Por suerte tengo numerosos y diversos grupos
de amigos (compañeros del Colegio, de la Facultad, camaradas del PCE, veteranos
sindicalistas, amigos de RTVE, amantes de la música, compañeros abogados
laboralistas, amigos de las vacaciones o de ir al cine…etc.), con sus
consiguientes tertulias. La gran mayoría son progresistas, votantes de las
diversas opciones de la izquierda. Lógicamente en estas últimas semanas el tema
central de conversación ha sido todo el proceso postelectoral y los intentos de
formar gobierno.
Prácticamente todos están indignados y
con una clara frustración por no haber conseguido un gobierno de progreso. Las
conclusiones van desde quienes no piensan ir a votar, hasta los que van a votar
en blanco, pasando por los que no tienen nada claro a quien hacerlo o los que
apuestan por el partido que les genera menor rechazo.
No sé si los dirigentes de los partidos
de la izquierda son conscientes de ese estado de ánimo de su potencial
electorado y de los gravísimos riesgos que ello puede generar.
Ningún dirigente ha pedido disculpas o
dado convincentes explicaciones por lo sucedido en estos cuatro meses; tan solo
echan la culpa a los demás.
Pero no voy a caer en la descalificación
simplista de los partidos políticos y de sus cúpulas dirigentes. Formar un
gobierno estable y coherente no era tarea fácil con una muy fragmentada
composición del Congreso de los Diputados, con una evidente falta de costumbre
de negociar un pacto político de gobierno y legislatura y en la que dos fuerzas
decisivas, PODEMOS y Ciudadanos, tenían escasísimo rodaje político y un
liderazgo en pleno proceso de consolidación. Y encima en un contexto muy
complicado al tener que hacer frente a la reversión de importantes y variadas
medidas de recorte adoptadas por el gobierno del PP y a la vez gravemente
condicionados por las exigencias de reducción del déficit de todas las
Administraciones Públicas.
A todo ello se añade los incomprensibles
vetos cruzados que han atenazado las negociaciones. La intolerante actitud de
PODEMOS ante Ciudadanos, sin entender la carga positiva que tiene la
reaparición en nuestro panorama político de una opción centrista que le dispute
el terreno al PP y que en temas de derechos civiles y otros han asumido
posiciones realmente progresistas. Es una ceguera política, que también afecta
a IU y a otros ámbitos de la izquierda. Por su parte Ciudadanos ha mantenido la
misma actitud intransigente ante PODEMOS, fiándose mas de los tertulianos de
extrema derecha que de la evolución que en los últimos meses ha tenido este
partido, cada día mas alejado de los espejismos radicales de sus primeros días.
Y por último, los límites impuestos por Susana Díaz y los barones socialistas,
que han atado de pies y manos a Pedro Sánchez, dejándole sin apenas margen de
maniobra.
Con todos esos condicionantes, efectivamente
no era nada fácil alcanzar un acuerdo. Por eso, medio en broma medio en serio,
en artículos anteriores yo recomendaba echar mano de la probada experiencia de
los sindicalistas que llevan toda su vida negociando con empresas y gobiernos,
en condiciones a menudo más difíciles. La verdad es que los Secretarios
Generales de CCOO y UGT no han cesado de clamar en el desierto por la necesidad
de un acuerdo reformista y progresista.
Pero dicho esto, también hay que
reconocer que negociación, lo que se entiende por negociación, solo ha habido
entre Ciudadanos y el PSOE. El acuerdo que ambos lograron (que personalmente no
me atrevería a descalificar así sin más y ojala lo que tengan que negociar un
gobierno de progreso este verano no sea una versión descafeinada) fue un punto
de partida básicamente positivo, sin embargo no fue bien manejado por Pedro Sánchez,
que se aferró dogmáticamente a él y lo presentó casi como un trágala a IU, a
PODEMOS y a sus aliados. El candidato socialista debería haber sido más
flexible y haber forzado a Ciudadanos a negociar para lograr al menos la abstención
de PODEMOS, con modificaciones del acuerdo inicial.
Aunque todo esto es ya agua pasada, sería
conveniente no olvidarlo de cara al próximo proceso de negociación.
Aún es pronto para hacer pronósticos muy
rigurosos sobre los resultados del 26 de junio, pero hay síntomas crecientes de
que el resultado de todo esto puede ser que la izquierda haya perdido la
ocasión de acceder al gobierno, para realizar una política progresista. El tren
de la historia no suele esperar y menos aún dar marcha atrás para volver a
parar en la misma estación. Y un nuevo gobierno del PP, con apoyo explicito o implícito
de Ciudadanos, que no es una hipótesis descartable, puede consolidar las políticas conservadoras en
nuestro país por un periodo que podría ser largo y mientras la izquierda a
lamerse sus heridas y a protestar en la calle.
En esta campaña la primera tarea de las
fuerzas de izquierda tiene que ser combatir la amenaza de la abstención
progresista, lo que no será ser fácil. Y después vendrá el momento de convencer
a cada votante de para qué va a servir su voto.
Magnífico análisis Hector, con el que, por una vez, estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMagnífico análisis Hector, con el que, por una vez, estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMe alegro y muchas gracias
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