sábado, 6 de febrero de 2016

JAIME SARTORIUS: COHERENCIA, HONESTIDAD Y SENTIDO COMUN



El viernes por la tarde, cerca de 300 amigos y amigas, mejor dicho de admiradores y admiradoras, realizamos un homenaje a Jaime Sartorius, abogado, comunista, luchador por la libertad y persona esencial en las duras y difíciles negociaciones de la Transición democrática.

El acto terminó con una emotiva intervención de Jaime, recordando y recorriendo someramente su larga y fecunda trayectoria vital y política. Nos volvió a quedar de manifiesto la coherencia de sus más de 75 años de vida y cómo en esencia hoy sigue teniendo el mismo compromiso y sentimientos que cuando en 1961 en la Facultad de Derecho se integró en el  Frente de Liberación Popular.

Conocí a Jaime en el otoño de 1971, al entrar en la célula de abogados del Partido Comunista de España en Madrid. Entonces no llegábamos a 25 y nos reuníamos o en algún despacho o en la casa de Cristina Almeida. Jaime era de la generación intermedia, por encima de los que habíamos salido en los últimos años de la Universidad y estábamos muy influidos por el Mayo Frances de 1968 y por debajo de quienes a finales de los años 50 crearon la organización de los abogados comunistas.

Aunque pueda parecer sorprendente, en aquella célula, mas allá de la identificación genérica con la política del PCE,  había una enorme pluralidad de opiniones y una absoluta libertad de expresión, incluyendo críticas muy contundentes a los máximos dirigentes que de vez en cuando asistían a nuestras reuniones y muy en especial Simon Sánchez Montero o Jaime Ballesteros.

Los más jóvenes éramos los más izquierdistas y a veces los más impertinentes. Jaime, que solía estar siempre por su capacidad y experiencia política en el Comité de dirección de la célula, mantenía siempre actitudes moderadas, era lo que podríamos llamar un eurocomunista en estado puro, antes que Carrillo y Berlinguer adoptaran esa denominación años después. Los jóvenes solíamos ser  críticos con las posiciones de Jaime y él desde el respeto y la tolerancia hacía auténticos esfuerzos para convencernos.

Con la perspectiva que dan los años, tengo que decir que los planteamientos de Jaime se demostraron los mas adecuados, por una sencilla razón, porque Jaime además de ser eurocomunista, tenía unas enormes dosis de sentido común.

Su papel fue determinante para que los abogados comunistas marcáramos la pauta en las luchas de la oposición democrática en el Colegio de Abogados. Jaime sabía negociar, no en solitario, pues le acompañaban Antonio Rato, Diego Carrasco, Manolo López, José María Pariente, José Luis Núñez, y más tarde Manuela Carmena o Cristina Almeida. Y había que tener mucha cintura política, mucha capacidad de aguante, saber distinguir lo fundamental de lo accesorio, para vérselas con personajes como José María Gil Robles, Jaime Miralles, Satrustegui, Areilza, Pablo Castellano o Peces Barba, que no simpatizaban precisamente con los comunistas y la mayoría de los cuales tenían el colmillo más que retorcido.

Los jóvenes que veíamos a Gil Robles como el demonio que había jugado un papel fundamental en la aniquilación de la 2ª Republica, tuvimos que aceptar, sorprendidos, la presencia del viejo dirigente derechista como abogado de los lideres de CCOO en el juicio 1001; algo que fue posible entre otras cosas por el trabajo de Jaime y de algunos otros camaradas.

Ah y hay que recordar que en aquellos momentos Jaime aun andaba por la treinta y pocos años.

En el periodo 1976-1978, Jaime volvió a desempeñar un papel  decisivo en la defensa y negociación de las posiciones de los comunistas en materias tan importantes como la legalización de CCOO y del PCE, los Pactos de la Moncloa o la Ley de Amnistía.

En 1981 a Jaime le expulsamos del PCE, los intransigentes que no quisimos o no supimos ser tan eurocomunistas dentro como fuera del Partido. Cometimos un tremendo error, que pagamos muy pronto con la debacle electoral de 1982. Jaime, a diferencia de bastantes otros, no se fue a las acogedoras filas del PSOE; le hubieran recibido con los brazos abiertos y seguro que hubiera tenido puestos de responsabilidad en los gobiernos de Felipe González o en las candidaturas socialistas a las Cortes.

Jaime mantuvo su coherencia y siguió donde siempre, colaborando de manera crucial en la creación de Izquierda Unida. Cuando en los tiempos de Julio Anguita, la organización derivó en una política de antisocialismo extremo, que Jaime no compartía en absoluto, participó en la creación de Nueva Izquierda. Años después, esta organización de cuadros, heredera emblemática del eurocomunismo puro, se integró formalmente en el PSOE, aunque hubo quienes no lo hicimos. Jaime, una vez mas dio muestras de coherencia y no dio ese paso.

Jaime se ha mantenido hasta hoy en ese difícil espacio, huérfano organizativamente, de quienes han deseado la colaboración política de las izquierdas, mas allá de las divergencias que mantenía con la evolución radical de sectores de IU y con el abandono de la socialdemocracia de importantes dirigentes del PSOE. Jaime sigue creyendo que es posible la unidad de acción y colaboración de las fuerzas progresistas para el fortalecimiento de la democracia y la lucha contra la desigualdad social.

Y una tercera característica de Jaime, a destacar especialmente en estos tiempos, es su honestidad. Nacido en una familia de raigambre aristocrática, optó desde joven por la defensa de los pobres, de los perseguidos, de los trabajadores. Podía haber hecho buenos negocios, realizar una bien remunerada carrera profesional, aprovechar sus numerosas e importantes relaciones, y no fue por ese camino. Más aún promovió uno de las iniciativas más hermosas y mas ruinosas de la izquierda, como fue la edición del semanario “La Calle”, que intentó dar continuidad a la experiencia de “Triunfo”, pero que incómoda para muchos fue dejada caer.

Estoy convencido que si hoy le propusieran  negociar la articulación de ese gobierno progresista que necesitamos, sería capaz de superar las intransigencias, los exclusivismos, los desplantes, la soberbia, etc. de algunos de los principales protagonistas y lograr ese acuerdo. Sus armas serían, como siempre, la coherencia, la honestidad y el sentido común.




  

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