Ha pasado más de una semana desde la elección
de Trump. En estos días han sido frecuentes los artículos de durísimas y
merecidas criticas, de incredulidad, de lamentaciones,….etc. Ha llegado el
momento de hacernos la pregunta ¿es posible parar a Trump? ¿Frenar sus
previsiones de actuación? ¿Obligarle a olvidar su programa y que en todo caso
su política afecte lo menos posible a la ciudadanía norteamericana y al
conjunto de los pueblos del mundo?
No es una perspectiva fácil, ni rápida,
pero puede llegar a ser real.
Ya las calles de Estados Unidos han
protagonizado manifestaciones de protesta y también es alentador que los
alcaldes de las más importantes ciudades hayan dicho que ellos no se van a
prestar a operaciones contra la inmigración. Hasta equipos deportivos se han
negado a alojarse en hoteles de Trump. Es un comienzo.
Es posible que el Partido Demócrata y
las numerosas y diversas instituciones y organizaciones de derechos humanos
norteamericanos empiecen a salir del k.o. en el que les ha sumido la victoria
de Trump y a trazar una estrategia para bloquear en la calle y en las
instituciones las propuestas de Trump, incluyendo la recuperación de la mayoría
en el Congreso y en Senado dentro de dos años. Pero por supuesto la respuesta
no puede ser solo del pueblo norteamericano, que no olvidemos esta
profundamente fracturado.
La reacción frente a Trump tiene que
basarse en trazar amplias, diversas y sólidas alianzas, que desde luego vayan
mas allá del estricto ámbito de la izquierda. Es evidente que hay algunos
aspectos que no van a hacer fácil ese camino: la escasa presencia activa de la
ONU y de sus diversos organismos, la desaparición de hecho de la Internacional
Socialista, la fragmentación de los movimientos ecologistas y de izquierdas
alternativas, la crisis institucional de la Unión Europea, la caída de
importantes gobiernos progresistas como el de Brasil, el ascenso de partidos de
extrema derecha, o la tremenda inestabilidad en todo el norte de África y
Oriente Medio. Aun y así, es posible ir articulando paulatinamente instrumentos
de contención, respuesta y alternativa.
La Unión Europea, su Parlamento y la Comisión,
tienen que ser conscientes de que solo una recuperación política y económica
del proyecto de construcción de Europa puede hacer frente a las políticas de
Trump. Si con la crisis económica, el ascenso de la extrema derecha, el brexit,
el terrorismo yihadista y la avalancha de inmigrantes y refugiados, se han
puesto de relieve las carencias de la Unión Europea, ahora es el momento de tomar
medidas. Trump es un personaje que no atiende a razonamientos lógicos, pero sí
a medidas de fuerza políticas y económicas. Y esa fuerza solo será real y
efectiva si Europa habla con una sola voz, un solo proyecto y unos intereses
comunes. Y la Unión Europea puede lograr apoyos de países democráticos que
pueden ser claramente perjudicados por la política de Trump, como India,
Brasil, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, México, Chile, Argentina o Colombia.
Reconstruir la Unión Europea, en mi
opinión, exige un amplio pacto político de la izquierda alternativa, los
verdes, la socialdemocracia, los partidos de centro democrático o de raíz
democristiana. Con el apoyo desde fuera de los sindicatos, de las ONGs
solidarias, de los empresarios no especulativos o corruptos. Basándonos en los
elementos que permitieron el desarrollo de una Europa respetuosa de los
derechos humanos, de las instituciones democráticas, de la paz, con políticas
de bienestar social. Volver, en las nuevas circunstancias y en el ámbito
europeo, al pacto entre las clases trabajadoras y el capital nacional, que permitió
a partir de 1945 impulsar la mayor época de prosperidad, justicia social, paz y
democracia en nuestros países.
Pero siendo imprescindible una reconstrucción
de la Unión Europea, no es suficiente para contener a Trump. Es necesario el
apoyo de las Iglesias. Hay una ocasión de oro con la presencia de Francisco al
frente de la Iglesia Católica, con su apuesta por una moderada pero clara
renovación, por una apuesta por los derechos sociales, por la ecología, por la
dignidad de los pobres, emigrantes y refugiados. Con los condicionantes que
supone su cargo, el Papa no es el Che Guevara ni siquiera un teólogo de la liberación,
Francisco puede ser un freno a las políticas de Trump y un estimulo para los católicos
norteamericanos. Y en otros planos quizás menos decisivos, pero no
despreciables, están los representantes de las Iglesias protestantes,
portavoces del islamismo moderado y no fundamentalista e incluso sectores
progresistas judíos.
En tercer lugar el movimiento sindical
internacional, a pesar de su compleja composición y funcionamiento y en
definitiva su limitada capacidad de actuación, sin embargo tiene igualmente que
volcarse en frenar las propuestas de agresión a los derechos sociales que
propugna Trump y en especial contribuir a un rechazo de la clase trabajadora
norteamericana a la demagogia de Trump. Es una gran ocasión para sacar de su
relativo letargo a la Confederación Sindical Internacional.
En cuarto lugar ha llegado el momento de
que los movimientos ecologistas y medioambientales superen sus divisiones, su a
menudo inoperante apoliticismo, relancen los objetivos de conservación del
planeta y se movilicen para defender los acuerdos de la Cumbre de Paris, tan
duramente amenazados por Trump.
Las organizaciones feministas y las
organizaciones de LGTBI, son conscientes de los retrocesos en derechos y
libertades que puede suponer el gobierno de Trump. Pudieron sentirse
insatisfechas en Estados Unidos y en el resto del mundo, por la tibieza de las
propuestas de Hillary Clinton, pero eso es agua pasada, ahora hay que
movilizarse y sumarse a los demás movimientos. Trump y su equipo querría
devolvernos al siglo XIX, a la discriminación de la mujer, a la persecución de
la población LGTBI y tenemos y podemos impedirlo.
Por su parte la socialdemocracia debe comprender
que esta en juego su supervivencia. Los gobiernos de la Tatcher rompieron por
la mitad las mejores tradiciones del laborismo, dieron paso al socialiberalismo
de Blair y promovieron la decadencia de los partidos socialistas en Europa.
Trump puede ser la puntilla para el socialismo democrático en todo el mundo. La
Internacional Socialista tiene un enemigo de referencia, al que sí planta cara
con decisión, puede ayudar a que levante cabeza.
Por ultimo están los que podríamos
identificar con el mundo de la ciencia, la cultura e incluso el deporte. Trump
representa la vuelta al oscurantismo, a la vulgaridad, a la anticultura, basta
con oírle un poco. Desde los estudios cinematográficos de Hollywood a los músicos
de hiphop, desde Bruce Springsteen o Madonna, desde The Rolling Stones a Susan
Sarandon….la critica inteligente, accesible, popular y el rechazo razonado de
Trump debe llegar a las pantallas, a los escenarios, a los estadios, a las librerías
y bibliotecas, a las giras y conciertos, a las redes sociales.
En definitiva somos una inmensa mayoría
los que no queremos las políticas de Trump; se trata de ponernos en marcha, de
confluir y al igual que hace ocho años se consiguió el SI SE PUEDE que llevo al
primer presidente de color a la Casa Blanca, en los próximos tiempos debemos
articular una gran alianza política y social que se marque como objetivo que SI
SE PUEDEN PARAR LAS POLITICAS DE TRUMP. No es nada fácil, pero no hay otro
camino.
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