El cine social y político, desde los
tiempos heroicos de Eisenstein, ha ofrecido muchas grandes películas. Unas más
explicitas que otras, algunas más del momento, otras más atemporales. Tras el
cine revolucionario soviético, llegó el “free cinema” británico de los años 50
y 60, emparentado con el movimiento literario critico de los “Angry young man”; el cine marcadamente político italiano de
finales de los 60 y primeros 70, protagonizado por directores comunistas o muy próximos
al PCI; el cine francés de los años 70, con sus mirada dura hacia la actitud
seguida ante el colonialismo o la lucha contra el nazismo; el amargo cine alemán
de los años 70 y 80 con el protagonismo indudable de R.W.Fassbinder; o las películas
de lucha chilenas, mexicanas o argentinas de los años 70; sin olvidar películas
españolas sobre la transición, la guerra civil y la posguerra.
Con posterioridad el cine político ha
ido teniendo una presencia marginal, salvo casos puntuales de varios directores
británicos como Ken Loach, que de alguna forma entroncan con el “free cinema”.
El cine político se ha caracterizado,
habitualmente, por unos tintes dramáticos, a veces muy duros y con frecuencia
con finales no felices. A menudo terminas de ver la película con una mezcla de
indignación, de sentimiento de rebeldía pero también de impotencia.
Por eso para mí ha sido una gratísima
sorpresa ver la película francesa “O LOS TRES O NINGUNO” (“Nous trois ou
rien”). He salido del cine con información y conocimiento, diversión y
disfrute. En definitiva con alegría en el cuerpo; ya digo, algo inusual en una película
política, porque, conviene insistir, estamos ante una película profundamente política.
En “O los tres o ninguno”, hay algunos
rasgos de enormes interés y poco frecuentes.
A pesar de ser una historia tremenda, la
represión en Irán en tiempos del Sha, las expectativas abiertas con su caída y
la llegada de Jomeini, y la aun mas brutal represión del régimen de los
ayatollahs; a pesar de escenas de malos tratos; a pesar de no dulcificar para nada
la dura historia de Irán en los últimos 60 años; es una película con enormes
dosis de humor, que se van esparciendo a lo largo de la misma, de manera que
sin enmascarar la realidad, relaja la tensión y evita que se acumule la
angustia en el espectador. P.e. las escenas con el Sha y en especial su huida, no
tienen desperdicio y recuerdan a la gran caricatura que hizo Charles Chaplin de
Hitler en la inolvidable “El gran dictador”.
En segundo lugar, es una película en la que
las mujeres tienen un papel activo y en bastantes momentos mas inteligente y
con mas iniciativa que el de los
hombres, desterrando la imagen de la compañera “soporte logístico o emocional”
del hombre militante.
En tercer lugar, la película enlaza
perfectamente la lucha contra las dictaduras con la lucha, ya en el país de
acogida como refugiados, por la integración, la solidaridad, la inclusión
social, la convivencia, entre la enorme diversidad de colectivos inmigrantes en
un barrio del extrarradio de Paris. Si esa parte de la película tiene un enorme
interés y es muy aleccionadora, en estos días, en el que media Europa esta
asustada por las dificultades de la integración de los inmigrantes y el
surgimiento de fuertes tensiones xenófobas, aun resulta mucho más oportuna.
Por último, es una película que recoge
la lucha de los comunistas iraníes contra la dictadura del Sha y después la de
Jomeini, que para muchas personas es poco conocida y que raramente aparece en
los medios de comunicación. Al igual que en Irán, los comunistas lucharon por
el progreso social, la democratización y la secularización, en Siria, Irak, Marruecos, Egipto, Afganistán…siendo
perseguidos y a menudo masacrados, por
cierto con el visto bueno de las potencias occidentales que, en la dinámica de
la guerra fría, preferían el islamismo al nacionalismo de izquierdas.
Y lo bueno es que la película en ningún
momento cae en el panfleto o en el maniqueísmo, aunque desde luego toma
claramente partido, primero en Irán y luego en Francia.
Hay que resaltar que la película esta
basada íntegramente en hechos reales y que el director, Kheiron, a la vez que
estupendo primer actor, es hijo de la
pareja que protagonizaron esos hechos. La película cuenta además con unos magníficos
intérpretes y con una banda sonora excelente.
En definitiva una película muy
recomendable, con muchas enseñanzas y con diversión, porque al cine hay que ir
a ser posible a divertirse y no a sufrir. Otra película que debería ponerse en
los institutos, en las universidades y en los centros de servicios sociales.
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