar la situación en África y en Oriente Próximo. Tienen que
apostar por los sistemas democráticos, olvidarse de las actitudes y prejuicios de la guerra fría y de la época
colonial y desde luego poner coto a la explotación
sin límites de las multinacionales. Lo contrario es mantener la inevitable
avalancha de inmigrantes y refugiados.
En ese marco, hay que recordar que
España carece de una política y de unos medios adecuados en materia de atención
a los refugiados, como incluso ha reconocido el gobierno del PP y como ya se
puso de manifiesto en los años 90 con los refugiados bosnios y los kosovares. Política
de refugio que no se puede improvisar ni dejar a la buena voluntad solidaria de
ayuntamientos u organizaciones sociales, que es muy compleja y que requiere
para empezar financiación, medios profesionales y materiales y desde luego la
estrecha colaboración de la Administración del Estado, de las Comunidades Autónomas
y de las Corporaciones Locales. Pero de esto trataré con más detalle en el próximo
post.
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