El viernes por la tarde, cerca de 300 amigos y amigas, mejor dicho de admiradores y admiradoras, realizamos un homenaje a Jaime Sartorius, abogado, comunista, luchador por la libertad y persona esencial en las duras y difíciles negociaciones de la Transición democrática.
El acto terminó con una emotiva
intervención de Jaime, recordando y recorriendo someramente su larga y fecunda trayectoria
vital y política. Nos volvió a quedar de manifiesto la coherencia de sus más de
75 años de vida y cómo en esencia hoy sigue teniendo el mismo compromiso y
sentimientos que cuando en 1961 en la Facultad de Derecho se integró en el Frente de Liberación Popular.
Conocí a Jaime en el otoño de 1971, al
entrar en la célula de abogados del Partido Comunista de España en Madrid.
Entonces no llegábamos a 25 y nos reuníamos o en algún despacho o en la casa de
Cristina Almeida. Jaime era de la generación intermedia, por encima de los que habíamos
salido en los últimos años de la Universidad y estábamos muy influidos por el
Mayo Frances de 1968 y por debajo de quienes a finales de los años 50 crearon
la organización de los abogados comunistas.
Aunque pueda parecer sorprendente, en
aquella célula, mas allá de la identificación genérica con la política del
PCE, había una enorme pluralidad de
opiniones y una absoluta libertad de expresión, incluyendo críticas muy
contundentes a los máximos dirigentes que de vez en cuando asistían a nuestras
reuniones y muy en especial Simon Sánchez Montero o Jaime Ballesteros.
Los más jóvenes éramos los más
izquierdistas y a veces los más impertinentes. Jaime, que solía estar siempre
por su capacidad y experiencia política en el Comité de dirección de la célula,
mantenía siempre actitudes moderadas, era lo que podríamos llamar un
eurocomunista en estado puro, antes que Carrillo y Berlinguer adoptaran esa
denominación años después. Los jóvenes solíamos ser críticos con las posiciones de Jaime y él
desde el respeto y la tolerancia hacía auténticos esfuerzos para convencernos.
Con la perspectiva que dan los años,
tengo que decir que los planteamientos de Jaime se demostraron los mas
adecuados, por una sencilla razón, porque Jaime además de ser eurocomunista,
tenía unas enormes dosis de sentido común.
Su papel fue determinante para que los
abogados comunistas marcáramos la pauta en las luchas de la oposición democrática
en el Colegio de Abogados. Jaime sabía negociar, no en solitario, pues le
acompañaban Antonio Rato, Diego Carrasco, Manolo López, José María Pariente, José
Luis Núñez, y más tarde Manuela Carmena o Cristina Almeida. Y había que tener
mucha cintura política, mucha capacidad de aguante, saber distinguir lo
fundamental de lo accesorio, para vérselas con personajes como José María Gil
Robles, Jaime Miralles, Satrustegui, Areilza, Pablo Castellano o Peces Barba,
que no simpatizaban precisamente con los comunistas y la mayoría de los cuales tenían
el colmillo más que retorcido.
Los jóvenes que veíamos a Gil Robles
como el demonio que había jugado un papel fundamental en la aniquilación de la
2ª Republica, tuvimos que aceptar, sorprendidos, la presencia del viejo
dirigente derechista como abogado de los lideres de CCOO en el juicio 1001;
algo que fue posible entre otras cosas por el trabajo de Jaime y de algunos
otros camaradas.
Ah y hay que recordar que en aquellos
momentos Jaime aun andaba por la treinta y pocos años.
En el periodo 1976-1978, Jaime volvió a
desempeñar un papel decisivo en la
defensa y negociación de las posiciones de los comunistas en materias tan
importantes como la legalización de CCOO y del PCE, los Pactos de la Moncloa o
la Ley de Amnistía.
En 1981 a Jaime le expulsamos
del PCE, los intransigentes que no quisimos o no supimos ser tan eurocomunistas
dentro como fuera del Partido. Cometimos un tremendo error, que pagamos muy
pronto con la debacle electoral de 1982. Jaime, a diferencia de bastantes
otros, no se fue a las acogedoras filas del PSOE; le hubieran recibido con los
brazos abiertos y seguro que hubiera tenido puestos de responsabilidad en los
gobiernos de Felipe González o en las candidaturas socialistas a las Cortes.
Jaime mantuvo su coherencia y siguió
donde siempre, colaborando de manera crucial en la creación de Izquierda Unida.
Cuando en los tiempos de Julio Anguita, la organización derivó en una política de
antisocialismo extremo, que Jaime no compartía en absoluto, participó en la
creación de Nueva Izquierda. Años después, esta organización de cuadros,
heredera emblemática del eurocomunismo puro, se integró formalmente en el PSOE,
aunque hubo quienes no lo hicimos. Jaime, una vez mas dio muestras de
coherencia y no dio ese paso.
Jaime se ha mantenido hasta hoy en ese
difícil espacio, huérfano organizativamente, de quienes han deseado la
colaboración política de las izquierdas, mas allá de las divergencias que mantenía
con la evolución radical de sectores de IU y con el abandono de la
socialdemocracia de importantes dirigentes del PSOE. Jaime sigue creyendo que
es posible la unidad de acción y colaboración de las fuerzas progresistas para
el fortalecimiento de la democracia y la lucha contra la desigualdad social.
Y una tercera característica de Jaime, a
destacar especialmente en estos tiempos, es su honestidad. Nacido en una
familia de raigambre aristocrática, optó desde joven por la defensa de los
pobres, de los perseguidos, de los trabajadores. Podía haber hecho buenos
negocios, realizar una bien remunerada carrera profesional, aprovechar sus
numerosas e importantes relaciones, y no fue por ese camino. Más aún promovió
uno de las iniciativas más hermosas y mas ruinosas de la izquierda, como fue la
edición del semanario “La Calle”, que intentó dar continuidad a la experiencia
de “Triunfo”, pero que incómoda para muchos fue dejada caer.
Estoy convencido que si hoy le propusieran
negociar la articulación de ese gobierno
progresista que necesitamos, sería capaz de superar las intransigencias, los
exclusivismos, los desplantes, la soberbia, etc. de algunos de los principales
protagonistas y lograr ese acuerdo. Sus armas serían, como siempre, la
coherencia, la honestidad y el sentido común.
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